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La ética de una tachuela

Segunda Jornada de la Fashion Week Madrid. Teresa Helbig da una lección de exquisitez artesanal sobre la pasarela a través de la riqueza de los detalles y su dominio en la ejecución de los patrones
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Tiene las manos castigadas. Durezas, alguna herida que no termina de cicatrizar, hinchazón... Pero el dolor se olvida cuando ve colgado en la percha el vestido. Una a una suman 150 piezas que encajan como un puzzle. En la pasarela sólo se percibe la sencillez y caché de una prenda patronada al detalle y cosida a la perfección a golpe de entretelado para que todo cuadre. Un trabajo de chinos. Disculpen por la verborrea. De chinos nada. Un curro de artesanos españoles, el equipo de Teresa Helbig. Lo clavan. Literalmente. Con 35.000 tachuelas sacan adelante una colección que emboba a un público cibelino, el que abarrotaba su desfile en la segunda jornada de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. Y eso que Teresa no necesita palmeros. Porque no se vive ni se come del aplauso, sino de las clientas que piden cita. No son pocas. Y sí bien avenidas.
«Todo lo que pidan se hace. Si quieren cien vestidos, nos ponemos a ello», comenta sabedora de las noches en blanco que han pasado para sacar adelante esta colección del invierno que viene mientras entregaban encargos a las novias y no novias. «Si uno vende calidad, te compran calidad. Lo hemos comprobado a lo largo de los veinte años que llevamos en esto», reflexiona en el «backstage» cuando mira atrás: «Cuesta sacar todo adelante y hacerte valer: ¡que nos lo digan a mi madre y a mí! Recuerdo situaciones tragicómicas que no se pueden contar. Pero ahora estamos aquí, lo vivimos como un premio».
Uno mira la tachuela y se queda embobado. Una a una, cogiendo el patrón, agujereando en el milímetro exacto, marcando... Sumen 20 horas y les sale una minifalda. No apto para cardíacos. «Hay que dejar de maltratar el lujo. Nosotros no ofrecemos humo, el precio de la prenda es lo que cuesta, tiene un valor ético», reivindica de palabra y obra la diseñadora catalana.
La serie que reproduce un caleidoscopio atrapa, la lana al bies con angora abriga el estilo, la apuesta por las espigas gigantes convence y el mono en negro emociona a quienes peinan canas en esto de ver pases. Otra lección de la Helbig: no hay que divagar con una paleta extensa cuando se da con los tonos que enganchan a la mujer que mira: crudo, curri, camel y coral.
Los vestidos largos estilizan la figura y los detalles de mapache en algunos hombros le da el toque justo de «glamour» que siempre equilibra ese fondo rockero de Teresa con unos escotes «porqueyolovalgo» a la espalda.
A Teresa le queda mucha tela que cortar. A Martín Lamothe, mucha que tratar. Elena Martín, que se esconde detrás de su apellido en la marca, ha hecho de la invención de los tejidos su fuente de ingresos a través de las patentes que crea. Tiene ingenio y conocimiento en la materia. No sólo estudió en la St Martins de Londres –la meca del aprendizaje de diseño–, sino que se formó en textil. Lo suyo también cuesta. Cuatro meses para parir una microfibra engomada que simula ser cuero, pero más flexible. «Esto mismo en cuero te cuesta 700 euros. En microfibra logro no superar los 200 con un resultado más maleable», explica mientras muestra sus monos y bomber oversize elaborado con este material. Otro alarde químico a reconocer es su rafia en viscosa y seda entretejido por detrás y lo que ella llama «serraje». A saber: piel de vaca ablandada que en lo cotidiano se utiliza para las tapicerías de los coches, pero que ella eleva a tejido «deluxe».
Esta apuesta por mimar lo que tocas también es premisa para María Barros. También merece la pena poner bajo lupa lo que hace para descubrir la lana que está detrás del lúrex y disfrutar de sus jerséis tejidos, que no teñidos en degradé, amén de su tino con los volúmenes que esta vez concentra en pecho y hombros. Los Ailanto se esmeran con sus estampados y se crecen con el trabajo en las lentejuelas, tanto en la gabardina en plástico transparente como en la falda de crepé de lana. Especialmente reseñable la chaqueta en neopreno marino calado, el abrigo en jacquard de lúrex en negro y oro, además del pantalón en pata de gallo bordada con puntos de color.
Con el pavo a cuestas
En fase de depuración están Juana Martín y Francis Montesinos. Sí, Montesinos refinado. Cuesta escribirlo, pero no verlo. No crean que no reivindicó en algún momento su bacanal con aire Locomía. Dan fe los Bosé –la parte bien avenida de la familia–, Juan Miguel –ex de Karina– en la tercera fila, y el pavo hecho dama con el que cerró el desfile. Pero lo demás sabe a un hombre que lleva su vida entera en el negocio y ha sabido reconducirse a tiempo –«me lo pedía el cuerpo»– ofreciendo un vestido con pailletes que simulan las teselas de las piscinas, un fortuny elegante con algún brocado y sastrería de lana bien resuelta. Juana se mantiene en la línea de septiembre de reducir excesos, centrarse en la bipolaridad del blanco y negro, con una apuesta por la transparencia geométrica y demasiado arriesgada en unos encajes que piden una braga faja para salvar el tipo. Correcto Torretta tanto en el corte masculino de sus piezas como en los toques de color -rosa palo, burdeos y rojos-.
A Angel Schlesser no le falta más refinamiento. Ya nació así. Exquisito, por supuesto. Pero aburrido y algo confuso en cortes y tejidos que parecían primavera. Le falta una tachuela. O dos.

La delegada del Gobierno, de amarillo y con «Grazia»

Es parada obligada. El «stand» de la revista «Grazia» en el Cibelespacio del pabellón 14.1 de Ifema vive la moda y la contagia. Por allí se dejó caer ayer Cristina Cifuentes, la delegada del Gobierno en Madrid. Enemiga del mal fario, se atrevió con el amarillo. «He aprovechado que el sábado no trabajo para poder escaparme para apoyar a la moda española», explica Cifuentes, que ayer contempló los desfiles de Montesinos y Schlesser. ¿Le gustaría volver cómo alcaldesa de Madrid en próximas ediciones? «No, vendré como delegada del Gobierno», contestó a LA RAZÓN. En el jardín creado por «Grazia», Cifuentes conversó con Charo Izquierdo, directora de la publicación, que también disfrutó de la compañía de la periodista Marta Robles. Interesante el «front row» de Helbig, con Úrsula Mascaró, Cristina Brondo y Macarena Gómez. «Overbooking» en Torretta con Manolo Segura, Marta Larralde, Carmen Lomana, Natalia Figueroa y Mar Flores.

El detalle

«Desfilo con la cabeza alta, no estoy imputada»
Se la vio algo más seria de lo habitual al saludar tras su desfile. Y es que Juana Martín no ha vivido unas semanas fáciles. Sobre todo, cuando se publicó que podría estar imputada al salir a la luz un reciente informe policial que la implicaría supuestamente en el desvío de 850.000 euros de dinero público, dentro del «caso Invercaria». Ella lo desmiente de forma tajante minutos antes de presentar su colección en la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. «No estoy imputada en nada. Desfilo con la cabeza muy alta», explica la diseñadora cordobesa que explica cómo «hay una mala interpretación de todo lo que ha sucedido. Me han pedido que aportara una documentación y lo he hecho, estoy tranquila».