Los otros príncipes de Inglaterra
La National Portrait Gallery de Londres exhibirá una selección de 130 retratos donados por el fotógrafo Lord Snowdon
Su nombre real es Anthony Armstrong-Jones, pero se lo conoce popularmente como Lord Snowdon. Una celebridad cuya vida disipada y un turbulento matrimonio con la princesa Margarita, hermana de la reina de Inglaterra, Isabel II, eclipsaron sus dotes fotográficas. Lord Snowdon y la princesa Margarita fueron uno de los polos magnéticos de la jet set de los agitados «swinging sixties». Cualquier exceso que se cuente de aquellos felices 60 y de su conflictiva relación resultan totalmente verosímiles. Teniendo en cuenta la mentalidad de los austeros años 50, la historia del primer enlace real retransmitido por televisión tiene un prólogo de cuento de hadas moderno y atrevido. Por aquellos años, era un lugar común que Margarita frecuentara los clubs nocturnos con una aristocrática pandilla, reseñado a diario por los tabloides londinenses. Sus escapadas de palacio se hicieron célebres entre los paparazzi, que encontraron en la bella princesa una fuente inagotable de comidillas picantes.
Sus amores clandestinos con un divorciado fueron el secreto a voces de aquellos años, y, también, motivo argumental de la película de William Wyler «Vacaciones en Roma» (1953). Éste no era otro que el aireado romance de la princesa Margarita, de 22 años, con el apuesto capitán Peter Townsend, un aristócrata mucho mayor que ella, que trabajaba como edecán de su padre el rey. La reina Isabel II desautorizó el enlace y hasta Winston Churchill tuvo que mediar en un embrollo que implicaba a la Iglesia, la política y la corona. Finalmente, Margarita de Inglaterra, segunda en la línea de sucesión, sopesó renunciar al trono, a la renta estatal y a su lujosa vida y exiliarse como había hecho su tío Eduardo VIII al casarse con Wallis Simpson, pero pesó más la comodidad que el amor.
En 1955, envió un comunicado en el que desistía de casarse con el capitán «consciente de que la Iglesia enseña la indisolubilidad del matrimonio cristiano». En un viaje real, Margarita conoció a Tony Armstrong, fotógrafo de los famosos, que seguía a la reina en su visita a Canadá. Sin duda fue un amor a primera vista porque se casaron en 1960, con la forzada bendición de la reina. Si lo hizo por despecho, la vida de la pareja más famosa de Inglaterra sepultó el hecho entre noches de alcohol, ligues, peleas y desencuentros tan sonados que comenzaron a compararlos con los que mantenían otra famosa pareja, esta vez de actores, de esos momentos, Liz Taylor y Richard Burton.
Durante los primeros años de su matrimonio, el recién nombrado por la reina Lord Snowdon convirtió el palacio de Kensignton en uno de los salones más glamourosos que podía haber en Londres. Era frecuente encontrar por allí a Noel Coward y Peter Sellers divirtiendo a los invitados con sus chispeantes narraciones, a Mary Quant y Gore Vidal charlando mientras la princesa cantaba con Dudley Moore.
Margarita tenía una buena voz que fue perdiendo por culpa del tabaco: fumaba tres cajetillas diarias. Al poco tiempo, Tony Armstrong se dio cuenta del carácter caprichoso y exclusivista de la princesa. Si le sumaba las restricciones que le imponía la casa real convertían su vida en un infierno. Las desavenencias entre la princesa y el fotógrafo dieron pie a rumores de infidelidades mutuas, discusiones públicas y reconciliaciones amorosas más propias de una relación sadomasoquista.
Sus continuas trifulcas tenían que ver más con una lucha de prestigio que con unos posibles celos. Un enfermizo enfrentamiento de egos que dio al traste con su matrimonio. El conde de Snowdon, acostumbrado a vivir sin freno una vida de promiscuidad sexual y éxito social, decidió apartarse del protocolo oficial, que le aburría, y proseguir con su trabajo de reportero y retratista de la jet set internacional, lejos de su mujer y sus amigos.
- La noble y el rockero
Por entonces, la «princesa rebelde» era un personaje muy querido por la mayoría de los ingleses. Se la consideraba una mujer inteligente, divertida y hedonista. Respetuosa con el protocolo de la casa real pero con una vida social paralela. Su matrimonio con un fotógrafo le había granjeado la simpatía de gran parte de la sociedad, convirtiendo su imagen, con su sempiterno cigarrillo colgando entre los labios, en un icono de los años 60, como lo fueron también los Beatles y los Rolling Stones.
Su relación secreta con Mick Jagger fue el mayor disgusto que le dio a la reina Isabel II, que jamás quiso nombrarlo «Sir» al saber de la nefasta influencia sobre su hermana y las fiestas salvajes celebradas en su mansión de la isla de Mustique, en el Caribe, frecuentada por una legión de actores, intelectuales y estrellas pop.
Podría decirse que lo que unió durante dieciocho años su matrimonio fueron sus desavenencias. Tony Armstrong nunca renunció a sus dos aficiones: el sexo y la fotografía. Trabajó para «Vogue» y «Vanity Fair» y fue editor gráfico del «Sunday Times», donde publicó numerosos reportajes sobre enfermos mentales, discapacitados y ancianos, sin abandonar la fotografía de moda.
En sus retratos se aprecia una sutil ironía a la hora de captar los estados de ánimo del retratado. Sólo hay que ver los de Lady D. En la foto oficial del noviazgo se refleja la felicidad de la ingenua princesa, que contrasta con la tristeza y abandono que muestran los retratos posteriores. Anthony Armstrong-Jones comenzó su carrera retratando a la actriz Marlene Dietrich y la farándula londinense que frecuentaban los salones de su tío, el prestigioso escenógrafo Oliver Messel. Su suerte cambió cuando el duque de Kent le llamó para que lo retratara por su 21 aniversario. Poco después, Isabel II le encargó el retrato de sus hijos pequeños. Desde entonces ha sido, además del fotógrafo de los Windsor, un reconocido retratista de celebridades como Julie Christie, Laurence Olivier, Tolkien, Agatha Christie, David Bowie, Lucian Freud y John Le Carré, a quienes retrató en un ambiente informal. Una parte de los 130 retratos donados recientemente por Lord Snowdon podrá verse desde el próximo mes de septiembre en la National Portrait Gallery de Londres, algunos, tan relevantes como el de Vita Sackville-West, de 1961, y la selección de retratos de la Familia Real.