Montalbano se ríe de la Policía
Salvo Montalbano cumple cincuenta y ocho años y se deprime cuando atisba la jubilación. En una nota final, Andrea Camilleri advierte que por la crisis de la vejez y las broncas nocturnas con su eterna novia Livia «no debe enfadarse con el autor, sino con las artimañas secretas de los planes editoriales». La extrañeza de que «Una voz en la noche» se publicara en 2012, cuatro años después de su escritura, alerta de que en esta novela el componente político tiene una explicitud desacostumbrada, algo que debió amedrentar a la editorial italiana. Se evidencia, además, en la elaboración estructural de la novela una solidez muy superior a títulos anteriores de Camilleri. En especial, la voluntad de implicar de forma abierta a los tres poderes en la corrupción general de la Italia siciliana.
Sea como fuere, con un tono más crepuscular, el comisario Montalbano sigue siendo más que nunca el personaje obsesivo, malhumorado, irascible y contestatario de siempre. Pero aquí su «nonchalance» llega a extremos de pasotismo que se advierte en una burla descarada de las timoratas jerarquías policiales. Los lectores que siguen sus novelas desde «La forma del agua» –veinticuatro títulos editados en castellano, más cuatro aún por publicar–, habituados a la rutina del autor consagrado, encontrarán aquí un Camilleri en estado de gracia. Acentuado por la comicidad de los tres policías ayudantes, sus «intocables», que funcionan en la narración como émulos de los hermanos Marx: el telefonista Cantarella, con su cantinflesca forma de hablar; el mujeriego Mimì Augello; y el eficaz Fazio, con complejo de registro civil, que sacan de quicio al comisario. Como es ya habitual, en la novela se respira la misma connivencia entre el poder político corrupto y la camorra, pero aquí amplificada por Camilleri, dispuesto a denunciar el temor de magistrados y policías ante la colusión político-mafiosa. Lo que en anteriores novelas era una falta de respeto a la estructura piramidal y burocratizada de la policía y su temor a la Justicia y la casta política comprada por la organización, aquí prevalece un aire de venganza de Montalbano ante esos superiores mendaces y depravados. El comisario y sus «intocables» han de ingeniárselas para burlar esas cortapisas con subterfugios para-legales, mucho cinismo y triquiñuelas para conseguir sus propósitos: que impere la justicia y los culpables, un ministro y un presidente provincial, paguen por sus crímenes.
Comedia napolitana
Lo curioso es que siendo similar a títulos anteriores, resulta mucho más incisiva y punzante. Como si Camilleri hubiera querido que esos viejos personajes de la saga, por una vez, se mostraran ante sus lectores con un rigor ético muy superior. Ligeros pero conscientes de que su labor es la verdad y poner en su sitio a los corruptos y mafiosos con los que les ha tocado convivir muy a su pesar. Lo cierto es que en el libro, Camilleri quiere que además de eficaz sea veraz, sin renunciar a todos esos personajes de comedia napolitana que dotan a sus aventuras de afabilidad y divertimento. Incluso la trama, dentro del género de la novela-enigma, tiene una complejidad desusada y la narración un nervio que hace de su lectura un placer recobrado.