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Lo mejor del humor absurdo

La Razón
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Hay humoristas admirados, otros, venerados y, algo muy raro, muy queridos. Gila, Tip y Coll y Chiquito de la Calzada serían los perfectos representantes de estas tres categorías. En realidad, Chiquito fue un mito televisivo de los cuenta chistes de «Genio y figura», cuyo genial referente no es otro que Eugenio. ¿Qué le añadió Chiquito a su estatismo de taburete y copa? Movilidad y mucho teatro. Era el heredero friqui de Michael Jackson imitando de forma dislocada el robot del «break dance» con lumbalgia, rematado con un movimiento de pierna flamenco, esa patada furiosa a la bata de cola de las reinas de la copla, y cruce de brazos a lo karate kid.

Esa fue su novedosa puesta en escena, un nervioso ir de aquí para allá en el reducido escenario de los programas televisivos de chiste de mediados de los años 90. El humorista se levantaba, contaba un chiste y volvía a sentarse. Pero no Chiquito de la Calzada, que deambulaba por la pista como un pato mareado lanzando frases inconexas a diestro y siniestro, apoyando con palmas y fraseos de cante hondo sus peroratas sin sentido y todo ello aderezado con una jerga imaginativa, heredada del temblequeo de los calderones y «quejííosss» del cante. ¿De dónde proceden esos vocativos terminados en «arr» y «orr» como «el pecadorr de la pradera», «condemorr», «jarr», «norr» «comorr» o el popular «fistro»? La mayoría de jugar y burlarse del inglés como lengua imposible de pronunciar para alguien sin estudios, pero muy viajado. Chiquito fue numerosas veces a Japón para actuar en un tablado flamenco de Tokio y sabía lo que era comunicarse mediante signos y onomatopeyas burlonas con los nipones. Luego estaban «Perry Manso», «Bonanza» y su sintonía, «tantarantaran tantanta», pasados por la imaginería andaluza de Pepe da Rosa y el humor pedestre de Emilio el Moro. Aunque le influyeron más los humoristas del programa de Chicho Ibáñez «Un, dos, tres...»: Bigote Arrocet, el mago Tamariz, Arévalo, el Dúo Sacapuntas y Antonio Ozores, en la desbordante etapa de sus monólogos sinsentido, iniciados con la parodia del político con logorrea pertinaz del filme «No hija, no».

En Chiquito cristalizó lo mejor del humor absurdo español, los herederos de la ya olvidada, pero siempre presente en la tradición oral y cultural española, la «otra generación del 27»: Jardiel Poncela, Mihura y Tono. Chiquito de la Calzada consiguió imponerse con un humor absurdo de corte más popular, tan sencillo e impactante que puede considerarse una modalidad nueva: el humor requeteabsurdo friqui. Sus características son el equivalente a los felices hallazgos populares o meteduras de pata épicas de friquis mega incultos: el famoso «estar en el candelabro» de Mazagatos, el «ostentóreo» de Gil, la «miembra» de Bibiana Aído y las «Churras y meninas» de Belén Esteban. Chiquito facturó tontunas divertidas trabucando el término científico por su formulación equivocada: «diodenal vaginarl», «agromenauer», y «condemor» y «jandemor», sustitutos de cualquier palabro inglés mal pronunciado. Si «fistro» no está en el diccionario es porque los académicos no saben cómo definirlo. Ese conjunto de genialidades absurdas o «chiquitismos» lo convirtieron en un icono pop tan querido como admirado.