Martín Benchimol: "Milei es un tipo que está prometiendo eliminar el futuro del cine"
El director argentino se estrena en el largo con "El castillo", una fábula con estructura de cuento de hadas inacabado sobre el poder de las herencias para perpetuar la clase social
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Entre las paredes naturalmente decadentes de un castillo plantado en mitad de la bastedad de las pampas argentinas que se derrumba a la misma velocidad con la que van desapareciendo los fantasmas de clase que lo habitan, erráticos, transparentes, oníricos, simbólicos, viven dos mujeres, una madre y una hija que hablando poco son capaces de comunicar mucho, a las que el cineasta Martín Benchimol ha estado observando, parapetado detrás de su cámara, durante siete años.
El resultado de ese acercamiento con voluntad contemplativa pero esencialmente creadora, es «El castillo», una hibridación de géneros enmarcada en los parámetros de la libertad formal del ensayo fílmico con mimbres visuales y sonoros de fábula, de cuento, de ensoñación, sobre el cepo que constituyen algunas herencias -por grandilocuentes que pueda parecer al principio como en el caso de Justina, una trabajadora que asume la enorme casona propiedad de su difunta empleadora a condición de que jamás la venda que edifica el filme-, la imposibilidad de luchar contra el determinismo de clase y las inevitables distancias maternofiliales con la que el realizador argentino se estrena por primera vez en solitario con un largo.
Ese nivel de experimentación y prueba que trasuda la película y que el propio director asume como una consecuencia de "no saber dónde quería ir o qué lugares estaba recorriendo y qué me interesaba contar hasta que no me vi metido en el rodaje y dejé que fuera la historia la que me llevara a mí" logra conducir la narración por un territorio descontrolado y abierto en el que vemos a dos mujeres acompañándose y completándose en una cronología vital tiernísima que las une y las separa impulsadas por una energía misteriosa que en el caso de Alexia, la hija, se traduce en una necesidad inminente de emancipación.
Desde LA RAZÓN y en el marco de la tercera jornada del Festival de San Sebastián, lugar donde la película consiguió hacerse con el galardón a la mejor película dentro de la categoría de Horizontes Latinos, hablamos con el realizador sobre el poder de lo posible y de lo mágico, la extrema gravedad de las amenazas que sobrevuelan el futuro del cine argentino por la posible intervención ultraderechista del candidato a la presidencia, Javier Milei y de la capacidad del cine para resignificar la memoria. Hace un calor exagerado en la sala acondicionada del María Cristina donde nos reunimos y Benchimol apoya las gafas de sol encima de la mesa al tiempo que se quita la chaqueta. "Dale", nos insta. Y entonces le damos.
¿Puede leerse como una declaración de intenciones el hecho de que para tu primer largometraje en solitario optes por un formato híbrido como el de la docuficción?
La definición de Wikipedia de documental es “película que representa la realidad” y para mí, al menos en relación a la experiencia que tuve con esta película me fui dando cuenta de que lo que estábamos representando no era la realidad (ni siquiera estoy seguro de que sea posible retratar tal cosa), sino que estábamos poniendo en escena un vínculo, que incluye no solo a las protagonistas sino la experiencia en sí de la película. Por eso para mi “El castillo” no es sólo el retrato de la vida de Justina y Alexia, sino también el relato de cómo la película forma parte de esa vida. Por eso el proceso de trabajo no fue solamente observarlas, aunque haya escenas de pura observación, sino que también son ellas jugando conmigo en un set de filmación a representar escenas del pasado que compartimos juntos e imaginando escenas del futuro que todavía no habían pasado. Respecto a lo que me comentas de la declaración de principios, puede ser sí. Quería dejar claro lo que me gusta y para mí lo lindo que tiene esto y que de hecho creo también que es lo lindo que tiene el cine en general, es que es un ejercicio para ponerse en la piel del otro, el juego en este caso de ponerme en la piel de ellas.
¿Cómo llegas a la vida de Justina y cómo llega Justina a la tuya?
