Novela

Una detective tacaña y quijotesca

Sue Grafton retoma la longeva serie de Kinsey Millhone con su novela «X de rayos X»

Una detective tacaña y quijotesca
Una detective tacaña y quijotescalarazon

A estas alturas de la longeva saga de la detective Kinsey Millhone, protagonista de la serie «El alfabeto del crimen», resultan evidentes las similitudes entre Sue Gratton y su carismática detective, reconocidas por la autora en «Kinsey y yo». Numerosos personajes de sus novelas reproducen historias de madres alcohólicas o inestables que se suicidan y un deambular chismoso por las vidas privadas y la intimidad de los habitantes de Santa Teresa, cuyas ambiciones e historias secretas son puestas en evidencia por esa voraz narradora de la vida cotidiana que es Sue Grafton. Esta archipopular serie está escrita en primera persona, desde la perspectiva de Kinsey Millhone y, aunque avanza un año por libro, desde 1982 que publicó «A de adulterio», se ha detenido en 1986 sin decidirse a dar el salto al presente. Lo cierto es que aunque la detective no llega a los cuarenta años, su forma de pensar y de actuar es la de una jubilada de 80, la edad de la autora.

Se agradece el esfuerzo de mantenerse en ese tiempo detenido y seguir las pautas del «hard-boyled» tradicional de Lew Archer y Philippe Marlowe, dos detectives tan trabajadores, irónicos y persistentes en sus pesquisas como Kinsey Millhone, que, al igual que ellos, merodea, entrevista y sonsaca con ingenio a unos personajes que dibuja con la precisión de una maestra consumada del retrato psicológico con trasfondo social.

Sus novelas se leen con la avidez de quien entra en un mundo cotidiano tan confortable como reconocible y querido. Indaga sus vidas de forma tan vivaz como si fueran tus propios vecinos, mostrándolos sin tapujos en su cotidianidad.

Falta de ética

Kinsey Millhone es una excelente narradora de su mundo, que, como en las novelas de Agatha Christie, abarca un ámbito cercano pero rico en incidentes y aventuras. Ha forjado su personaje a base de bondad e intransigencia por la falta de ética y responsabilidad de los demás, y cuando juzga es tan severa que le cuesta reconocer sus errores. Ese rasgo la humaniza, de forma que sus análisis intuitivos sobre los casos que investiga y la experiencia policial que acumula la convierten en uno de los émulos femeninos más brillantes de los clásicos detectives californianos.

Sus novelas se han publicado en 28 países y han sido traducidas a 26 idiomas. Aunque vive en Santa Bárbara (California), la acción de sus novelas transcurre en Santa Teresa, en homenaje al Ross Macdonald de «Blanco móvil». Una obra maestra que la ganadora del premio que lleva su nombre no suele seguir a rajatabla. Le gusta mezclar varias historias, perderse en ellas y añadir mucha información secundaria que despista al lector. Como si prefiriera cultivar más ese mundo ficticio que ha creado para la detective que la investigación criminal que inicia en cada volumen.

Al final, como en el caso de «X de rayos X», es más interesante la peregrinación de la detective por su mundo que los casos planteados y resueltos de forma un tanto precipitada y buenista. Atrás han quedado los años en los que Gratton revolucionó el «domestic noir» con una de las primeras mujeres detective, Kinsey Millhone: terca, solitaria, descuidada, tacaña, leal, quijotesca y autosuficiente, como esas feministas progres colgadas del pasado. Un personaje clave en la evolución de la novela policiaca.