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Lou Andreas- Salomé, recuerdos de la mujer moderna

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Se recupera la excelente «Mirada retrospectiva», autobiografía de la pensadora, una de las más lúcidas de su siglo, y la amante de Nietzsche y Rilke.
Sobre Lou Andreas-Salomé (San Petersburgo, 186 – Gotinga, 1937) existe un conocimiento superficial que la convierte, a los ojos de la mayoría, en una mujer muy interesante puesto que cautivó a grandes hombres como Nietzsche, Rilke y Freud. Tras la lectura de su autobiografía se comprende perfectamente la capacidad seductora de una mujer que unía a su atractivo físico y su inteligencia, una sensibilidad y una calidez humana fuera de lo común. Lou Andreas-Salomé (LAS a partir de hora) organiza la mayor parte de sus recuerdos bajo el título de «vivencias». Ese vivir y experimentar que supone una vivencia es una muestra de la unión entre sentimiento y razón que constituye la esencia de la autora. Curiosamente la primera es «La vivencia de Dios» que acaba siendo la «desaparición-de-Dios» aunque en las últimas notas este aspecto no resulte tan claro. La segunda, «La vivencia de amor», está también muy relacionada con Dios puesto que su primer amor, contaba apenas 17 años, fue su preceptor, el clérigo Hendrik Gillot que estaba dispuesto a abandonar a su familia por ella. Tras estas dos vivencias llega la de la familia que recrea con suma expresividad la vida en el brillante San Petersburgo imperial. Su padre era general y recibió honores y compensaciones de los zares. LAS nació en una familia acomodada y fue la única hija y la más pequeña tras cinco varones. Su madre era de ascendencia alemana y esa fue la lengua de su infancia y la del resto de su vida, aunque, como era habitual, también dominara el francés. El ruso, apenas, porque el ruso solo lo hablaba el pueblo. En 1880 se inscribió para estudiar literatura y teología en la universidad de Zurich, la única de la época que admitía mujeres, y hubo que esperar a la aparición de Rilke en su vida para que llevara a cabo dos viajes cruciales a Rusia, sobre todo el segundo que fue vital para ambos.
El filósofo y el carro
Ella repite en varias ocasiones su deseo durante una etapa de su vida de organizarla «en tres habitaciones», conviviendo con dos amigos que se dedicaran como ella al estudio y reuniéndose en la cocina para compartir sus conocimientos. Este proyecto se iba a realizar en principio con Friedrich Nietzsche y Paul Rée, pero las pretensiones de Nietzsche eran otras, quería casarse con ella, y el proyecto no se llevó a cabo. Paul Rée, un personaje lamentablemente poco conocido, se marchó a estudiar medicina y dedicó su vida a atender a los pobres. La famosa foto en la que aparecen LAS, Paul Rée y Nietzsche tirando de un carro, mientras Lou hace ademán de fustigarlos con un látigo fue idea del famoso filósofo y LAS accedió, aunque le pareció ridícula.
Nietzsche aparece en las vivencias con los amigos como un hombre de carácter difícil. LAS escribió un ensayo sobre su obra que aquí analiza con un complejo rigor de conocimientos, como sucederá más tarde al hablar de Freud. LAS se hizo psicoanalista con él y practicó su terapia con numerosos pacientes. En los recuerdos de Rilke se lamenta de que «su Rainer» (ella le cambió su nombre: René) no hubiera podido beneficiarse de sus tratamientos. Sin duda son las páginas dedicadas a Rainer Maria Rilke las más hermosas de estos recuerdos. Vivieron un gran amor que tuvo su culminación en el segundo viaje a Rusia. Las poesías que dedicó a Lou y que se reproducen en el libro son bellísimas y LAS, en un estilo que a estas alturas del libro resulta familiar, aúna los sentimientos por el hombre con el análisis intelectual y religioso de su obra creando páginas rotundas e inolvidables.
Sabiduría reposada
Algo parecido sucede con Freud. Sus disquisiciones sobre el psicoanálisis son eruditas y complejas, pero la percepción del hombre nos muestra al Freud de su última y dolorosa etapa atacado por la terrible enfermedad. LAS escribió los recuerdos de su vida en los años 1931 y 1932 cuando ya había cumplido setenta y algunas partes se completaron ya cercana su muerte. Es, por tanto, una mirada retrospectiva desde la sabiduría reposada que ofrece la vejez en una persona de extraordinaria inteligencia que sabe, además, que las personas más importantes que atraviesan estas páginas ya no están vivas. La lucidez y la libertad que mostró toda su vida se acrecientan en estos momentos en que el conocimiento de que el final se acerca facilita la liberación de los recuerdos. Curiosamente lo último que trata es su matrimonio con el orientalista Andreas, una «soledad de dos» cuya «indisolubilidad» procedía «del ser y la naturaleza» de su marido, para paliar esa soledad, «en todos esos años hubo muchos viajes».
La lectura de sus opiniones sobre filosofía o psicoanálisis descubren a una mujer de gran inteligencia. Pero solo al adquirir la visión total de su persona se entiende que con tanta asiduidad se afirme que Lou Andreas-Salomé fue una mujer fascinante.