Pues estaba filmando mi película anterior, buscando curanderos y me habían recomendado uno que vivía cerca del castillo. De pronto llego a este lugar y digo “¿qué es esto?”. Veo que Justina está trabajando cerca de la casa y le explico que quiero conocer al dueño de la casa, pero es entonces cuando me dice “yo soy la dueña. Pasá”. Así es como arranca todo hace unos seis años. Quería empezar a filmar, dejar mi película anterior y comenzar con ellas. Por suerte no lo hice, porque Alexia tenía en aquel momento 14 años, ahora está por cumplir los 22 y lo importante de no haber empezado inmediatamente con el rodaje es que dio tiempo a que se formara un vínculo de confianza entre nosotros. Cinco años después fue cuando comenzamos a rodar, con ellas dos ya establecidas en la casa y con esa separación inminente entre madre e hija a punto de suceder.
"“El castillo” no es sólo el retrato de la vida de Justina y Alexia, sino también el retrato de cómo la película forma parte de esa vida"Martín Benchimol
A pesar de que la base narrativa es puramente vivencial, el espectador en todo momento observa la cotidianidad de estas dos mujeres, el escenario adquiere una gran importancia en este caso hasta el punto de que el castillo sufre una especie de personificación: es un personaje más de la trama. ¿De qué forma querías integrar el castillo como elemento ambiental dentro de la historia?
La película habla sobre las contradicciones del sistema de clases sociales y sobre cómo la herencia define la clase social. Y la herencia es algo que está muy fuertemente vinculado con el pasado. En este sentido me interesaba hacer una película que estuviera cien por cien conectada con el presente. Recuperar ese pasado a través de las acciones sencillas de su día a día. Como no podía ponerme a explicar la historia de ellas, quería que fuera una presencia como decís vos, un personaje ocupando un espacio visual y sonoro. Por eso ocupa un lugar tan importante en el encuadre, por eso suena, por eso también la película tiene esta música, porque el castillo es un personaje que tiene la capacidad de traer ese pasado al presente. No es que la película vaya a buscar información al pasado, sino que el escenario mismo es el encargado de contar el pasado lujoso que había en esa casa.
Resuenan ecos del realismo mágico en muchas de las estancias, en los pasillos, en las ventanas.
Totalmente. La historia es como un cuento de hadas fallido. Cuando hablábamos al principio de la película e incluso cuando aplicábamos a distintos fondos para lanzarla siempre la introdujimos así, como un cuento de hadas fallido. Necesitábamos también que sonase a ese sentimiento trágico que tiene la historia de “te dejo un castillo, pero no lo vendas”. Una salvación y al mismo tiempo una cárcel. Tenía que sonar a todo esto. La banda sonora que hemos utilizado es también un tipo de música que nosotros imaginábamos que podría haber sonado en los agasajos que se hacían en la casa: posee esa textura entre la música de cámara de un banquete y Disney, que es la idea de la salvación mágica. Este castillo lo es en la película, pero no lo es en la realidad latinoamericana: el ascenso de clases, la caída de un castillo del cielo… Por eso está presente ese diálogo entre lo mágico y lo posible.
¿Qué importancia tiene en la vida tanto de Justina como de Alexia la memoria, el tiempo como elemento de dilatación de los recuerdos?
Fue muy fuerte, cuando llegué a la casa, que Justina nombraba a su difunta empleadora, a la dueña como “madre” y a día de hoy Alexia sigue llamándola como abuela. Es decir, esta película de alguna manera muestra a tres generaciones de mujeres en una especie de linaje ensamblado a través de distintas clases, de distintos tiempos. Claro que es importante en ellas la memoria, pero realmente es una memoria que se está reconstruyendo y la película fue un escenario donde esa memoria y ese relato de su propia vida se estuvo transformando. Pensad que la película ocupó siete años de la vida de Alexia, un tercio de su existencia. No sólo hay memoria, sino que hay una memoria activa porque la película les está permitiendo a ellas resignificar ese pasado también.
Uno tiene la sensación continua de que Justina es una mujer que habla callando, ¿qué papel jugó el silencio en la configuración de sus planos?
