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Un detective entre fogones

«Best-seller» internacional. Andrea Camilleri recupera a Montalbano con su nueva novela, «Juego de espejos»
larazon

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Dicen que lo que define a la novela policiaca mediterránea es la cocina y la pasión por las recetas de la «mamma». Cierto. Pero también en la liviandad de sus argumentos, la sencillez de las intrigas y el cinismo, a veces rayano en la comicidad, de los comisarios protagonistas. Luego, cada cual tiene su propio estilo literario. Mientras Leonardo Sciasccia es la conciencia crítica de Italia con sus denuncias de la corrupción política y la violencia mafiosa, Andrea Camilleri se abandona de forma hedonista a una literatura más convencional, repleta de guiños al cine y la literatura, dispuesto a entretener. Es un hecho que el inspector Montalbano es un homenaje al escritor M. V. Montalbán, en que la cocina y la comida tiene por primera vez un lugar destacado.
Unos buenos «gourmets»
Eso no significa que antes el inspector Maigret no utilizara la cocina como elemento definitorio, especialmente la sopa de cebolla, pero es evidente que la moda culinaria en la novela negra es un rasgo posmoderno típico del mediterráneo. Lo utilizan Dona Leon y su inspector Brunetti con la cocina del Véneto Maurizzio de Giovanni y el comisario Ricciardi, con la cocina napolitana Camilleri con sus famosos «aranciatti» y la «melanzane parmigiana», o Markaris con los tomates rellenos. Escribía Montalbán que «cocinar es una metáfora de la cultura y su contenido hipócrita». En realidad, sin tantas pretensiones, la cocina es sólo un rasgo de estilo. Lo determinante es el planteamiento, inicialmente político, de la novela policiaca posmoderna, a partir de Maj Sjöwall y Per Wahloö, seguidos por los mediterráneos y luego los nórdicos en la denuncia de la corrupción política y las mafias, desde la perspectiva de viejos militantes de la izquierda totalitaria reciclados en socialistas al caviar.
En la serie de Montalbano, la mafia ocupa un lugar destacado en la imaginaria ciudad de Vigàta. Pero lo esencial es la facundia y el hedonismo con los que el comisario se toma la investigación. Juzgar a Camilleri del mismo modo que a De Giovanni o Sciascia sería una equivocación. Camilleri juega con la literatura y con el lector de forma amable, a veces con descaro y ligereza, pero tratando de construir un buen relato. Su saga de 31 títulos es como las novelas de quiosco, sin más pretensión que pasar un rato con unos personajes que se hacen reconocibles desde la primera página. Un don que no hay que menospreciar, la facilidad para conectar con el público. De ahí que Andrea Camilleri siga siendo desde 1994 uno de los máximos vendedores de novela policiaca de Italia y parte del extranjero.