Zweig quiere salvar a Roth
En 1936, Stefan Zweig tiene 53 años y es una estrella mundial de la literatura. Sus libros son superventas mundiales, posee un castillo en Salzburgo y es un hombre rico, pero el Partido Nacionalsocialista ha empezado a quemar sus obras en la calle y ya no puede publicar en Alemania. Su matrimonio no funciona y decide pasar el verano en Ostende con su secretaria, Lotte Altman, la mujer que le acompañará hasta el final.
Su amigo Joseph Roth tiene diez años menos. Es un periodista y escritor de éxito. Vive en hoteles, es extrovertido y gran bebedor. Sus libros son quemados y prohibidos enseguida y Roth se convierte en un hombre desdichado, pobre y suspicaz, obsesionado con la vuelta de la antigua monarquía austríaca. La amistad entre ambos se ha ido forjando a través de cientos de cartas. Roth se queja de su situación, siente un gran cariño por Zweig y necesita verle. Su amigo le ayuda, le manda dinero y le invita a pasar el verano en Ostende, creyendo ingenuamente que la Ley belga contra la venta de alcohol le ayudará a dejar la bebida y dedicarse a escribir.
Volker Weidermann, profundo conocedor de la obra de ambos, ha indagado en su vida y su correspondencia para recrear ese verano al sol de Ostende de forma amena y a veces conmovedora, con estilo sobrio y sugerente, reproduciendo a menudo fragmentos de la correspondencia entre ambos. Es el último momento de felicidad antes del gran desastre, de que la vieja Europa se desintegre y desaparezca. Roth, el santo bebedor, murió en mayo de 1939 y Zweig escribió: «Nosotros los exiliados no llegamos a viejos: lo he querido como a un hermano». Él se suicidó en febrero de 1942 en Brasil. En estas páginas palpita una parte del mundo de ayer, cuando la amistad, las tertulias y el amor todavía eran posibles.