Tras los pasos del padre suicida
Escribir sobre el padre es casi un género literario en sí mismo. Desde Homero hasta Kafka, desde J.R.Ackerley hasta Paul Auster, o desde Donald Barthelme hasta Karl Ove Knausgård (por nombrar solo algunos de una larga lista) son muchos los autores que, tarde o temprano, tuvieron que vérselas, en algún momento de sus vidas o de su escritura, con esa figura (un poco incómoda, a veces) ante la cual, siguiendo el precepto psicoanalítico, solo cabe ir más allá. El periodista argentino Martín Sivak no ha sido, en este caso, una excepción, y decidió, él también, indagar en su propia historia familiar y escribir un libro excelente que orbita alrededor de su padre: el banquero Jorge Sivak, que el 5 de diciembre del año 1990, el mismo día en que el Banco Central de la República Argentina formalizó la quiebra de su banco, se lanzó al vacío desde el piso dieciséis de un edificio del centro de Buenos Aires y se llevó consigo todas las razones que motivaron su acto.
Secuestro, cárcel y exilio
El suicidio de Jorge Sivak no fue, en aquel tiempo, un caso menor. Pocos días antes, los llamados «carapintadas» (militares nacionalistas de ultraderecha que reivindicaban su participación durante la dictadura cívico-militar y exigían la finalización de los procesos judiciales iniciados contra ellos) habían puesto en jaque al gobierno de Carlos Menem después de haber hecho lo mismo, en dos ocasiones, con el de Raúl Alfonsín. Dentro de ese contexto, su suicidio, como era de esperar, ocupó las primeras planas de los periódicos. Mucho más si se tiene en cuenta que su hermano, el empresario Osvaldo Sivak, había sido secuestrado y asesinado cinco años antes por la «banda de los comisarios», aunque su cadáver tardó un par de años en aparecer.
Martín Sivak, que a la muerte de su padre tenía quince años, recompone en este libro, a través de los fragmentos que ofrecen la memoria y la memoria del amor, pero también gracias al testimonio de quienes lo conocieron personalmente, no únicamente la vida de su padre (un hombre generoso, muy poco hábil para los negocios, que en su juventud fue dirigente de la Federación Juvenil Comunista y luego abogado defensor de presos políticos y que padeció, por defenderlos, la cárcel y el exilio), sino también la vida de su abuelo Saúl (que gracias a la habilidad mercantil y a los fondos secretos del Partido Comunista logró crear un pequeño imperio familiar) y, por supuesto, la suya propia: la de un hombre sin padre que, después de cuarenta años, busca respuestas donde no hay, tal vez, no sean nada más que preguntas lo que anda buscando.