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Obituario

Muere la actriz Raquel Welch a los 82 años

Fue nombrada una de las 100 estrellas más sexys de la historia del cine en 1995

A todas luces era reduccionista y hay quien diría, hoy, que hasta machista, pero nadie le quitó un ápice de razón en su día al cronista de «The New York Times» que la bautizó como «la octava maravilla del mundo, un monumento a la humanidad que quita el aliento» tras verla en «Hace un millón de años « (1966). Anoche, y sin revelarse la causa oficial, la agencia de representación de Raquel Welch (EE.UU., 1940) anunciaba a los medios el fallecimiento de la titular del apodo «El cuerpo» antes que Elle McPherson, del icono del bikini antes incluso de que se extendiera su uso y de la mujer que definió para siempre lo que debía ser una «sex-symbol» en la gran pantalla.

Reina del celuloide cuando más caro era ser siquiera parte de la corte, Welch probó suerte en el blanco y negro, pero saltó al estrellato justo unos meses antes de su bautismo en la citada crítica, con la lisérgica «Viaje alucinante» (1966). Ahí, su Cora se ponía a las órdenes de Richard Fleischer para epatar en el espacio y, de paso, consagrarla al cuché como nueva reina del destape «softcore» de Hollywood. Pero no contenta con los papeles de chica sexy que le llovían, Welch, por ejemplo, también fue una pionera del cine trans, protagonizando la controvertida «Myra Breckinridge» en 1970. Y así, entre pura genética y perseverancia, se estableció en el «star-system» como la mujer a la que había que llamar cuando se trataba de lidiar con mujeres intrépidas, fuertes, seguras de sí mismas... y atractivas en relación a su contraparte masculina.

Cuando ser latino no estaba bien visto

Quizá por las etiquetas, o quizá por el cambio de los tiempos, mientras América quemaba los sujetadores que ella vendía en portadas de revista, Welch probó suerte en Europa, con títulos de relevancia como la británica «Ana Caulder» (1971) o pequeños papeles como en «El fin de Sheila» (1973), con guion de Stephen Sondheim. Justo después, consiguió un Globo de Oro por «Los tres mosqueteros» y, como tantas otras estrellas, encontró sitio en la televisión. Pero lo que parecía una caída, un descenso de estatus, se convirtió realmente en su revitalización de cara al público general, elevando el concepto de la película para televisión al culto y protagonizando, con más o menos éxito películas como «La leyenda de la mujer India», «Escándalo en la ciudad» o «Elegidos para matar».

Welch, nacida realmente bajo el apellido Tejada -boliviano como su padre- pero cuya marca creyó conveniente cambiar en tiempos que nada tienen que ver para los latinos en Hollywood, ganó otro Globo de Oro por la serie limitada «Right to die», y entonces ya consagró los noventa a lo obtenido con su fama. Se dejó ver en «Sabrina, cosas de brujas», en «Seinfeld», donde firmó uno de los mejores episodios de la sit-com o en «Una rubia muy legal», quizá abriendo de nuevo camino a esas mujeres que querían ser más que un objeto al que admirar, un cuerpo al que desear o una figura a la que imitar. Quizá su pérdida, al nivel de cualquiera de las otras siete maravillas si hablamos entre cinéfilos, sirva para recuperar «From Raquel With Love» (1980) una biografía autorizada para televisión que guionizó y para la que quiso contar su vida con Douglas Fairbanks Jr. y Mickey Rooney.