Qué bueno que me preguntes esto, está muy bien lo que dices. Digamos que en el sentido más narrativo del silencio me parece que lo que hace Justina delante de la cámara es alucinante. Quizás no lo sabe, pero es una actriz excelente y cuenta mucho con el cuerpo. Estábamos viendo con el sonidista qué capas de ambiente agregábamos y demás y él me decía mira, yo pongo unos vientos que en otra película quedarían horribles porque son muy artificiales y en "El castillo" sin embargo tienen cabida, porque es un lugar que se presta a que suene el silencio. Así como el espacio vacío, el silencio suena fuerte dentro del castillo, tiene muchas capas, muchas texturas.
¿Cómo gestionaste emocionalmente el vínculo forjado con estas dos protagonistas después de tantos años filmándolas? Porque al final se convirtieron en amigas, pero forman parte de la base sobre la que estás construyendo tu obra.
Ni lo sé (risas). Me parece que cada película es una oportunidad para aprender de los otros, para fortalecer ese ejercicio de empatía que te comentaba antes. No es posible hacer una película documental sin involucrarse emocionalmente con lo que está pasando. Bueno sí, lo puedes hacer y que la película sea un freezer sin emoción alguna. Pero para mí llega un momento dentro del proceso en el que entiendes, como yo digo, que estás hasta acá metido (explica alzando su mano a la frente) y que eso también es parte de la película. Uno nunca puede ser un turista en el set. Yo no puedo después de un día entero de rodaje quedarme instalado en la idea de que sólo las estoy observando. Ya formo parte de sus vidas y eso te empuja a zambullirte en la pileta con todo lo que conlleva: en este caso por suerte, una amistad maravillosa.
¿Qué tipo de relación tiene el argentino con la jerarquización de la lucha de clases? ¿Hay verticalidad en la mirada?
Claro. El racismo o la xenofobia creo que también existe de puertas para dentro de un país, no hace falta que sean extranjeros. Lo que sí pienso es que a veces la diferencia de clase se siente como una otredad, hace que una clase vea a la otra como una persona que no pertenece a lo mismo. No importa tanto que pertenezcas a otro país, sino que pertenezcas a otra clase. Por eso la película habla de la pertenencia y por eso empieza con Justina ya siendo dueña de la casa, para contar de alguna manera cuenta cómo ella se apropia simbólicamente de la casa.
¿En qué punto dirías que se encuentra en estos momentos la cinematografía argentina considerando las amenazas recientes del ultraderechista Javier Milei sobre el Instituto Nacional de Cine?
Hablar de la cinematografía argentina en estos momentos me obliga a hablar de contradicción. Hay 25 películas argentinas presentes en el Festival de San Sebastián, pero a su vez estamos siendo amenazados por la sombra de un candidato a las elecciones presidenciales dentro de un mes que tiene muchísimos votos y que dice que va a eliminar todos los ministerios, ya no solo el instituto de cine, sino todos. Es muy complejo todo esto porque hay un talento, una creatividad, una cantidad y una potencia en los relatos de las películas argentinas maravillosamente grande. Y hay una amenaza casi igual de grande a la hora de que todo eso pueda verse afectado en caso de que este señor sea el presidente de nuestro país. Es cierto que los últimos años cada vez se puso más cuesta arriba producir, pero este tipo está prometiendo eliminar directamente el futuro del cine. Sería una tragedia, no solo a nivel económico o a nivel de producción sino a nivel simbólico. Decidir eliminar el Instituto de Cine Argentino con lo que se está viendo que es y supone el cine argentino en el mundo y en Argentina también…Qué temeridad y qué triste.
¿Te apetece en estos momentos seguir profundizando en la mirada documental?
Por ahora quiero seguir haciendo esto, que no sé cómo se llama, pero sí sé que a mí me estimula mucho conocer personas y enterarme, en el propio proceso de hacer la película, qué tipo de película estoy haciendo. Eso me parece maravilloso. Honestamente, cuando empecé la película, yo no sabía ni por qué la estaba haciendo ni de qué iba y me fui enterando en el proceso. Eso sólo ocurre cuando te encuentras de frente con lo nuevo. No soy tan bueno inventando películas de escritorio, mi forma de vida diría yo, está bastante representada por el cine: un chico de clase media de ciudad. Pero vidas como las de Justina y Alexia siento que merecen ir a la pantalla.