Vázquez-Figueroa vuelve a la arena
Sin duda es un acontecimiento literario la vuelta de Alberto Vázquez-Figueroa al desierto del Sáhara y la recuperación del relato que le dio fama internacional: el mundo de los «hombres azules». Treinta años después de publicar su mítica novela «Tuareg», regresa a las arenas del desierto, esta vez, no para narrar sus ancestrales costumbres y el peligro de desaparición de su cultura, sino para centrarse en el peligro yihadista y la barbarie que representa para la convivencia pacífica de los pueblos que conforman esa vasta extensión de dunas y arena que se extiende desde el Sáhara occidental hasta Egipto, incluyendo el Sahel, un cinturón delimitado por Mauritania, Mali, Nigeria, Chad y Sudán, en continua ebullición.
Intrigas exóticas
Vázquez-Figueroa representa el triunfo de uno de los primeros escritores españoles en el género de aventuras e intriga exóticas. Sus «best-sellers» nada tienen que envidiar a los extranjeros y, sin lugar a dudas, es un referente internacional, ya sea por tratar de forma seria y concienzuda temas tan conflictivos como el tráfico de esclavos en África, «Ébano» (1975), como los gamines colombianos en «Sicario» (1991). Pero además de su faceta de combativo periodista metido a narrador de denuncia social, Vázquez-Figueroa es un todoterreno de la gran novela de aventuras con intrigas exóticas, que van desde «Viracocha» (1980) hasta la saga de «Cienfuegos» (1987), protagonizada por un joven guanche que embarca con Colón en su iniciático viaje a las Indias en 1942 y sus aventuras en el Nuevo Mundo.
Puede decirse que Vázquez-Figueroa es uno de los primeros autores de «best-sellers» que pusieron de moda la novela histórica y de los pocos que supieron ver el inmenso y desaprovechado caudal de la conquista de América y el choque cultural que supuso la colonización en sus mismos comienzos. Como Pérez-Reverte, puede considerarse el mejor exponente de la literatura popular, maestro de la intriga, los giros imprevistos y la modernización del mencionado género alejada de los añejos modelos románticos.
De «El último tuareg» puede decirse que vuelve a aparecer el Vázquez-Figueroa más genuino. Sin pretensiones culturalistas, lo que no significa ausencia de un concienzudo trabajo de investigación etnológico y periodístico en su apreciación geopolítica del problema del yihadismo y sus consecuencias en esa zona deprimida y paupérrima de África, ni carencia del empaque literario pop que siempre tienen sus novelas. Intriga bien dosificada, acción a raudales; personajes dibujados con nitidez y continuos giros narrativos. «El último tuareg» está narrada con una prosa transparente y estilizada, adecuada para deslizarse por la novela hasta su conclusión con la pasión de quien ha sido seducido desde la primera frase. Un clásico del best-seller de aventuras exóticas inigualable.