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Mariluz Escribano: el canto de la Memoria.

La poeta granadina escribía lo que su corazón albergaba y no podía contar a nadie como ejercicio contra el olvido. Sus versos estaban en un cajón porque le hicieron creer que a nadie le interesaban.
Alicia Romay

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Cuesta mucho no estremecerse al descubrirlas y aún más, cuando se trata del velo que ha cubierto sucesos terribles. Mariluz Escribano fue una pionera en el oficio de escribir para informar, de escribir para anunciar, para transmitir o para contar aquello que ella veía, pero no lo hizo cuando quiso, sino cuando pudo. O más bien cuando el miedo familiar y los prejuicios sociales se lo permitieron.
La escritora trabajó en prensa desde 1958 hasta 2019. Tiene seguramente, una de las más largas trayectorias periodísticas sin distinciones de género, pero más siendo mujer en su época, de España. También fue pionera como docente, profesora en Estados Unidos en el momento preciso del movimiento de los derechos civiles y en el College donde estudió Coretta Luther King; fue activista, ciudadana y escritora silenciada, hija de fusilado cuando ella solo contaba con once meses, Agustín Escribano, su padre, por ser el Director de la Escuela Normal y represaliada (Luisa Pueo y Costa, que fue su madre, la sobrina de Joaquín Costa), pero su infancia fue algo que nadie podría imaginar en los tiempos que vivimos. Desterrada de Granada con su madre, después de que a su padre lo fusilaron cuando ella tenía once meses, el pecado de su progenitor fue ser el director de la Escuela Normal. La pérdida, la tragedia, la memoria, pero sobre todo el perdón y la conciliación, fueron su forma de crecer y sobrevivir. También de dejar un legado poético ejemplar, comprometido y de concordia.
Charlando con Remedios Sánchez García, Investigadora Principal I+D+i LAS OLVIDADAS y Presidenta de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios, que conoció bien a Mariluz, el corazón se estremece cuando recuerda lo que la escritora le contaba sobre cómo se vivía en aquellos tiempos de tanta represión. Ella quería comunicar, por medio de sus poemas, lo que había vivido diciendo la verdad. Sin ajustar cuentas.
“Mariluz fue una mujer libre que no permitió que se pervirtiera su discurso literario de concordia sometiéndolo a un patrón ideológico; es decir: memoria sí, para no repetir los errores del pasado y para ello cuenta cómo fueron los hechos, incluido que a su padre le avisa de que lo estaban buscando Ramón Ruiz Alonso (sí: el asesino de Federico García Lorca- Federico era amigo de su padre y Ruiz Alonso su vecino-)” subraya Remedios. De hecho, a la vuelta del destierro de Granada, quienes ayudan a criar a la niña Mariluz Escribano, son los primos de Federico García Lorca, dueños de la Huerta del Tamarit, y guardeses de la Huerta de San Vicente de la que se marchó la familia García Lorca.
Mariluz empezó a escribir poesías desde el año 1958, pero no empezó a publicar hasta el año 1991 por el pánico que tenía su madre de que le sucediera algo irreparable, como le sucedió a su padre, Mariluz era su única hija: “Y le pidió que no dijera nada”, destaca Remedios en nuestra charla. Mariluz publicó por primera vez sus versos cuando su madre ya había fallecido; tenía ya 58 años, obviamente, no pertenecía a ningún grupo, era una absoluta desconocida: “¿Y quiere ocupar un espacio entre nosotros si pertenece a otra generación?” comentaban en el ambiente literario de aquel momento.
Las dificultades con la que se encontró Mariluz en Granada fueron enormes, comenta la presidenta de la Asociación Andaluza de Escritores y Críticos Literarios: “Los grupos de poder no aceptaban que a esa edad y siendo mujer, se incorporara como escritora”, subraya.
A pesar de los inconvenientes, siguió escribiendo y sus libros se agotaron, la gente empezó a descubrir la historia por medio de sus versos, pero los críticos literarios y los poetas de aquel entonces no dijeron nada, en torno a ella solo había silencio.
