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Crítica de libros

La polémica conquista de Cortés

La polémica conquista de Cortés
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Aunque lo imprime con interrogantes, afirma el profesor Christian Duverger, en su libro «Crónica de la eternidad», que quien escribió la «Historia verdadera de la conquista de Nueva España» no fue Bernal Díaz del Castillo, sino el propio Hernán Cortés. Al efecto lleva a cabo un estudio repleto de preguntas a las que la investigación histórica ha dado respuestas que son definitivas.

Bernal Díaz participó, de principio a fin, en la conquista de México. Cumplió sus obligaciones como soldado distinguido de la hueste cortesiana. Siempre mantuvo la lealtad a su capitán y nunca ocultó su admiración por los destacados valores de éste. Después de la conquista estuvo en España (1540-1550), regresó a América, se instaló en Guatemala, conquistada por Pedro de Alvarado, en la ciudad de Santiago, donde añadió a su apellido castellano «del Castillo», quizá para dar prestancia a su cargo de regidor. Inicia sus funciones en tal puesto en 1552, el mismo año que se publicó en Zaragoza el libro del capellán de Cortés, López de Gomara. No debió sentarle muy bien que el capellán centrase en el capitán toda la gloria de la importante conquista, olvidando la «compañía», que también la tuvo y en grado importante. Sin dejar pasar más tiempo comenzó a escribir la verdadera relación de la conquista. Con más de setenta años de edad y más de medio siglo de distancia, un verdadero prodigio de memoria y precisión.

El libro del profesor Duverger es interesante, pero sólo aporta presunciones, supuestos y preguntas con respuesta implícita. No ha consultado, sin embargo, obras esenciales para el tema que no cita ni en el texto ni en la bibliografía: la investigación del historiador jesuita Carmelo Sáenz de Santa María sobre la «Historia de Bernal Díaz». Edición crítica monumental, conjunta del Instituto Fernández de Oviedo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México, obra decisiva al respecto. Tampoco la del historiador Ramón Iglesias «Cronistas e historiadores de la conquista de México. El ciclo de Hernán Cortés» (México, 1942); ni el magnífico estudio del historiador austriaco Victor Frankl sobre las concepciones de verdad y realidad en la época de la «Contrarreforma y del Manierismo» (1963), donde analiza la importancia de las crónicas e historias de la conquista que relatan «lo visto y lo vivido» como configuración de lo verdadero.

Sentido de la realidad

Por último, hubiese sido importante añadir algún análisis de estilo y pensamiento. Porque el mundo literario en lengua española, pero nacido en América, supone, además de una aproximación con propia identidad en el plano histórico-político y también en el de la creación personal, un perspectivismo crítico en relación con el devenir histórico y la manifestación de un personal y significativo papel individual, o en su caso, comunitario en la empresa. Como fue asentado como principio estilístico por Dámaso Alonso, un hombre que escribe y expone su mundo interior, pero, sobre todo, tiende a la recuperación del sentido de la realidad. Éste es el perfil literario inequívoco del hidalgo castellano Bernal Díaz que, al añadir «del Castillo», expresa que, en la conquista del México azteca no quiere, ni debe, quedar preterido: la estructura de su obra genial es novelística y, en consecuencia, épica. En cambio, las «Cartas de Relación» de Hernán Cortés no son una crónica más de la conquista de América –profundo e importante género estudiado por el profesor Victor Frankl, situándolo culturalmente entre la «Contrarreformas y el Manierismo»– sino, además del relato de ella, la exposición de lo que puede ser la nueva modelación política del Anahuac, centrado en la capital político-religiosa azteca, la ciudad de Tenochtitlán. Las «Cartas de Cortés» al rey Carlos I de Habsburgo, emperador V de Alemania, son de un hombre de Estado que expone cómo puede construirse un nuevo mundo histórico, mediante una estrategia de anticipación previsora, conjugada con la prudencia política equilibrada con la racionalidad. De manera que mientras Cortés presenta de modo simultáneo no sólo acción, sino también intención, lo hace como oferta comunitaria, mientras que Bernal Díaz formula la suya desde su propia necesidad de consideración individual en la gloria y la forma del hecho.

Existe una diferencia que se aprecia muy claramente en forma, intención y pensamiento. Cortés es un observador inmenso de la realidad nueva. Destaca las diferencias entre los habitantes de las islas del Caribe y los de alta cultura nahua. Bernal Díaz se atiene a sí mismo, sin preo-cuparle la exterioridad proyectada de todas las probabilidades cognoscitivas sobre sí mismo con un predominio de sentimientos íntimos sobre la razón política.