Oro sucio
Dice el inspector Alarde: «Regla de oro, el pago de la deuda por encima de todo y de todos». Y esta situación social donde las cosas se supeditan a los intereses del capital y los bancos se entrecruza con el asesinato de unos joyeros que se dedican a la compra de joyas, que convierten en oro. El oro, así, como símbolo solar pero también sangriento y especulativo, se transforma en la última novela de Juana Salabert en la parábola, situada en la obra en 2012, de una alquimia pero al revés: de una España donde el oro de las ilusiones y de los valores humanistas se ha ido convirtiendo en plomo social, como en la trilogía de Márkaris. Salabert siempre ha destacado en su obra, desde «Mar de los espejos» a «El bulevar del miedo», por dos características esenciales: la construcción compleja de personajes y el uso del lenguaje donde la verosimilitud va acompañada de un especial cuidado lingüístico. Pues bien, aquí estos extremos alcanzan un nivel de perfección donde la facilidad de la lectura –imprescindible en el género negro– no ha reducido el trabajo que siempre dedica la autora al texto. El personaje del inspector Alarde (de sangriento pasado familiar, realiza un cierto homenaje a Maigret, pero también con huellas de citas a Machado o a las aventis de Marsé), su ayudante, el amigo escritor, los joyeros y sus familias, construyen un edificio humano donde cada puerta da a un alma diferente y de abismos extraños.