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El género novelístico, lejos de una pretendida sempiterna crisis, está en permanente evolución, buscando innovadoras fórmulas estructurales o temáticas, ya sea revisando el clásico estilo realista, ensayando técnicas experimentales o adentrándose en diversos planteamientos simbólicos. Pero acaso la clave del mantenido interés por una narrativa moderna, ágil, amena y atrevida a la vez sea el regreso a una escritura sencilla y directa que esconde sin embargo no pocas complejidades psicológicas y algún que otro eficaz misterio argumental. Muy bien puede ser este el caso de «La memoria del árbol», de Tina Vallès (Barcelona, 1976), novela galardonada con el Premio Anagrama de Novela y que confirma a sVallès, ya reconocida cuentista, como una escritora de rigurosa ambición creativa. Los abuelos de Jan, el niño que ostenta la voz narrativa, inauguran convivencia familiar junto a sus hijos y nieto. Arranca así, bajo la mirada infantil de este último, una historia de rutinas domésticas, deberes escolares, fugaces sobreentendidos, calculados silencios y cotidianas vicisitudes; una bien construida trama por la que fluyen significativas miradas, entrañables sentimientos y emotivas solidaridades. Porque esta es una obra sin desgarradoras tragedias o efectistas dislates; se trata de la vida que pasa y de personajes que, queriéndose, se hacen compañía.
Especial atención merece la relación entre nieto y abuelo, este seriamente enfermo; juntos recorren las calles de la ciudad en un meditado trayecto divagante; fijan una recta actitud moral, imbuida de estoicismo contemplativo; viven, a la postre, «fabricando un recuerdo» que resultará inolvidable para el pequeño protagonista. Un sauce llorón, indirectamente aludido en el título de la novela, vinculará estas experiencias a una resolución argumental modélica en su extrema y conmovedora sencillez. Es este un relato intimista, plagado de habituales anécdotas sin aparente trascendencia, pero que aglutina la desapercibida felicidad de los pequeños detalles. El paso del tiempo, la expectativa de lo imprevisto, la aceptación de lo irreparable o la constancia del pasado conforman el núcleo temático de esta excelente novela. Realismo sin estridencias, impresionante cotidianidad existencial.