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Crítica de clásica
En la luminosa estela de Bach
Obras: de Parry y Mendelssohn. Anna Dennis, Alexandra Tarniceru y Alexandra Tarniceru. Coros de la Comunidad de Madrid, Coro del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Director: Paul McCreesh. Auditorio Nacional, 20-V-2025.

Centraba la sesión la monumental y enjundiosa “Sinfonía nº 2, Himno de alabanza” (“Lobgesang)” de Mendelssohn, una composición magnífica, elocuente, de un melodismo caudaloso, un buen ejemplo del buen arte del sinfonista que fue el músico, autor, y ese es uno de sus principales méritos, de algunas de las partituras sinfónicas más memorables de su época, maravillosas por la tersura, por la claridad, por la luz, por el equilibrio apolíneo, por la amenidad de sus ideas, la agilidad de sus propuestas, la finura de sus soluciones, la elegancia de sus formas, la solidez de sus estructuras.
La masa coral desempeña un papel fundamental en este “Canto de alabanza”, iniciado por una misteriosa introducción, “Maestoso”, seguida por un eléctrico “Agitato”, muy característico del músico. Los distintos episodios y motivos principales derivan en buena medida de las diez notas que musicalizan las palabras “Alles, das Odem hat, lobe den Herrn!”. La obra se escribió en 1840 para conmemorar el cuarto centenario de la imprenta de Gutenberg.
Paul McCreesh (1960), que es viejo zorro en este tipo de repertorio y de otros anteriores que se remontan hasta Bach -que tanto influyó en Mendelsshon, y eso se nota en cuanto se escuchan los compases iniciales del primer Coro-, se mostró, batuta en mano, muy activo y diligente, elástico y amplio en un gesto a veces no el todo preciso, que promovió eventuales faltas de ajuste en ataques y determinadas borrosidades en las texturas y contrapuntos, cuando no ocasionales sonoridades en exceso gruesas y contundentes; o exposiciones no del todo fluidas, como pudimos advertir en el “Allegretto” de la “Sinfonía” inicial.
No hubo en general grandes sutilezas, pero se registraron algunos momentos de calidad expresiva indudable, como los advertidos en la coral “a cappella” nº VIII (“Ahora dad todos gracias a Dios”). Compacta, plena y generosa sonoridad y buena afinación en este caso se detectaron en el Coro de cierre, “Vosotros, pueblos, dad honor y gloria al Señor”. Instantes de episódica delicadeza y fraseo maleable habíamos escuchado previamente en el nº IV, “Manifestadlo vosotros, que habéis sido redimidos”. Los dos coros participantes mostraron aquí su buena disposición y entrega más allá de ciertos apuntados defectos de forma. Cantaron con entrega y entusiasmo. El que mostraron los tres solistas.
La primera soprano, Anna Dennis, una lírico-ligera afinada y firme, de buen caudal, fraseó con gusto e intención, muy metida en el texto, aunque su timbre no sea precisamente cálido. Como sí lo es el de la segunda voz femenina, también soprano, lírica en este caso, muy perfumada y fresca, Alexandra Tarniceru, que es miembro del Coro de la Comunidad. En su única intervención (nº 5), hizo muy bien la segunda voz a Dennis. Robert Murray posee un timbre muy característico de los tenores ingleses: lírico-ligero, de espectro poco atractivo, un tanto agreste. Pero es cantante de clase, expresivo y sincero. Mantuvo el tipo en sus dos solos (números III y VI).
Charles Hubert Parry fue un compositor británico muy popular que se consagró precisamente con la obra que abría el concierto, “Blest Pair of Sirens” (Bendita pareja de sirenas),de 1887, que interpretaba por vez primera la ORCAM. Muy hermosa y serena melodía y buena combinación de voces sobre texto de Milton. A la interpretación le falto redondez, empaste y tersura. No sabemos si el hecho de que los componentes de los dos coros se intercalen entre sí puede influir en ello. Público complacido porque a la postre la sesión tuvo su lustre y no faltaron momentos de gran belleza. Los directores de los dos coros, Josep Vila (Comunidad) y Antonio Fauró (Zarzuela) recibieron los aplausos.
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