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Kore, el mito raptado

larazon

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El «Himno» homérico a Deméter refiere el mito de cómo la diosa madre anduvo en busca de su hija, Perséfone, la muchacha (kore) que había sido raptada por Hades. Llegó a Eleusis, donde los reyes Celeo y Metanira la acogieron como nodriza de su hijo recién nacido. Deméter «la sin risa» no probó bocado hasta que una criada logró hacerla sonreír con sus bromas groseras. El mito, que continúa con el pacto para que Perséfone pasara unos meses al año en nuestro mundo (la primavera) y la revelación de los misterios del cereal al héroe eleusino Triptólemo, que transmite el don a los mortales, era el fundamento del culto religioso a las dos diosas en la ciudad sagrada de Eleusis. En la Grecia antigua, la iniciación en ellos, como recuerda Giorgio Agamben, era un recorrido simbólico para entender el ciclo sin fin de la vida y la muerte. El «conocimiento supremo» que proporcionaba la iniciación era elogiado por poetas como Píndaro o Sófocles y suponía una revelación para la vida cotidiana que permitía obtener un más allá feliz para los iniciados. La revelación de Eleusis estaba abierta a todo el mundo con tal de que hablasen griego y no tuviesen crímenes de sangre.
El mito de kore y la iniciación de Eleusis son evocados ahora en este delicioso librito a cargo del conocido filósofo Agamben y de la pintora Mónica Ferrando en una imprescindible recreación de los misterios, tanto intelectual como artísticamente. «La muchacha indecible», título que parte de un fragmento de Eurípides, combina las explicaciones de Agamben, de textos antiguos y posteriores –hasta llegar al romanticismo alemán y a las explicaciones jungianas de Kore como arquetipo de «Lo indeterminado original» o de «das göttliche Mädchen»– con las sugerentes pinturas de Ferrando. Lenguaje y pintura permiten evocar el mito y el misterio de Kore entre lo decible y lo inefable, lo visible y lo intuido: todo ello gracias a la exégesis de Píndaro, Platón, los trágicos, Aristóteles, Hölderlin o Hegel.
Técnica primordial
Se recuerda aquí la ritualización litúrgica –casi un drama– de los misterios en todo comparable, al hilo de la teoría de Odo Casel, con los misterios cristianos (que tanto deben, malgré Clemente de Alejandría, a los paganos). Tras la lectura del texto de Agamben, la visión de las pinturas de Ferrando –realizadas con una técnica diríase que primordial– y la antología de pasajes sobre Eleusis sólo resta –nada menos– el misterio: cerrar los ojos o la boca, no por el secreto, sino por el silencio místico (el verbo myo es «cerrar [los ojos, la boca]») y convertirse en iniciado (epoptes, «el que ha visto»).