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Martirio: "La vida me suena a gloria y me sabe a cigalas cocidas"

Mañana publica nuevo disco junto a Chano Domínguez, un homenaje al cubano Bola de Nieve.
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Mañana publica nuevo disco junto a Chano Domínguez, un homenaje al cubano Bola de Nieve.
Érase una mujer a una peineta y unas gafas de sol pegada. Una artista de frontera, intérprete del mestizaje cultural, fusionando boleros, coplas o tangos. Érase una cantante que actúa y una actriz que canta, con la verdad por delante. Y que mañana, acompañada por Chano Domínguez al piano, homenajeará al cantante, compositor y pianista cubano Bola de Nieve, con un disco de 15 canciones producido por su hijo, Raúl Rodríguez. «Es la historia de muchos amores y desamores. Se trata del álbum más desnudo que he hecho. Bola me ha sacado el alma en la voz. Y a Chano, más música y más pausa que nunca». Érase y es María Isabel Quiñones, quien asegura que en este trabajo no hay mentira alguna, ni alardes, ni purpurina, ni ningún tipo de exageración. Bendita Martirio.
–¿Cómo la llamo?
Maribel.
–¿Qué diferencias hay entre Maribel y Martirio?
Martirio es la que actúa y Maribel la que piensa.
–¿Por qué este homenaje «A Bola de Nieve»?
Por la fascinación que Chano Domínguez y yo sentimos por él. Por su música, por su forma de cantar, por su repertorio, por todo lo que significa en la cultura latinoamericana. Pero, sobre todo, por ser un intérprete único con una expresión capaz de llegar al fondo del alma y remover los sentimientos.
–Maribel, ¿para quién es usted un martirio?
Para la gente a la que no le gusta encontrarse con la verdad.
–¿Y una bendición?
Para quienes aprovechan mi desnudez y son capaces de buscarse y encontrarse a través del espejo.
–¿La vida es rosa, como reza una de las canciones de este disco?
Solo a veces.
–¿A usted le rima?
Soy la hacedora de mi destino, la responsable tanto cuando las cosas van bien como cuando van mal. Y ahí no rima. Pero al ser mi propia conductora no le puedo echar las culpas a nadie.
–¿A qué le suena?
A gloria.
–¿A qué le huele?
A madreselva.
–¿A qué le sabe?
A cigalas cocidas.
–¿A quién le diría eso de: «Si me pudieras querer», como recoge otro de los temas de este álbum?
A unos ojos que ando buscando todavía.
–¿Y por qué no los ha encontrado?
Porque llevaba las gafas (risas).
–¿Puede usted ser feliz?
Sí. De hecho lo soy muchísimas veces. Tengo una gran capacidad para gozar y, por lo tanto, también para sufrir. El sufrimiento viene cuando no lo puedes controlar. La felicidad, cuando tienes las cosas arrimadas.
–¿Pero qué es para usted la felicidad?
Tener las tripas en orden.
–Es usted una mujer de frontera.
Sí, no tengo un territorio fijo.
–¿Cuál es su estilo preferido?
Me siento identificada con todos los estilos que abordo. Aprendo lo que no sé y voy a por lo que me gusta. He transitado por muchos géneros y en todos he sido feliz.
–¿Cómo desempolvar las joyas de la música para que sigan brillando?
Con respeto, estudio y, sobre todo, trasladando e intentando expresar lo que te haya llegado a tu cultura y experiencia.
–¿Por qué siempre con peineta y gafas de sol?
Porque me parece bello, me gusta. Es una seña de identidad que me he inventado y que, creo, aún es sorprendente.
–No ha sido nunca ni de complejos ni del qué dirán...
–Sí, claro que sí. Me afecta mucho lo que dicen.
–Usted se adorna para luego desnudarse y cantar y contar lo que haga falta...
A mí siempre se me ve el alma, esté hablando, cantando, actuando...
–¿Le sigue quedando veneno dentro?
Me queda un rockerío y una afición muy grande por todo lo de mi Kiko.
–¿Y cuándo lo expulsa?
Cuando me dejo ir más allá del control.
–Tras tantos años de carrera, ¿cuál ha sido la mayor lección que le ha dado la vida?
(Piensa) Que nunca fue fácil lo hermoso.
–¿Sigue en evolución?
-Sí. Y en revolución.
–¿De qué aprende?
De la gente buena y clara, de los valientes, de los héroes de la vida.

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