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Sanjurjo, un golpe ficcionado

larazon

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Escribió hace años el historiador Cuenca Toribio que era preciso que los académicos dieran la batalla para poner freno a los desmanes de la novela histórica, separando dicho género de la historia novelada. La llamada tiene sentido porque no es lo mismo ambientar un drama en la Segunda República, como hace Almudena Grandes, y solazarse con las licencias literarias para que encaje con un discurso político, que novelar un episodio histórico de forma rigurosa, al estilo de Robert Graves o Marguerite Yourcenar. El problema es que el lector común no distingue la ficción de la Historia, y puede ser víctima de la manipulación.
La historia novelada que presenta Luis María Cazorla sobre la gestación, desarrollo y fracaso de la rebelión del general Sanjurjo cumple con su cometido. No se aparta de los hechos conocidos sobre la reacción a las medidas del gobierno de Azaña y la red que tendió Sanjurjo en varias ciudades. No falta en el relato la retirada del general Franco, comprometido con los golpistas, quien esperó hasta el último momento, como en julio de 1936. El malestar entre los grupos conservadores, incluso los desencantados con la República, como Sanjurjo, está bien descrito en la obra de Cazorla, además los diálogos ilustran la circunstancia y la formación de los personajes.
El ambiente de Madrid, entre ilusiones y rencores, sueños y conspiraciones, cafés y despachos, recuerda al de Camba, Pla, Chaves Nogales o Barea. Quizá por ello en la novela se percibe que Sanjurjo era, por méritos de guerra, el inspirador de los militares africanistas, como Millán Astray, Mola y Franco. No olvida el autor que la conspiración contó con el apoyo de los carlistas de Fal Conde, quien aseguró después que la «sanjurjada» permitió planificar mejor el golpe del 18 de Julio.