Crítica de libros

Mi insoportable hermana

J. R. Ackerley narra con desgarro su vida familiar en esta obra

Mi insoportable hermana
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El escritor J. R. Ackerley tuvo un padre, una perra y una hermana y ha escrito sobre el vínculo que mantuvo con cada uno de ellos en «Mi padre y yo», donde describe la doble vida de su padre, que fue capaz de tener dos familias al mismo tiempo y de llenarse de dinero importando plátanos a Inglaterra en «Mi perra Tulip», en el que narra el tierno y loco amor que le unió a Quennie, su insoportable perra Pastora Alemana, y en «Mi hermana y yo», recién publicado por Sexto Piso con prólogo de Andrés Barba y que se centra en la tormentosa relación de convivencia y conveniencia que Ackerley tuvo con Nancy, su única y, por momentos también insoportable, hermana menor. Nancy, por suerte, jamás supo que cuando su hermano murió en 1967 había dejado entre sus papeles un diario y que el destinatario era Francis King, la persona que se encargaría de todos su legado y a quien Ackerley le había confiado la publicación, una vez muerto, de «Mi padre y yo».

Viviendo sin obligaciones

Nancy, de todos modos, tampoco supo que ella, precisamente, era la protagonista de unas memorias en las que aparecía como una mujer infeliz y dependiente, acostumbrada a vivir sin obligaciones y a husmear en todo lo que escribiera su hermano, que tuvo la intuición de conservar a buen recaudo un manuscrito de semejantes características: Nancy murió en diciembre de 1979, tres años antes de que el libro fuera publicado.

«Tras grandes dosis de ginebra y vino, entre la cena y el cine, Nancy retomó sus sufrimientos pasados. Deseó tener un perro ella también, para poder querer a alguien y que alguien la quisiera a ella», dice en un pasaje Ackerley sobre Nancy, a la que detesta y soporta a partes iguales y a la que recrimina, entre otras cosas, que se comporte como una chiquilla. «Mi hermana y yo», en cualquier caso, no son únicamente unas sinceras y temibles reflexiones sobre una mujer difícil y compleja. También son el reflejo de un vínculo doméstico, íntimo y patético y con el que se puede hacer, más allá de todo, algo de literatura. O, como asegura el propio Ackerley: «Sea como sea, ésta es mi familia y con ellos es con los que tengo que relacionarme».