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La acróbata con cara de palo

larazon

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Juegos Olímpicos de Montreal de 1976. Cuarenta kilos y un metro cincuenta y cuatro de estatura enfundados en un maillot blanco con el dorsal 73. Los jueces no dan crédito a lo que acaban de ver: un ejercicio perfecto. Cuando espera el veredicto, lee en la pantalla: Uno coma cero cero. El marcador Longines no falla. Ha sido ella, a sus 14 años, quien lo ha hecho enloquecer. Nadie había previsto esa posibilidad porque, el diez, no existía en la historia de la gimnasia hasta que llegó la lolita olímpica, la acróbata comunista, la pequeña hada de los Cárpatos, la orquídea soldado demasiado vieja para ser tan joven. La deportista «que firmó un contrato con ella misma por la búsqueda de la excelencia» hasta que «se hizo mujer y la magia se esfumó».. A medio camino entre la novela y el relato biográfico, éste es un libro construido sobre la vida de Nadia Comaneci (a la manera de Jean Echenoz en «Courir» con el atleta Emil Zátopek) que, al tiempo, resulta una contranovela de aprendizaje.
El enfrentamiento entre el lenguaje y la materialidad del cuerpo es el verdadero sujeto de esta performance de una investigación donde la novelista se permite la licencia de llenar los silencios de la protagonista con diálogos ficticios pero plausibles, tratando de arrojar luz sobre las zonas de sombra. Desde el momento en que la pequeña comunista fascinó a Occidente la acompañamos en su adolescencia bajo el régimen de Ceaucescu, observamos su encumbramiento como heroína, la vigilancia a la que será sometida bajo la paranoica Securitate, asistimos al asedio al que la sometió el hijo del dictador y huiremos con ella rumbo a EEUU un mes antes de la revolución que ejecutaría al Conducator y a su esposa... hasta probar las mieles del sueño americano, que resultaría envenenado. Pero el libro, viniendo de una antigua «squatter» y militante contra la discriminación de las mujeres, habla de mucho más que del icono. Es la historia de una atleta pero también de la Guerra Fría antes de la caída del Muro, donde se nos habla del cuerpo, la feminidad, el movimiento y la oposición entre el Este y el Oeste. La autora no juzga; expone. Incisiva en ocasiones y dolorosa en algunos tramos, plasma con precisión cada agotador entrenamiento así como sabe tornarse lírica al describir sus proezas. Alternando el ritmo de la danza con el golpe de la percusión, Lafon ha logrado una proeza de la talla de su biografiada.