¿Miente John Irving?
«Pura diversión, se lee sin ningún esfuerzo», dice John Irving en la contracubierta de esta novela, y no se sabe si la frase del autor de «El mundo según Garp» es un elogio o una crítica feroz, porque lo que Irving exalta esta reñido con lo que, se supone, debe expresar la literatura: profundidad en los temas, cierto acuerdo con un lector que sabe leer y un proyecto narrativo que sea lo suficientemente maduro como para no ser destinado al consumo banal y al éxito puro. Pero hay libros así. Libros que no parecen escritos sino compuestos por muchas manos que han vislumbrado, en una trama de béisbol y amor, el futuro de un «best seller». Es lo que ocurrió con «El arte de la defensa», que ha vendidos más de 250.000 ejemplares y que, antes de ser publicado, ya había sido objeto de elevadas disputas entre agentes y editores, hasta que Little, Brown and Company finalmente desembolsó los 650.000 dólares que se pedían de anticipo e hizo un producto fácil de leer. Era de esperar. Una historia que se hunde en una pasión como es el béisbol y que entrelaza la vida de cinco personas a través de Henry Skrimshander, un talentoso jugador que llega a una universidad con el propósito de rescatar al equipo de una temporada atroz, no podía tener otro destino. El «The New York Times» la situó entre una de las diez mejores obras de ficción en 2011, la revista de la influyente Oprah Winfrey no dejó de hablar de la novela y de los diez años que pasó Chad Harbach escribiéndola, y escritores como Jonathan Franzen y John Irving no dudaron en contribuir para hacer de esta novela superficial un libro que se lee sin esfuerzo y que garantiza, como si fuera un valor, pura diversión.