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Gonzalo de Castro: "Me da pánico que se pierda nuestra capacidad para sentir ternura"

El consolidado intérprete, que acaba de participar en la adaptación cinematográfica de un texto de Alfredo Sanzol, reivindica este sentimiento en tiempos desfavorables para la dulzura
Presentación de "La ternura" en el Festival de Cine de San Sebastián
Presentación de "La ternura" en el Festival de Cine de San SebastiánJuan HerreroEFE
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Con una renuncia voluntaria al intento de doblegar la voluntad de los otros anuncia Emma Suárez su rendición absoluta ante algo tan quebradizo como la ternura en el tramo final del nuevo trabajo de Vicente Villanueva, adaptación cinematográfica de la obra del dramaturgo Alfredo Sanzol que lleva el mismo nombre que este sentimiento en vías de extinción contemporánea. Presentada en el marco del Festival de San Sebastián, esta comedia shakesperiana que retuerce y exagera con encanto el jugo narrativo de la lucha de sexos en la que tres mujeres y tres hombres se ven obligados a convivir en el marco inicialmente irrespirable de una isla en la que ninguno de los representantes del sexo opuesto quiere estar acompañado de su contrario, cuenta con la participación de un actor que empezó su carrera subiéndose a las tablas de un teatro y de momento, no tiene previsto bajarse de ellas.
La honda dramaturgia de su voz advierte de la sobredimensión que pueden llegar a alcanzar sus afirmaciones, pero lo cierto es que Gonzalo de Castro siempre ha evitado la tentación de lo solemne. Nos hundimos con el actor en uno de los mullidos sofás del interior del Hotel Urso días antes del estreno de "La Ternura" en el certamen donostiarra para hablar de igualdad, amor y juego, pero también para reivindicar sin vergüenza la sensibilidad de los afectos en tiempos de estricta regulación sentimental.
Teniendo en cuenta la estrechísima vinculación que has tenido durante toda tu trayectoria como actor con el teatro, empiezas tu carrera subiéndote a las tablas y actualmente sigues sin bajarte de ellas con “Plátanos, cacahuetes y lo que el viento se llevó”, ¿cómo recibes la propuesta de Vicente Villanueva para adaptar el lenguaje teatral de “La Ternura” a los códigos del cine?
Mira la función de Sanzol fue un acontecimiento cuando se estrenó, algo extraordinario. Cuando la vi la primera vez me quedé fascinado con la propuesta, con el homenaje que hace Sanzol a las comedias de William Shakespeare y con el reparto teatral que era extraordinario. Fue una de esas funciones que se te quedan en el recuerdo y te acompañan tiempo después de haberlas visto. Cuando me llama Vicente Villanueva y me cuenta que había volcado el texto de Sanzol al cine, me hizo un regalo. Me propuso hacer del Leñador Marrón, que en la obra estaba defendido por Juan Antonio Lumbreras, un actor descomunal y no me lo pensé dos veces. Hay que tener en cuenta que la película no es en verso, pero tiene un lenguaje muy cuidado, muy arbolado, muy poético que requiere tener el texto muy claro. Supimos encontrar el tono y sobre todo el trote, porque las comedias tienen que trotar.
Hay una parte lúdica muy importante en este tipo de participaciones, de juego.
Sin duda. Una película de época como esta te permite travestirte, disfrazarte, verte con barbas que no son la tuya, turbantes, maquillaje, pelo, cuerpo, espadas, metales. Cosas que no ocurren tan habitualmente en el cine español.
El personaje que interpretas aquí vincula de manera directa la figura de la mujer con lo malo, con todo lo que se traduce en algo pernicioso. ¿Alguna vez has llegado a asociar mujer con dolor?
