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Max se mete en el jardín del Bosco

El dibujante se suma al V centenario del pintor con un cómic que reinterpreta las grandes pinturas que conserva el Museo del Prado
larazon

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El dibujante se suma al V centenario del pintor con un cómic que reinterpreta las grandes pinturas que conserva el Museo del Prado
E l Bosco representó las tentaciones y debilidades del alma con un aire lúdico, como una procesión de máscaras o un carnaval de vicios. El artista conocía bien que el hombre es un ser descuidado que no atiende a recomendaciones y consejos, y es capaz de lanzarse al infierno con una sonrisa y los brazos abiertos. También sabía que nada regocija más al prójimo que la desgracia ajena, el tormento del otro. El carácter festivo de algunas de sus obras no es más que otra vertiente de su denuncia, la capacidad que tenemos los hombres de divertirnos con la contemplación de nuestras propias faltas y penurias. Max nos trae en un cómic conmemorativo, que él ha llamado «El tríptico de los encantos (una pantomima bosquiana)», que edita el Museo Nacional del Prado, a un Bosco laico, a un Bosco despojado de su carga religiosa. El dibujante ha recurrido al imaginario del pintor, la modernidad de su bestiario, para capturar a un creador distinto, moderno, con sentido del humor, «que hoy es fundamental para cualquier cosa en la vida. Y más cuando se trata de un aspecto artístico. Es, además, una cualidad implícita en El Bosco».

Carácter fragmentario

El dibujante ha tomado tres cuadros esenciales de la pinacoteca madrileña – «La extracción de la piedra de la locura», «Las tentaciones de San Antonio» y «El jardín de las delicias»–, para reinterpretar al maestro, traerlo más a nuestra época. «Algunos lo mencionan como un precedente del cómic moderno por ese carácter fragmentario. Es una pintura de mucha anécdota. Siempre se ha intentado poder contar una historia en imágenes. Eso es lo que sucede con el cómic. Pero, para poder hacer eso, tiene que estar inventada la técnica. El Bosco no la tenía y debía incluir en una sola imagen todas las ideas», declara el dibujante». Max ha acudido a un recurso natural para «humanizar» estas figuras y echarlas a andar. Les ha dotado de movimiento en su cómic, «aunque eso ya estaba implícito en muchas de las imágenes que él había incluido en sus composiciones». A través de esa técnica ha aportado una mirada diferente, por ejemplo, de la relación de San Antonio con los demonios que asedian su virtud; o una visión particular de lo que sucede en «La extracción de la piedra de la locura». «Este cómic no es más que otra interpretación que se ha hecho en los últimos 500 años del trabajo de El Bosco. Y será otra más a las que habrá en los siguientes 500 años, porque es un artista inacabable», comenta.
Max reconoce que ya no se puede ver a este pintor con los mismos ojos que en siglo XVI. El mundo ha cambiado y lo que se admira de un artista son otros valores. «El mundo occidental es muy descreído en la actualidad, aunque debemos admirar los esfuerzos que debió hacer él para poder reconciliar las ideas vigentes entonces con su propia pintura. Aunque muchos no pensarán igual, yo no creo que él fuera un moralista». Cuando se le pregunta cómo se imagina él a El Bosco, un hombre de biografía enigmática, oscura, con una vida eclipsada por la falta de documentación sobre su existencia, sus influencias y sus viajes. «Lo veo muy cercano a mí. Como un hombre muy trabajador, con cierta tendencia a la melancolía, pero que está poseído de una energía tremenda». Max abordó este encargo informándose a conciencia sobre las técnicas pictóricas que empleó y, después, procedió a hacer un cuidadoso guión en el que iban aflorando preguntas, dudas, cuestiones sobre el artista. El resultado es un libro donde El Bosco conserva su identidad y al que se le ha concedido la liviandad que suele dar el humor.