Tom Hanks y Robin Williams: las últimas víctimas de la corrosividad de la inteligencia artificial
La estrella hollywoodiense y el difunto intérprete sufren las consecuencias más negativas de esta herramienta que ha dejado de convertirse en un concepto distópico para constituirse como una problemática del presente para los creadores
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Objetivamente la figura remite a una hibridación visual bastante extraña entre su hijo, Colin Hanks, Adam Sandler con quince años menos y un promotor inmobiliario norteamericano con exceso de bronceado facial al que están a punto de encarcelar por fraude, pero lejos de adecuarse a la suculencia literal del Frankenstein descrito, la imagen a la que nos referimos se corresponde con una utilización no autorizada por parte de la inteligencia artificial de la cara –rarísima– y el torso de Tom Hanks para anunciar un seguro dental.
Por mucho que se empeñen los defensores empiristas del futuro dominado por los tentáculos tecnológicos en defender las ventajas que teóricamente puede llegar a tener el uso de la IA dentro del campo artístico como ejemplo de la panacea del progreso, lo cierto es que su regulación, tal y como ha sostenido el sindicato de guionistas de Hollywood durante estos últimos meses y la necesidad de que su irrupción en la industria no se traduzca en un borrado del trabajo desempeñado por humanos, se ha convertido en una reivindicación prioritaria para evitar también, de forma complementaria a la devaluación de la firma autoral en el caso de los guiones, la suplantación peligrosa de identidades en el caso de los actores como demuestra el malentendido sufrido por Hanks.
El autor ha optado además por la denuncia pública a través de sus redes sociales advirtiendo en su cuenta de Instagram: "“¡Tened cuidado! Hay un vídeo que promociona un plan dental con una versión mía de IA. No tengo nada que ver con eso" y acompañando el señalamiento de una imagen del anuncio en donde se puede apreciar la singularidad de ese rostro parcialmente encerado, por catalogarlo de una manera orgánica. Lejos de ser la primera vez que la estrella internacional se pronuncia acerca de la aparición y los diferentes usos de la IA, en un podcast del comediante británico Adam Buxton el actor ya comentó que existían discusiones en todos los gremios sobre este fenómeno que cada día que pasa pierde naturaleza distópica y se instala progresivamente en los marcos contextuales del presente.
"Puedo decirte que hay discusiones en curso en todos los gremios, todas las agencias y todos los bufetes de abogados para dar con las ramificaciones legales de que mi cara y mi voz –y la de todos los demás– sean nuestra propiedad intelectual", indicó el actor sobre un apartado relacionado con el vacío legal preocupante que la utilización sin consentimiento de las caras de los actores puede suponer, pero también de las voces, motor de reivindicación en el caso de Zelda Williams, hija del difunto y emblemático actor Robin Williams quien también se ha mostrado indignada con los métodos de entrenamiento de las IA ya que "he sido testigo durante años de cuántas personas quieren entrenar a estos modelos para crear/recrear actores que no pueden dar su consentimiento, como papá. Esto no es algo teórico, es muy, muy real", indica.
Y es que según Williams "los actores vivos merecen la oportunidad de crear personajes con sus elecciones, dar voz a los dibujos animados, poner su esfuerzo y tiempo humano en realizar su actuación" porque "estas recreaciones son, en el mejor de los casos, un pobre facsímil de personas más grandes, pero en el peor caso, un horrendo monstruo frankensteiniano, improvisado a partir de lo peor de todo lo que es esta industria, en lugar de lo que debería representar". Copias fariseas, al cabo, espejos digitales desprovistos de verdad, imitaciones plastificadas de la realidad con fines susceptibles de suplantación que, a través de la connivencia con una herramienta que puede sustituir de manera abrasiva el genio de los creadores, convierten algo tan intransferible como la identidad en un potenciador de la réplica más burda. Es imposible que el Tom Hanks generado por la IA, por mucho que se perfeccionen los entrenamientos, se parezca al verdadero y no al perro del anuncio de Dentastix, porque se puede intentar imitar lo real, pero la imperfección de lo corpóreo, la improvisación de lo humano, de lo bello, de lo vivo, de lo que existe, no entiende de máquinas. Tampoco de la ficción de lo virtual.