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Lo «inencontrable» de Leopoldo de Luis

El Instituto Cervantes inaugura mañana la exposición “Leopoldo de Luis, poeta en un tiempo sombrío”, con la que celebra el centenario de su nacimiento y recupera documentos y cartas de su archivo personal
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En la portada del catálogo de la exposición “Leopoldo de Luis, poeta en un tiempo sombrío”, que presentó esta mañana el Instituto Cervantes, se ve al cordobés, en blanco y negro y mirando a la cámara, en una calle de Madrid. A su izquierda, los también escritores Antonio Buero Vallejo y Ramón de Garcíasol. El que se fija con atención descubre que en la imagen hay una cuarta persona. Aunque se encuentra casi completamente oculta detrás de Leopoldo de Luis, se adivinan otras gafas de pasta y otro traje sobre camisa blanca. Como si el poeta se desdoblara.
“Una de las características de su figura es esa dualidad, esa máscara de Leopoldo de Luis que encubre a Leopoldo Urrutia, el trabajador de una agencia de seguros que en sus ratos libres se dedica a la poesía”, afirma Ángel Luis Sobrino, comisario de la muestra. Su propio nombre, como resaltaban esta mañana Sobrino y Juan Manuel Bonet, director del Cervantes, es la primera de esas “máscaras”. Y es que su apellido paterno era Urrutia, pero después de la guerra lo cambió por el materno por recomendación del también poeta Rafael Manzano, editor de la revista “Chabola”.
Ambos presentaron el “gabinete bibliográfico” sobre el poeta junto a su hijo, el también escritor Jorge Urrutia, que prestó de su archivo familiar gran parte del material expuesto. “Mi padre lo guardaba todo, hasta las felicitaciones de cumpleaños que enviaba El Corte Inglés, de manera que entre sus carpetas hay todavía cosas inéditas. Esta exposición es importante porque recoge documentos desconocidos, sus reflexiones personales y, además, cumple una función de recuperación histórica”, afirma Urrutia.
Entre las joyas de la muestra se cuenta el manuscrito de «Voz última», escrito en la cárcel por José Luis Gallego. También los documentos oficiales del paso del poeta por el penal de Ocaña y el Batallón Disciplinario de Trabajadores de Jimena de la Frontera. “Mi padre es condenado a ir a un campo de concentración, pero no hay plaza. Entonces tiene que irse a Córdoba, donde se ha afincado su familia, y espera dos meses allí a que la Guardia Civil vaya a buscarlo”, comenta Urrutia, divertido.
Ya en el batallón de trabajadores, el poeta construye con sus compañeros una carretera por órdenes de Franco y un día, “en el pueblo de Jimena de la Frontera, bajan de los camiones amarrados con alambre de dos en dos y están tirados delante de la estación, por donde pasan dos chicas curiosas por ver a todos esos jóvenes allí en el suelo. Mi padre y el que está amarrado a él le piden un poco de agua y las chicas les traen una jarra. Años después, se casarán los dos con ellas. Una será mi madre y la otra, mi tía”, explica Urrutia. En la exposición puede verse una fotografía del poeta y María Gómez, su futura esposa, en Jimena de la Frontera durante uno de los paseos permitidos a los presos de su batallón.
“Romances de un combatiente” (1937), el primer libro de Leopoldo de Luis, el cual Bonet califica de “absolutamente inencontrable” también forma parte de la muestra. “Se ha encontrado un ejemplar ilustrado por el escultor Tomás Ferrandiz, al cual el galerista José de la Mano dedicó una exposición, con motivo de la cual se hizo con ese libro que ahora nos ha prestado y que es muy característico de la poesía de guerra del bando republicano”, explica el director del Cervantes.
Además de su propia obra, destaca, por ejemplo, el borrador de “Viento de pueblo”, de Miguel Hernández, cuyos manuscritos fueron puestos en limpio por Leopoldo de Luis y José Luis Cano. Y es que el poeta fue también editor y crítico, de hecho, Sobrino afirma que le conoció primero como editor que como poeta, algo que relaciona nuevamente con la dualidad del personaje. “Por otra parte, su caracterización como poeta social ha ocultado la belleza de una poesía que trata la condición humana en toda su complejidad y diversidad y que no se limita a lo social. Por eso la fotografía del catálogo es muy buena, por lo simbólico de este Leopoldo de Luis que voluntariamente, o no, oculta muchas facetas de su historia personal y de su obra literaria”.
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