¿Autobiografía o ficción?
De Raquel Welch a Nacho Duato: los nombres detrás de las canciones de Miguel Bosé
Con el cantante recuperándose de una operación de hernia discal y, por tanto, con la promoción paralizada, ya está disponible «Bosé. Historia secreta de mis mejores canciones», un «alimento» para fans
Ha entrado ya en las librerías Bosé. Historia secreta de mis mejores canciones (Espasa), el segundo volumen firmado por Miguel Bosé. El primero, El hijo del Capitán Trueno, una autobiografía parcial (desde su nacimiento hasta el momento de su primera aparición televisiva), funcionó como un tiro y se ha comercializado, incluso, en Italia, país de origen de su madre, la ya fallecida actriz Lucía Bosé. Es comprensible que eso haya animado al artista, y al sello que lo editó, a poner en el mercado una nueva pieza, la cual ofrece una valiosa información sobre las paradas más reseñables de un poderoso sendero musical con una extensión de casi medio siglo.
Estamos ante un libro de hechuras robustas, con un tamaño algo mayor al estándar, tapa dura, papel de calidad, mucha foto pintona y una letra que hace innecesario el uso de gafas. Todo ello lo delata como un alimento ideal para fans, y esa es una excelente noticia. Porque con el anterior sus fieles se sintieron decepcionados, puesto que buscaron información del Bosé estrella en vano, y de ahí que esta nueva entrega se interprete en parte como una reparación de aquel vacío.
A lo largo de casi 400 páginas de fácil digestión, Miguel hace un ejercicio aparentemente confesional en un intento de desvelar el significado de 60 canciones de las que, al menos, un tercio forman parte de la mejor producción del pop español de las cuatro últimas décadas. Advierte en una nota introductoria que aunque lo que cuenta es la verdadera historia de esas canciones, debe prevalecer lo que cada uno de los oyentes haya imaginado de ellas. Y a continuación nos encontramos con breves tesis sobre unos temas que conocen hasta los que jamás lo han consumido o quienes lo detestan. Clásicos, para entendernos.
No oculta el autor sus preferencias («Te amaré» es un texto de amor «perfecto», no ha vuelto a escribir ninguno «tan sencillo y tan poderoso»), recurre en ocasiones a la hipérbole («Amante bandido» «cambió por completo el panorama musical español») y revela influencias: «Sevilla», que narra la historia de un crimen pasional en el barrio de Triana, está inspirada en García Lorca y en las coplas de Quintero, León y Quiroga.
El relato de Bosé parece en muchos momentos sincero y verosímil, y aporta datos interesantes. Pero abundan de igual modo pasajes en los que uno tiene la sensación de asistir al trabajo de un novelista. O de un cuentista. Y si hay algo que chirría es que aún hoy, cuando el misterio de Bosé es menos misterioso que nunca, porque lo que tanto tiempo mantuvo en secreto acabó cobrando cuerpo de primera plana a su pesar, el músico se empecine en seguir jugando al escondite y coqueteando con la ambigüedad. Así, nos habla de su antigua «pasión» por Raquel Welch (integrada en el texto de «Mi libertad)», su «diosa de caderas salvajes», y de lo que le despertaban «las mujeres pasando la treintena». O de aquella «novia costarricense, con la que tuve una relación tórrida. Rompimos queriéndonos mucho. Después de ella, todas las mujeres que fueron entrando en mi vida, incluso las más maravillosas, las más bellas, las más brillantes, fueron medidas por una vara que dejó el listón muy alto» («Nena»). O de cómo «el amante lame a su pareja en señal de afecto. Se refiere al lamido de los labios de su vulva, tan deliciosos como poemas» («Como un lobo»). Y señala que «Morenamía» es «la canción con más alta carga erótica de todo mi repertorio. En varios momentos roza lo porno. Es porno», y añade: «Tiene musa inspiradora con nombre, apellido, dirección y número de teléfono. (…) Hoy en día está felizmente casada, tiene familia y una reputación impecable». Por lo menos, matiza que es una historia «mitad real, mitad novelada».
