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Literatura
«El efecto deseado»: Guillermo Alonso y el atractivo de lo absurdo
Publica una novela divertida e incómoda, que roza la picaresca a través de estilosos giros

Es tan ingenioso como demuestra en su escritura. Aquel que escuche su podcast, «Arsénico Caviar», y lea sus libros, comprueba que la perspicacia de Guillermo Alonso es tan divertida como incómoda y singular. Y también lo refleja en su actitud, pues al ofrecer una entrevista para este diario para hablar sobre su nueva publicación, su inquietud por decir lo que piensa sin tapujos y la forma en que se expresa de nuevo son señas de que la creatividad y la lucidez le salen por los poros. Publica bajo el sello Seix Barral la novela «El efecto deseado», una trama que roza la picaresca y donde ha confeccionado originalísimos personajes y estilosos giros.
El protagonista es Gaspar, un joven de 19 años que ha crecido en un decadente hotel, junto a su un tanto problemática y tóxica madre, donde hacía de chico para todo. Ella muere, y él decide seguir haciendo lo que mejor sabe: servir a los demás. Primero, como asistente de Pandora, una viuda rica y excéntrica cuyas fiestas y ocurrencias bien recuerdan a las escenas más estridentes de Baz Luhrmann. Después, como cuidador de un matrimonio que tiene el rostro irreconocible tras un accidente, y que contratan a Gaspar bajo una condición: no hacer ni una sola pregunta. Un camino el del protagonista repleto de miedos y excesos, de personas frívolas pero inspiradoras, alrededor de lo que va esculpiendo sus deseos, necesidades y personalidad, convirtiéndose el lector en curioso testigo de ello.

Opina Alonso que «la personalidad no deja de construirse nunca. Buscarla es como perseguir el sol, nunca la vas a alcanzar. Supongo que acaba el día en que te mueres». Algo que nos lleva a reflexionar sobe lo que funciona como hilo conductor de la narrativa de «El efecto deseado»: «Vivimos instalados en lo absurdo», asegura el también periodista, «naces de forma absurda porque, de repente, tu madre y tu padre tuvieron un desliz en las fiestas del pueblo. También mueres de forma absurda. Entonces creo que eso vive con nosotros. Los escritores que más me gustan son los que dejan claro que somos tontos con suerte. Eso está bien plasmarlo en las novelas, donde ocurren tantas cosas absurdas como en la vida real».
Escritor maldito
De forma no intencionada, pero sí inevitable al ser ciudadano de esta época, Alonso ha reflejado en algunos de sus personajes esa realidad impostada e instalada en el postureo que cada vez es más intensa y abrumadora. Explica haberse basado en uno de sus trabajos en una revista de lujo y estilo de vida «para crear estos personajes tan ricos y desnortados. He vivido cosas que me han volado un poco la cabeza, porque me veía en un lugar que era todo lujo y ambrosía y luego volvía a mi apartamento de treinta metros cuadrados compartido con un compañero». Algo similar a lo que le ocurre a Gaspar en la novela, quien ha tenido una complejísima infancia y a lo largo de la trama va conviviendo con personas cuyas preocupaciones se resumen en repetir momentos ya vividos tan solo para ser fotografiados. O que dicen frases como «no le preocupa que su hija esté gorda, ¡al contrario! Siente alivio de parecer tan flaquita a su lado»; o «quien tiene talento para las mamadas lo tiene para la retórica, pero casi nunca se cumple al contrario». «Son frases que se me ocurren y que puedes llegar a escuchar en ciertos círculos. Cuando tienes una gran posición social te puedes permitir decir lo que te de la gana», apunta Alonso. Continúa opinando que «en realidad estamos todos obsesionados con reflejar este tipo de mundo, que es cada vez más feo. Y con la inteligencia artificial ya ni te digo, que crean esas imágenes tan espantosas que dan susto al miedo».

No era la intención de Alonso, no obstante, «realizar ninguna crítica social en la novela. Ni tampoco era mi intención hablar de diferencias de clases, pero supongo que desde el momento en el que enfrento a un chico huérfano y casi pobre con una rica multimillonario va a darse un discurso inevitable. Pero, al final, y esto que voy a decir es muy cursi, la novela, como cualquier obra artística, la termina el que la mira», explica. Se confiesa, además, identificado con el protagonista, pues el personaje aprovecha momentos de soledad y tranquilidad para desarrollar lo que verdaderamente le apasiona y se le da bien: escribir. Quizá Alonso, como muchos periodistas, eligiese esta carrera en gran parte por el gusto hacia la escritura. No es el primer personaje de sus novelas que es una suerte de escritor maldito: «Para escribir debes tener un poco de movidas que te vengan de nacimiento. Escribir es una cosa solitaria y a veces ingrata, y eso es ideal para un protagonista», concluye.
La literatura también está en los recuerdos
«El efecto deseado» también es una novela de recuerdos. «Hay mucha literatura en aquellos que almacenamos en nuestra cabeza», asegura Alonso, «porque vas haciendo una especie de labor de curación para protegerte». Es curioso en la novela cómo Gaspar, a pesar de haber dejado la escuela para mantener todo un hotel, y a pesar de haber vivido una trágica pérdida siendo un adolescente, recuerda con cariño su infancia. Reflexiona el autor «que algunos recuerdos nos los inventamos, e idealizamos a gente que pasó por nuestras vidas y que a lo mejor, si los repiensas, en realidad no eran tan buenas personas».
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