A Mariluz nada la vencía, su cuarto libro lo envió a una institución de Granada, pero nunca tuvo respuesta ni recibió ningún comentario. Remedios Sánchez, conoció a la escritora en el año 2002 y en el año 2013 y en uno de esos encuentros encontró un libro metido en un cajón, y al preguntarle por él Mariluz contestó que ese libro de poemas a nadie le había interesado.
El poema “Los ojos de mi padre” de Mariluz Escribano, del libro que estaba metido en un cajón de su casa, refleja lo que supuso la guerra civil española, visto desde la mirada de “Las Vencidas” y ganó el Premio Andalucía de la crítica cuando tenía 77 años. Remedios hace hincapié que, en la obra de Escribano, que va de 1958 a 2019 aunque no publica hasta 1991, no hay rencor ni voluntad de revancha porque lo suyo era abrir puertas al futuro, intentar que se tomara conciencia de la necesidad de cambiar patrones de conducta para romper las luchas fratricidas y la idea de las dos Españas y agrega: “Mariluz tiene por esto, una identidad propia que se ajusta a su personalidad de inmensa mujer poeta y, ahora, por fin, ocupa un lugar en el canon de la poesía española para erigirse en la voz de la memoria en un tiempo de cunas/ mecidas por el viento de la guerra, (como escribe en Umbrales de otoño, 2013), pero no en una memoria que ahonda en el rencor, ni en el odio, sino en una memoria serena y nostálgica por lo que pudo haber sido y no fue, desde la conciencia de que ahora es tiempo de paz./De paz y de memoria (El corazón de la gacela, 2015)”.
Al final va a ser verdad que, como escribe Bloom: “Toda poderosa originalidad literaria se convierte en canónica”. Seguramente ahí reside la verdad de esta justicia poética que por fin alcanza a Mariluz y que según Remedios “la convierten en una de las figuras indiscutibles de la poesía española del último medio siglo”.

ANDALUCÍA REIVINDICA A MARILUZ ESCRIBANO, LA POETA DE LA MEMORIA Y LA CONCORDIA CIVIL

En un acto muy concurrido llevado a cabo en el Archivo Histórico Provincial de Sevilla se presentó la poesía completa de la escritora granadina, publicada por Cátedra.
Mariluz Escribano (Granada 1935-2019), Autora Clásica Andaluza y Premio Elio Antonio de Nebrija de las Letras, fue durante muchos años una poeta silenciada por el perfil de su obra y su claro compromiso con la memoria de lo que supuso la guerra civil desde la mirada de los vencidos. La visibilización de lo que representa una trayectoria de rotundo compromiso ético y estético le llegó a la escritora en los últimos años de su vida gracias a poemarios como Umbrales de otoño (Premio Andalucía de la Crítica), El corazón de la gacela o Geografía de la memoria.
En relación a su obra, la crítica literaria Remedios Sánchez la define como “la mejor heredera de Machado, la voz que nombra el dolor inmenso de la guerra y sus consecuencias con una palabra mesurada y, a la par rotunda, clara y serena, siempre en pie de paz, sin que eso signifique olvido porque ella siempre consideró que resultaba imprescindible explicar la tragedia inmarcesible de lo sucedido y las consecuencias nefastas de los extremismos. Su obra reunida es un descubrimiento del que sentirnos orgullosos, un rescate necesario, tanto desde el punto de vista histórico como mujer pionera en diferentes ámbitos como desde el punto de vista literario, por su que va a calar en los lectores normales. Mariluz Escribano hizo de los valores de la democracia su bandera. Su memoria es una memoria que, sin rencor, habla al futuro, a la ciudadanía en general y a quienes tienen la responsabilidad de representarnos en las instituciones. Sin eufemismos pero sin odio, poniendo nombre a la verdad de un tiempo que pudo hacer de ella una mujer resentida pero que, por su altura moral y sus valores, la convirtió en esa voz serena de los vencidos, en una víctima que hizo el gran esfuerzo de ejercer de testigo para la posteridad con su poética. Mariluz, con una obra que la avala para abanderar la poesía cívica en España, con su mirada clara y con una honestidad ética y estética magistrales, no hace política con su obra; hace ciudadanía que sea capaz de pensar en libertad y llama a la unidad frente a lo que supuso tanta sangre derramada y tanto sufrimiento. No existe otra autora que haya seguido esa línea ética-estética y eso es lo que la convierte en imprescindible guía para comprender de dónde venimos y hacia dónde queremos avanzar”.
