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Que paren los golpes a esta mujer

larazon

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Katharina Winkler (Viena, 1979) debuta en la novela con una historia real y terrible, la de una musulmana de origen kurdo que emigró a Occidente y que la autora conoció. La protagonista es Filiz y cuenta ella misma su vida, lo que observa, lo que desea, lo que piensa. Crece con diez hermanos en un pueblo de Turquía donde todas las mujeres llevan un «cárdeno adorno», unas veces visible y otras no, que ocultan con vergüenza. Filiz espera que un día el suyo sea de los más claros. En realidad son cardenales, los moratones que dejan en la piel los golpes recibidos por sus maridos. Siendo una niña de trece años huye con un chico de quince con el que se casa, convirtiéndose en su sirvienta y en la de una suegra despótica. La misma noche de boda comienzan los malos tratos, que alcanzan una crueldad espeluznante, y también las humillaciones de todo tipo. Tiene tres hijos y su vida se reduce a la monotonía de un trabajo agotador y las continuas palizas que la llevan a menudo al borde de la muerte. El golpe se convierte en la unidad de medida de su vida. La unidad más pequeña es el golpe y según con qué se den y dónde los reciba valen un punto, dos, cuatro... hasta ocho. También calcula cuántos tiene que recibir ella para evitar uno a los niños. Cuando emigran a Austria solo cambia el carácter de su marido, cada vez más violento. En una ocasión ella acaba en la cama de un hospital. Cuando vuelve a casa está tan rota que le advierte al marido que tendrá que matarla de un solo golpe.
El gran mérito de la autora es que ha conseguido escribir una historia tan dura con un estilo muy especial. Ha encontrado el lenguaje adecuado: frases breves, sencillas y entrecortadas que transmiten el dolor, «Golpe. A golpe. Golpe. A golpe», con un tono poético, que hipnotiza, emociona y nos acerca a esa mujer llamada Filiz que será difícil olvidar.