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“Teseo en llamas” o el mito de Fedra en el grisáceo Madrid de la posguerra

Beatriz Alcaná publica la novela ganadora del XXVII Premio Ciudad de Salamanca, una obra llena de misterio y suspense que mezcla lo realista con lo gótico
La escritora Beatriz Alcaná
La escritora Beatriz AlcanáLa Razón

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En el otoño lluvioso y sombrío de 1950, Berta, una muchacha de diecinueve años, llega a Madrid para trabajar como manceba en la farmacia de un tío suyo al que no ve desde hace años. Viene tratando de escapar de un ambiente familiar hostil y opresivo, pero lo que encontrará con esa nueva familia, casi desconocida, será algo atroz y terrible que ella misma, poco a poco, irá desvelando. Este es el argumento de “Teseo en llamas”, la última novela ganadora del Premio Ciudad de Salamanca, que firma la bejarana Beatriz Alcaná, seudónimo de Beatriz García Sánchez, y ha editado Ediciones del Viento. Una obra que, según el jurado, “mezcla lo gótico con lo realista, creando un clima de misterio y suspense, de corte narrativo, por momentos folletinesco, que se incrementa con el paso del tiempo. Todo esto constituye un microcosmos bien empleado en la articulación de la trama”. Hasta ahora “había ganado varios premios literarios menores con novela corta, pero hacerlo con este es un cambio cualitativo, un punto de inflexión en mi carrera como escritora”, significa.
Alcaná parte de dos premisas fundamentales, ser una gran lectora y una apasionada de las humanidades, el mundo clásico y la mitología, por un lado, y de la novela de género fantástico y de terror, por otro. “Estudié filosofía y eso se nota en mi escritura, aunque me gusta escribir con claridad y llegar a todo el mundo, pero es cierto que siento debilidad por los clásicos y la mitología -explica la autora-, ellos siempre están ahí, son clásicos porque permanecen, eran básicos para alguien del siglo IV a.C. en Atenas y nos sigue hablando en el s. XXI, su aporte de ideas para escribir historias es infinito porque van al fondo de la naturaleza humana”. De ahí que “Teseo en llamas” –su título ya da una pista-, “es una revisitación contemporánea del mito de Fedra, uno de los personajes que narra Eurípides en su tragedia “Hipólito”. La princesa cretense se casa con Teseo, pero cae enamorada perdidamente de su hijastro y esto desencadena una serie de conflictos y un trágico final”. Un mito que Alcaná ha querido trasladar a un terreno mucho más cercano. “Elegí el Madrid de los años 50 de siglo pasado, o en general, el ambiente de postguerra, porque me parecía un momento triste, la situación me pedía una atmósfera opresiva, un ambiente duro, frío y gris que resultara angustioso para alguien que queda atrapado en una casa que no es suya y no puede salir por muchos horrores que descubra dentro, una casa en la que nunca debió entrar y de donde no puede escapar porque no tiene a donde ir”, explica.
Berta, la narradora, “es fiable, no miente, pero no es objetiva, aunque poco a poco lo va siendo porque va descubriendo cosas, va madurando y reflexionando y toma conciencia de que vive en una casa donde hay un criminal, aunque su edad, 19 años, y su indigencia emocional, le provoque sentimientos confusos y poco recomendables. Y para describir este escenario, nada mejor que el género gótico y el folletín –prosigue Alcaná-, porque, por un lado no deja de ser la historia de una saga familiar, la de los Egeo, que empieza con el abuelo y termina con el nieto, donde hay secretos, libros prohibidos, amores no correspondidos, pasiones enfermizas, habitaciones cerradas donde nadie puede entrar, un primo díscolo del que nadie quiere hablar y una mujer atormentada que purga sola sus secretos y, por otro, una historia fantástica con un punto de misterio, de suspense y un crimen horrendo”, explica.
Si tuviera que definirla diría que “es una novela costumbrista –como dijo el jurado-, casi realista, a la que añado un elemento insólito, unas pinceladas góticas, o de terror si se quiere, que la hacen más atractiva”, explica. Un elemento que viene, aunque tangencialmente, de un pasaje histórico, la Guerra de los Diez Años de Cuba, donde aparecen, dentro de ese horror, el vudú y la santería. “Una época que me fascina y sobre la que me documenté mucho, ahí encontré ese elemento exótico de una narración que invita a dejar correr la fantasía, algo que parece de otro mundo porque no puede explicarse racionalmente, el elemento fantástico que encajaba perfectamente, y en el que, aunque de forma muy sutil, hay también una burla hacia esos viajeros occidentales que van buscando estas prácticas de brujería”. En cuanto a los personajes, “para mí es importante que estén bien perfilados, sobre todo psicológicamente, que cada uno tenga una personalidad reconocible. No son personajes planos, creo que todos están bien definidos o encajan en algún arquetipo, aunque en la respuesta que recibo de los lectores hay de todo, quienes empatizan con alguno y otros a quienes la mayoría le resultan odiosos”, concluye Alcaná.