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Muere el hombre que retrató 25.000 veces a Picasso

Fue el primer fotógrafo en exponer en solitario en el Whitney Museum of American Art de Nueva York.
larazon

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El fotógrafo y reportero estadounidense David Douglas Duncan (DDD), amigo íntimo del pintor Pablo Picasso, ha muerto a los 102 años en el hospital de Grasse, en la Costa Azul francesa
Nunca sabremos qué hubiera sido de David Douglas Duncan si su hermana no le hubiera regalado una cámara fotográfica el día de su 18º cumpleaños. Probablemente, habría tomado el camino de aquello que cursaba en la Universidad de Arizona –Arqueología– en busca de la tumba perdida del faraón «equis» o del esqueleto del último mamut; o, quizá más adelante, se hubiera dejado la vida en alguna de las batallas que los Marines estadounidenses libraron por medio mundo durante el siglo XX, aunque ya les aviso que en estos lugares sabía moverse. Pero no, el destino quiso que el mismo día de su cumpleaños, el 23 de enero de 1934, se incendiara el Historic Hotel Congress de Tucson. Allí, delante de un chaval ansioso por estrenar el presente, se sucedían las llamas, los bomberos, las sirenas, el humo, los policías, los mirones... Todos los ingredientes para lograr un debut espléndido dentro de su «amateurismo». Sin embargo, la clave de sus instantáneas no iba a ser ninguno de estos elementos, sino un hombre que aparecía en ellas ante el fuego y que solo tenía una preocupación: recuperar su maleta. Allí se encontraba, desesperado por una pérdida que se consumía con el edificio. El protagonista era John Dillinger, uno de los asaltantes de bancos más buscados de la época y a quien se reconoció en las fotografías como paso previo a una detención en la que se le incautaron varias armas y los 25.000 dólares –que si ahora son de buena ayuda, entonces significaba una auténtica fortuna– que se había llevado del Banco de Chicago. «Obtuve un premio y decidí hacer carrera para explorar el vasto mundo», reconocía años después aquel chico, convertido ya en DDD, como origen de su carrera.
Fue el inicio de un hombre que fallecía el jueves a los 102 años en el hospital de Grasse (Francia), según informó ayer el director del Museo Picasso de Antibes, Jean-Louis Andral: «Murió de una neumopatía y rodeado de su familia». Dice adiós el fotógrafo que llegó donde no lo hizo nadie, hasta la bañera de Picasso, pintor incluido. Pero también le cazó saltando a la comba o bailando.
Aunque antes de eso, Duncan ya se había ganado un nombre que fue engordando tras del incendio de Tucson con su trabajo como «freelance» para «The Kansas City Star», «Life» y «National Geographic». Más tarde, se uniría a la Marina para convertirse en fotógrafo de combate. Entre otros, sirvió en el acorazado estadounidense «USS Missouri» durante la Segunda Guerra Mundial , donde coincidiría con el futuro presidente Richard Nixon y en el que viviría la rendición nipona. Una circunstancia que, debido a su estatus de cámara, le permitió estar cerca de la batalla, aunque sin salpicarse. Salvo en la isla de Bougainville, donde sí tuvo que luchar contra los japoneses.
De toda esta experiencia, más las que iría sumando, Duncan editaría «¡Esto es la guerra!» (1951) en el primer aniversario de una Guerra de Corea (1950-1953) que también conoció de primera mano. «No hay ninguna apoteosis en este libro ni una conclusión demoledora. Es solo el deseo de mostrar lo que el hombre sufre cuando su país decide ir a la guerra», escribía en un volumen que se convirtió en «best-seller» en EE UU. Duncan sí estuvo en el frente y, como sus compañeros, también disparó, aunque sus fogonazos no dejaran víctimas de sangre: «Tienes cámaras, que son como armas políticas y hay que usarlas», decía.
Hambre, silencio y frío
No olvidaba un detalle. «Tengo un recuerdo muy vivo de las fotografías», reconocía en 2008: «Fue al amanecer. Hacía mucho frío, menos de 30 grados, estábamos hambrientos y ya no podíamos ni hablar», explicaba de una de las instantáneas. Entonces, recordaba cada rango y nombre de los protagonistas de su trabajo en Corea y en Vietnam. Años en el Pacífico que le valieron para ser reconocido como un pionero de la fotografía bélica. Allí, en Vietnam, moría en 1954 su amigo y compañero de profesión Robert Capa, pero antes ya le había dejado la semilla de lo que sería su mejor obra, la intención de conocer a Pablo Picasso, entonces solo colega del fotógrafo húngaro.
Momento que llegaría en 1956, en la finca que el pintor tenía en Cannes, Le Californie. «Creo que lo intrigué. Llegué con un Mercedes 300 SL, el que tiene las puertas que se abren como las alas de una mariposa. Y además Picasso tenía mucho interés en los que, como yo, conocían los horrores de la guerra», explicó a «Le Figaro». DDD había preparado ese viaje desde hace tiempo, desde que, trabajando en Afganistán desenterró –parece que mantenía parte de ese espíritu arqueológico– una coralina con un gallo que le transportó a las pinturas del artista. La guardó y, más tarde, la mandaría grabar con los nombres de Picasso y Duncan para un futuro regalo.
Con ello se presentó en Cannes, previa llamada a la segunda esposa del malagueño, Jaqueline. Ésta recibió al fotógrafo y le condujo hasta el pintor. Daba igual que estuviera dándose un baño, la compenetración fue máxima desde ese momento. Libertad máxima para Duncan a la hora de tomar imágenes de la vida íntima de la familia. Hablaba orgulloso de ello: «He fotografiado la historia de amor entre Pablo Picasso y su mujer». Con la única prohibición de no mover nada de sitio. Incumplirlo podría significar la alteración de una composición que solo entendía el artista. Todo lo demás sería fruto de la espontaneidad. Una tras otra, las imágenes se sucedieron hasta las 25.000. Momentos que posteriormente se recogieron en los ochos libros en los que Duncan muestra la vida del pintor trabajando, en familia o, simplemente, pasando el rato.
Una obra que no solo acercó Picasso a los mortales, sino que siempre gozó del visto bueno de la saga: «El “yankee” nómada se va a otra gran aventura. Él ha sido parte de nuestra vida diaria como miembro de la familia. DDD es el fotógrafo que mejor ha mostrado a Picasso con discreción y afecto», afirmaba Claude Picasso, hijo del pintor, tras la noticia del fallecimiento.