ALGUNAS OPINIONES SOBRE MARILUZ ESCRIBANO:
Raúl Zurita (Chile, Premio Reina Sofía y Premio Federico García Lorca) sobre el poema ‘Los ojos de mi padre’: “Mariluz Escribano ha escrito una de las elegías más conmovedoras que nos muestra nuestra lengua y, a la vez, es la humanidad entera la que se hace allí presente porque no se mata a un hombre una sola vez, se lo mata infinitas veces, se lo mata en cada minuto y segundo en que ya no está y en cada centímetro de la tierra que ya no pise. Se lo mata frente a los otros muertos y frente a los ojos llorosos de los vivos. Si este poema de Mariluz Escribano nos conmociona es, entre muchísimas otras razones, porque la poesía no puede oponerle a la vastedad del crimen, sino el hilo extremadamente delgado y tenue de su amor y compasión, como también de un posible, hipotético consuelo que todos necesitamos por nuestros propios caídos, por nuestros ejecutados, por nuestros desaparecidos.
Antonio Gamoneda (España, Premio Cervantes), sobre su poema ‘Desde un mar de silencio’: “Comienza invocando la mirada intacta del niño. Otorga poder testimonial y visión del futuro a un ser elegido en razón de su inocencia y de la propia ternura de la poeta. Rozamos así dos capítulos de la clasificación: la realidad natural y la sentimentalidad. […] Mi lectura reconoce aquí la voz desolada de una poeta de gran sensibilidad que recuerda la vida personal e histórica desde su compromiso con la tradición, pero también con el futuro. Interiorización de la realidad y sentimentalidad dolorosa están claramente en sus bases, en su conducta creativa, en su definición como poeta.”
Gioconda Belli (Nicaragua, Premio Casa de América y Premio Sor Juana Inés de la Cruz), sobre su poema ‘Los niños soldado’: “poema de una admirable contención y belleza. Sus imágenes logran, con enorme sencillez y honda poesía, trasladarnos a ese escenario, casi desde el punto de vista de los propios niños. A través de sutiles contrastes, consigue conmovernos hasta las lágrimas. Pienso en imágenes como: su pequeñez de almendras, el arma bajo la almohada de sus sueños infantiles, las estrellas, y el juego de muerte donde, a pesar de todo, no pierden su inocencia, su alegría de ángeles guardadores de la vida. Es un gran poema, de una gran poeta.”
Luis García Montero (Premio Nacional de Literatura y Premio Nacional de la Crítica): “La generosidad con la que dialogó conmigo Mariluz habla, claro, de su amistad, pero también de esos vínculos que reúnen a los lectores de la poesía con algunas palabras verdaderas. Y yo, amigo y lector de Mariluz, agradecí mucho no sólo que me dedicara un poema, sino que lo hiciera como poeta-lectora para decirme que se había puesto en mi lugar y que los dos compartíamos un mundo de meditaciones, tristezas y esperanzas”.
Raquel Lanseros (Premio Nacional de la Crítica): Mariluz Escribano, ejemplo de resistencia ante la ignominia, reviste su palabra poética de concordia y nos ofrece, limpia, la posibilidad de la paz. Una paz verdadera, con la mano tendida, sin rencor y sin hiel. Pero para el futuro, una dulce advertencia: no cometamos el error de olvidar, recordemos con calma, con generosidad, recordemos con honra. Porque solamente donde hay memoria puede existir la paz.
Luis Alberto de Cuenca (Premio Nacional de Literatura y Premio Nacional de la Crítica): “Mariluz utiliza el soneto con una naturalidad, una eficacia y un saber hacer que la convierte en una sonetista excepcional”.