(Risas). No, no. Lo que pasa es que este personaje del Leñador Marrón es un “padre helicóptero”, es decir, uno de estos que sobreprotege a sus hijos hasta el extremo. Él ha contado a sus hijos un relato totalmente mefistofélico y brutal y terrible de lo que son las mujeres teniendo en cuenta sus fallidas experiencias personales. Pero por mucho que te escondas, por mucho que vayas, por muy lejos que estés, Cupido tiene una flecha destinada para ti. No se puede vivir sin amor, no se puede vivir sin ternura. Por eso yo nunca he tenido ese pensamiento hacia la mujer, habré tenido otros más pillos y más personales, pero siempre ha predominado la admiración.
¿Cuándo ha sido la última vez que has experimentado un sentimiento de ternura?
La ternura yo creo que es algo que viene asociado con el amor, con la apuesta, con el vértigo, con el estar, con el convivir. Experimentar ese primer amor, el deseo, la espera, la caricia, el beso: todo eso es la ternura. En estos tiempos tan raros, me da pena pensar que muchas de las ofertas del cine y de lo que las plataformas programan y ofrecen no tienen mucho que ver con la ternura, porque se asocia con algo antiguo, como de otra época. Es triste, porque la ternura es un sentimiento que todos desarrollamos y que tiene que ver con algo que está escondido, es una flor que nace en algún momento determinado de tu vida. Me da pánico que nuestra capacidad para sentirla se pierda. La ternura no es una mariconada, es el pistón, en un basamento para hacer la vida.
¿Es extrapolable al presente, por caricaturizada que esté en la película, la existencia de una guerra de sexos tan extrema?
¿Tú no lo crees? Yo no lo dudo. En la actualidad creo que hay un enorme conflicto con la identidad y con algo que es fundamental como el valor, el valor de entender que tú puedes amar lo que quieras, a quien quieras y donde quieras. En “La Ternura” se juega también con la dualidad en este sentido porque hay un hombre que se enamora de otro hombre que luego está travestido a mujer. En ese sentido hablamos de tolerancia, de la posibilidad de amar lo que uno desea y también lo que uno ve. En ese sentido la gente joven creo que hoy en día lo tiene muy difícil porque tienen demasiada herramienta, demasiada información tóxica y demasiado compromiso con su imagen. Una imagen, por otro lado, completamente distorsionada.
¿Cómo ha sido volver a trabajar con Emma Suárez?
Este es el cuarto proyecto que hacemos juntos y ella es una actriz dotadísima, es tan fácil trabajar con ella. Siempre que hemos trabajado mano a mano lo hemos hecho con mucha fluidez y un gran cariño y una enorme admiración por mi parte a persona y a la figura que es Emma Suárez porque nos llevamos muy bien. Ha hecho un trabajo descomunal en esta película y apostar por una protagonista de su categoría era ya un valor en sí mismo. Somos amigos y siempre es un placer trabajar con una actriz que forma parte de la historia del cine español y que ha sido la novia de todos. En eso también me apunto.
¿Qué influencia está teniendo en los últimos años la línea discursiva del feminismo en los relatos cinematográficos?
Ojalá fuera mayor si te digo la verdad, sobre todo porque es inevitable. Esto no hay quien lo pare. Está muy bien presentar un prototipo de mujer como el que encarna Emma en la película porque hay que contribuir a la construcción de un mundo en el que mujeres y hombres no pueden estar de espaldas. En ese sentido es importante que rememos juntos. Nos llamamos europeos, sociedades modernas y civilizadas, pero nos comportamos a veces como auténticos trogloditas y para evitar eso, el feminismo todavía tiene que dar un paso de gigante en el que yo confío. Hay que defenderlo todo y defenderlo bien. La igualdad es algo absolutamente necesario, no es un derecho que haya que conquistar, es una realidad que hay que tener.
¿Crees en los amores posibles dentro de escenarios imposibles?
Creo en todo eso, sí. El amor es un salvoconducto para todo. Los amores imposibles existen o no existen, no lo sé. Pero confío mucho en la voluntad y en concretamente en la voluntad del amor, no en la voluntad de la razón, porque el primero es mucho más poderoso que la segunda. Ojalá que la gente tuviera siempre la oportunidad de enamorarse como uno quiere enamorarse. Y que tanto hombres como mujeres descubran eso que se llama ternura, que no deja de ser un algodón.