Pero el fragmento más delirante e impúdico del libro se encuentra en «Bambú», canción que Bosé especifica que está basada en hechos reales y sus personajes no son ficticios (lo cual no significa que ocurriera tal cual). La historia parece una fantasía a lo «Cincuenta sombras de Grey», y recrea unos días en la Toscana con motivo de una boda en la que el protagonista (Bosé) acudió como testigo del novio. Tomen asiento antes de leer: «La espío y me la como con los ojos. Me imagino todo lo que podría llegar a hacerle. (…) Un juego largo de miradas. Nos relamemos. (…) Me la comería entera. (…) La pillo en déshabillé, planchando en tabla sus emociones. Se sobresalta, pero ya es demasiado tarde. Se agacha sobre la plancha, se abre ligeramente, y se destapa, ofreciéndome. Entro en ella y empieza el baile. (…) Y le doy bambú, bam, bam, bam, más bambú. Ella se muerde la mano que sofoca sus gritos. No sabe que su marido no está, yo no le digo nada y le doy más bambú. (…) Ella se moja y yo me caliento. Me dice que pare, tiene que ir a ver dónde está su marido, y a poner el baño. Me pide que la espere. Se va. Yo no aguanto. Me voy tras ella. La pillo abriendo la llave del grifo de la bañera, y, sin avisar, la agarro y mientras que va tomando temperaturas al agua, yo le sigo dando bambú (…). Ella me llama amor mío y no para de preguntarme quién soy. Dime quién eres, tú que de pronto tienes cogidos mis sueños en tus manos, me dice. Cuando en realidad lo que tengo agarrado son sus pechos, cálidos y suaves, las riendas de mi calentura. (…) Ella grita, yo grito, nos vamos juntos y alguien llama a mi puerta y también grita… ‘’la cena è pronta, Miguel… dai… sbrigati!’’’ No tardó en relatarle a más de una amiga todo lo ocurrido, (…) desatando así la curiosidad en el resto de las gatas. Al parecer fui apodado Il Misericordioso, según me chivaron mis compadres. El hombre desconocido que hacía caridad entre las desconsoladas señoras. Se corrió la voz, lo que me costó más de un goloso abordaje en las siguientes nocturnidades de los jardines de aquella Toscana. No paré de repartir bambú y ellas de preguntarme que quién era… hasta que al final se supo». ¿Cómo tomarse ese relato erótico/festivo como algo distinto a un ejercicio de ficción, a un cuento que se pretende veraz o al arte de la fabulación según Bosé?
Lo que no se cuenta
Pero el libro contiene también algún regalo que se agradece: ¿es casualidad que sea una foto con Nacho Duato (con quien compartió apartamento en Nueva York a finales de los setenta) la que acompañe a la letra de «Morir de amor»? Y el explícito «una historia de amor y danza en tierras de Manhattan. Algo tan deseado, tan ansiado y tan querido. (…) Hui de aquel amor que pudo haber sido más, mucho más, tal vez todo». Creo que en este libro nada es casual. Que Miguel se ha escondido (como siempre), pero que a su manera, con sus guiños, sus claves y sus códigos encriptados, ha mostrado de igual modo aspectos de sí mismo, de su biografía, nunca antes había revelados.
A pesar de las polémicas de los últimos años, a Bosé no debería hacérsele una enmienda a la totalidad. En una España fea de cojones, la del primer tramo de la Transición, cuando el blanco y negro reinante se resistía a claudicar, él brotó como una flor exótica, azul turquesa, y sólo por eso fue una espléndida noticia. Durante años fue el tío más guapo del mundo del espectáculo español, y en su trayectoria hay discos estimables y muchas hermosas canciones con letras enigmáticas y diferentes a las de cualquier otro colega. Letras que él explica a su modo, claro. Picando por igual de su vida y de su imaginación. Bosé en estado puro.
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