Un largo día
Pedro Mairal (Buenos Aires, 1970) ha escrito un libro de lectura fácil y rápida y asimilación lenta y provechosa porque hay mucha vida condensada en esta novela breve. Lucas Pereyra es un escritor en la cuarentena que viaja de Buenos Aires a Montevideo para cobrar allí sus derechos de autor con mejores condiciones de cambio de moneda y, de paso, encontrarse con una joven a la que conoció meses atrás en un encuentro literario. La frustración planea sobre toda su vida: su matrimonio, el trabajo, la economía, y hasta la relación con su pequeño hijo. Nada nuevo, en principio, pero este sorprendente libro es de los que demuestra con una habilidad asombrosa que en literatura lo que importa es siempre el «cómo», y Mairal lo ha conseguido al condensar la historia en un solo día, utilizando la primera persona alternada con monólogos, haciendo juegos con el lenguaje, flashbacks , referencias literarias, aflorando sentimientos. Todo aderezado con humor y manteniendo la intriga hasta el último momento en una obra muy cinematográfica que no deja de crecer con un ritmo de vértigo.
Es una historia que habla de amor y deseo y de las diferentes formas que puede adoptar una familia en esta época nuestra, de cómo el dinero condiciona nuestra vida, de la paternidad, de la fidelidad. «Dos puntas tiene el camino y en las dos alguien me aguarda», decía una vieja canción argentina. A Lucas le espera una sorpresa en Montevideo y otra en Buenos Aires. El lector le acompaña gustoso en su viaje iniciático a los cuarenta y cuatro años, descubriendo con él que «nadie es solamente una persona, cada uno es un nudo de personas», por eso hay que desenredarlo alguna vez y por eso las dos últimas palabras de esta brillante novela son «Soy yo».