Literatura

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Sherlock Holmes toca fondo

Bonnie MacBird dibuja a un detective drogadicto en «Arte en la sangre»

Sherlock Holmes toca fondo
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Desde que Sherlock Holmes ha entrado en el dominio público se suceden los pastiches sobre el famoso personaje de Sir Arthur Conan-Doyle. Tal fue su fama que en pleno éxito de sus aventuras comenzaron a editarse numerosos, como el de Maurice Leblanc, en 1906, en el que mezclaba al detective inglés, rebautizado como Herlock Sholmès, con su personaje, el ladrón de guante blanco Arsenio Lupin, en lo que se conoce como «crossover ficcional», moda muy extendida actualmente, sobre todo entre los cultivadores del «steampunk» victoriano, donde se encuentran autores con héroes de ficción. Desde entonces se han sucedido los homenajes y estudios sobre el detective, tanto universitarios como de los friquis que editan sus «fandom», hasta convertirse en un corpus hermenéutico tan denso que resulta imposible seguir las pistas de los estudios holmesianos y los pastiches sherlockianos.

Este fanatismo se debió tanto al impacto mundial de Sherlock Holmes como a la negativa del autor a proseguir sus aventuras. Harto de su fama, en 1891 decidió dar muerte a Holmes en las cataratas Reichenbach, junto al malvado Profesor Moriarty, aunque posteriormente tuvo que resucitarlo en nuevas aventuras que a sus lectores siempre les supieron a poco, razón por la que, periódicamente, escritores reconocidos aportaron al canon un sinnúmero de aventuras y sátiras como no ha ocurrido con ningún otro héroe de la literatura, añadiendo esos centenares de títulos que el autor escocés se negó a escribir en vida.

- Fama mundial

Coincidiendo con una nueva aventura, «Arte en la sangre», escrita por la guionista de «Tron» Bonnie Macbird, convendría reseñar la recopilación que Stephen King, Stuart Kamismki y quince escritores más dedicaron en el centenario de la aparición de «Estudio en escarlata», en 1987, donde se incluían dos de los disparatados relatos cortos de «Las novísimas aventuras de Sherlock Holmes» (1928), de Enrique Jardiel Poncela, que resumen la fama adquirida por el personaje y su autor dos años antes de su muerte, en 1930. Toda esta idolatría es la prueba de la importancia del personaje y de su panegirista, el doctor Watson, no de la calidad de esas nuevos pastiches de Sherlock Holmes, que como «Arte en la sangre» adolecen de la genialidad de su autor, Conan Doyle.

Bonnie Macbird es una excelente narradora de intriga. Se mete con soltura en la era victoriana y recrea el mito con solvencia y elegancia «british». En este pastiche confluyen figuras históricas como Toulouse-Lautrec, una cantante de «Le chat noir», aquí nombrada Chérie Cerise, y un pariente del mítico Vidocq, en un relato escrito por Watson sobre un Holmes depresivo, enganchado a la cocaína y vulnerable. Relato encontrado casualmente dentro de un tratado sobre la cocaína que vapulea al detective hasta casi matarlo por culpa de su sádico hermano Mycroft Holmes.

Un elegante retrato crepuscular de un masoquista Sherlock Holmes poco relevante en cuanta a la trama y las peculiaridades canónicas del detective pero afinado en la lectura de la época y los personajes secundarios, que se lee con interés, pero sin la pasión que rezuma el original.