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Edith Stein: la filósofa judío católica que murió en Auschwitz
He aquí la biografía de una mujer excepcional que vivió una conversión del judaísmo al catolicismo hasta padecer los campos del nazismo

En el año 2015 llegó a nosotros una voluminosa biografía de Virginia Woolf, en la editorial Taurus, de la argentina Irene Chikiar Bauer, que penetraba con grandes conocimientos en la vida de la autora inglesa. Era un recorrido bien completo por la vida de alguien tan brillante intelectualmente como vulnerable desde el punto de vista emocional, dada la dolencia mental que la condujo al suicidio. Ahora, la argentina ofrece una nueva investigación biográfica de otra mujer, de gran producción filosófica y existencia trágica, pero mucho menos conocida que Woolf: la alemana –nacida en Polonia en 1891– Edith Stein, que fue la primera mujer en doctorarse en Filosofía en Alemania, se comprometió con la causa feminista y, en 1921, se convirtió al catolicismo para ingresar en la orden carmelita como Teresa Benedicta de la Cruz.
Lo dice en el inicio del libro Chikiar Bauer, que habla de que tal conversión no impidió que fuera asesinada en una cámara de gas en 1942: «Diez años antes, conmovida por las determinaciones nazis que habían excluido a los judíos de la vida pública y por el sufrimiento que esto causaba a los suyos, y mientras pasaba unos días en la casa materna, se dispuso a escribir apuntes autobiográficos sobre su familia y ancestros». El resultado de ello fue «Los recuerdos de mi madre», con la intención de rescatar aspectos de la vida de su familia y de las ciudades germanas en las que esta había vivido y trabajado. Ya por entonces, refiere la autora, la producción filosófica de Stein era enorme, así como sus escritos antropológicos, pedagógicos y espirituales, y, pese a ello, hoy está por completo olvidada en el campo del pensamiento. El trabajo de Chikiar Bauer se titula «Edith Stein. Judía. Filósofa. Santa» (Taurus), y es que en 1998 el Papa Juan Pablo II –que supo de ella cuando era estudiante– la canonizó, lo cual «encendió una serie de debates en los que participaron sectores del judaísmo y sus propios descendientes, para quienes incuestionablemente Edith Stein había sido asesinada en un campo de concentración por su condición de judía, como algunos de sus hermanos y parientes»; para ellos no era sencillo asimilar que fuera presentada como mártir cristiana. Por su parte, Juan Pablo II la destacó en la homilía de canonización como «eminente hija de Israel e hija fiel de la Iglesia». Además, señaló que, pocos días antes de su deportación, «la religiosa, a quienes se ofrecían para salvarle la vida, les respondió: ‘‘¡No hagáis nada! ¿Por qué debería ser excluida? No es justo que me beneficie de mi bautismo. Si no puedo compartir el destino de mis hermanos y hermanas, mi vida, en cierto sentido, queda destruida’’».
Su ser y su tiempo
Chikiar Bauer habla, pues, de esta mujer que llegó a ser asistente personal de Edmund Husserl –el fundador de la fenomenología– y cuya autobiografía le fue determinante a la hora de enmarcar su pensamiento filosófico «signado por la empatía, pautado por la apertura a los otros y la necesidad de indagar en la estructura de la persona humana y en las propias vivencias». El suyo era un pensamiento complejo, pues combinaba la faceta teológica con asuntos abstractos del mundo filosófico alemán, que la llevó al concepto de «autoconfiguración», que se objetiva en su libro «Estructura de la persona humana» y que, en última instancia, tuvo su correlato vivencial: fue, así, todo un proceso personal que la encaminó a esa transición del judaísmo al agnosticismo, en primer lugar, luego a la filosofía y al fin a la religión católica, hasta recalar en un convento.
Vemos en el libro a la Stein que, en 1935, inicia su obra filosófica «Ser finito y ser eterno», a la que se exilia en Holanda antes de que acabe la década y la de su experiencia en el Carmelo, fascinada por el «Libro de vida», autobiografía de Santa Teresa de Ávila, «en su etapa católica, cuando ya era una mujer madura que pasaba sus recuerdos por el tamiz de un sinfín de desilusiones y que sabía que sus escritos pasarían el filtro de la censura nazi». También, la Stein que, durante los últimos años de su vida, analizó la obra de San Juan de la Cruz; tenemos a una autora que se interesó por el misticismo español pero que no lo tuvo fácil para incorporarse a la tradición católica.
El libro es una excelente oportunidad de conocer las condiciones de la población judía en Alemania desde el siglo XV, cuando Chikiar Bauer rastrea en los antepasados de la protagonista. Por ejemplo, se dice que el Congreso de Viena de 1815 negó a los judíos prusianos plenos derechos políticos y, de resultas de ello, se les impidió ocupar altos grados en el ejército, la educación y la política. Frente a tal situación, algunos de estos judíos de clase alta acabaron por adoptar el cristianismo, lo que agravó la tensión existente entre judíos no tradicionalistas y judíos ortodoxos. Todo este relato histórico resulta pertinente porque, «para pensarse a sí misma, Edith Stein abreva en la vida de sus antepasados», apunta la investigadora, dando datos biográficos a la vez de sus bisabuelos para ejemplificar la complicada sociología de aquel tiempo.
Este trasfondo que, ya en el siglo XX, se mezclaría con la idea de que el nacionalismo alemán tenía que oponerse al cosmopolitismo judío, sobre lo cual Stein habló en sus conferencias y escritos pedagógicos y antropológicos. Chikiar Bauer apunta que estos asuntos que se refieren a la problemática comunitaria y lo que significa la pertenencia a un pueblo aparecen abordados filosóficamente en trabajos como «El problema de la empatía» (1916), «Causalidad psíquica, Individuo y comunidad» y «Una investigación sobre el Estado» (1919-1921). Para Stein, «el fin del hombre es que su voz suene con las demás». En su período católico, cuando piensa que hombre y mujer «han de ser considerados como acuñaciones diferentes de la imagen de Dios», destaca que la humanidad está articulada «en pueblos, cada uno con su modalidad».
En la actualidad existe una Sociedad Edith Stein, en la localidad polaca de Lubliniec, de tal modo que, pese a carecer del prestigio internacional que en su día obtuvo su obra, esta filósofa, judía y santa aún merece atención, autora también de libros como «Vocación del hombre y de la mujer» (1931), donde presenta el caso ideal del hombre que habilita a su esposa a «participar en sus tareas y se deja conducir por ella». Y es que las ideas de Stein siempre hay que interpretarlas en clave autobiográfica; en su caso, con respecto a una madre siempre enferma que necesitaba ayuda para todo. Así, en «Problemas de la formación de la mujer», Stein, refiere Chikiar Bauer, hace un retrato de la mujer, propio del Antiguo Testamento, que se ajusta al retrato materno: «Ocupa el lugar de reina. Su tarea suprema no es solamente dar a luz a los hijos y cuidar de su progreso corporal, sino educarles en el temor del Señor». Pero, al fin, el mayor temor fue para ella la amenaza nazi.
- Lo mejor: El nivel de rigurosidad histórica de la autora, que acudió a fuentes alemanas «in situ»
- Lo peor: El inicio es muy interesante, pero retrasa el momento de indagar en la obra de Stein
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