La Transición, desde la melancolía

La Transición política española ha generado una notable novelística, contando con el ya clásico Manuel Vázquez Montalbán o Isaac Montero –inolvidable su «Pájaro en una tormenta»– y más recientemente Belén Gopegui o Rafael Chirbes, quienes prueban el creciente interés por la revisión crítica del cercano pasado. Si Rafael Reig (Cangas de Onís, 1963) nos había emocionado con el enfrentamiento guerracivilista de «Todo está perdonado» (2011) y, en «Lo que no está escrito» (2012), planteaba inquietantes conflictos intergeneracionales, ahora, con «Un árbol caído», se adentra, entre la ficción y la realidad, en el tardofranquismo, la lucha de clases, los conflictos paternofiliales, las contradicciones del izquierdismo progresista de extracción burguesa, el oportunismo político, la liberación sexual, la demoledora presencia de las drogas en la juventud de los años ochenta o el fin de un sueño regeneracionista. Todo ello, situado entre 1962 y 2003, da pie a una novela de múltiples lecturas –intriga, crítica social, introspección psicológica, retrato moral– e insospechados desenlaces.

En una urbanización conviven varios matrimonios e hijos que compartieron el ideal de la democratización de nuestro país desde su clandestina militancia comunista. En 1979 les llega la noticia del inmediato regreso desde EE UU de un antiguo camarada. Sobre él recaen sospechas de delación y será Johnny, el hijo de uno de estos antifranquistas, quien, rememorando una simbólica partida de ajedrez, desentrañará más allá del planteado enigma las interioridades de un desengaño colectivo, el panorama de unas frustradas expectativas. Se hace frecuente referencia a un emblemático «árbol caído» en relación a la penosa etapa política final del presidente Adolfo Suárez, pero se trata de una metáfora del inflexible transcurrir del tiempo, que a todos nos encara, desde la perdida juventud, a lo que pudo haber sido y no fue. Melancolía, rememoración, tolerancia y agudeza crítica en una conseguidísima novela.