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Àngel Òdena: "Se ha gastado mucho en el ladrillo y poco en el artista"

Interpreta en el Teatro Real «Falstaff», la ópera sobre ese fanfarrón cuya artimaña se le vuelve en contra y en la que, al final, todos los personajes coinciden en que «tutto è burla».
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Interpreta en el Teatro Real «Falstaff», la ópera sobre ese fanfarrón cuya artimaña se le vuelve en contra y en la que, al final, todos los personajes coinciden en que «tutto è burla».
Su voz. Envuelve con tan solo conversar. Imagínense en un escenario interpretando una ópera a pleno pulmón. Àngel Òdena ha cantado unas doce de Giuseppe Verdi y confiesa que aún sigue aprendiendo. No falla que su nombre aparezca en los cartelones del Teatro Real. Modesto, explica que debe ser «porque algo estaré haciendo bien». Hasta el 8 de mayo se subirá a este mismo escenario para interpretar a Ford en «Falstaff», la obra que se burla de la vida y que sirvió como despedida para uno de los compositores más importantes de la historia.
–¿Quién es Ford?
–Una persona que duda de su mujer y quiere hacer intervenir a Falstaff para que se la ligue. Es desconfiado, pero se da cuenta de lo que decimos al final de la fuga: «Tutto il mondo è burla», es decir, nos tenemos que tomar la vida de cachondeo.
–Esa idea, al final, no solo recae en el protagonista.
–Lo cantamos todos, es lo que quería Verdi. De hecho, él había hecho tantas óperas tan dramáticas que en la última de su vida nos quiso transmitir el reírnos de uno mismo. En la vida evidentemente nos pasan cosas serias, así como también alegres, pero hay que tomárselo todo con sentido del humor. Siempre he creído que las personas que lo tienen son las más inteligentes.
–Ford: ¿celoso posesivo o enamorado temeroso?
–Buena pregunta. Quizá en 2019 pensaríamos que es una persona que, sin caer en la violencia de género, es muy posesiva. Hay que tener en cuenta la mentalidad de aquella época. También es un enamorado con miedo. ¿Dónde está la línea entre ambas partes? No sabría que decirte. Creo que Ford juega entre esas dos cosas.
–Personalmente, ¿qué es lo que más y menos esfuerzo te ha llevado de interpretarlo?
–No sabría qué decirte. De entrada, Verdi, en la gran mayoría de las óperas, le da importancia a todas las voces, por lo que la exigencia está en que son papeles largos, que conlleva trabajo físico, control del aire, de vocalidad, y pone a todos los personajes en sus tesituras más extremas. Sin embargo, como era un hombre que escribía tan bien la partitura provoca que, con tu técnica, flotes por encima de la música. Es uno de mis compositores preferidos.
–No es la primera vez que interpreta a Verdi, ¿le ha pillado el truco?
–He hecho 12 óperas suyas y cada día tengo cosas nuevas que descubrir. Hay diferentes Verdi: técnica, musical y artísticamente. En el caso de Ford, se acerca mucho más a la época que había entonces, el verismo, diferente al bel canto de sus inicios. Mi voz se adapta muy bien a este tipo de óperas, pero también es verdad que siempre tienes que estar estudiando. En cierta forma es un bálsamo para la voz.
– En «Falstaff», el compositor le da más importancia al barítono que al tenor.
–El por qué no lo sé, pero el tenor queda un poco residual. En esta ópera se nota. Ocurre en otras de sus óperas: en «Rigoletto», «MacBeth» y «Nabucco», los personajes principales son barítonos. De hecho, en «Otello» su idea principal era ponerle Yago, pero como estaba basado en Shakespeare al final no cambió nada.
–¿Cómo le ha dado forma a su personaje?
–Primero me fijo en la parte vocal y musical. Cada vez que cojo una ópera que ya he hecho, la retomo, miro cómo darle otra vuelta de tuerca con mis pianistas y profesores de canto. Después, teatralmente lo estudio con las diversas propuestas que hacen los directores de escena.
–¿Qué te han aportado tanto Danielle Rustioni (director de orquesta) como Laurent Pelly (director de escena)?
–Danielle, como persona, es muy eléctrico y busca siempre esta parte de la ópera más eléctrica. Laurent es una persona muy agradable y cariñosa y ha hecho un trabajo muy minucioso. Siempre intento ser con todo el mundo una esponja: todo lo absorbo y luego lo transformo dentro de mi personalidad.
–Hay muchos españoles en el reparto. Actualmente, ¿se dan oportunidades a quienes se quieren dedicar a esto?
–Desgraciadamente, no las que deberían. Físicamente tenemos muchos auditorios y teatros, pero creo que se ha gastado mucho en el ladrillo y poco en los artistas. Te das cuenta de que hay un porcentaje elevado de gente de fuera, que es algo bueno y necesario, al fin y al cabo el mercado es libre, pero también creo que los jóvenes lo tiene ahora más difícil que cuando yo empecé.
–Y debería ser al contrario.
–Por un tema de justicia social y económica. Quizá ahora se está tomando conciencia de esto y debería cambiar. Pero es la pescadilla que se muerde la cola: si no das oportunidades, no hay gente que las tome, y sí que hay gente dispuesta. Es necesario arriesgarse porque público hay.
–No hay temporada en el Teatro Real en la que no figure Àngel Òdena.
–Una vez alguien me dijo que quizás era el barítono que había cantado más roles de la historia de la reapertura del teatro. Si es verdad, es un orgullo. Significa que debo estar haciendo las cosas bien. Porque a veces uno se piensa que en este trabajo las oportunidades se dan por amistad, pero no, es porque saben que eres un valor seguro.
–Si pudiera elegir, ¿qué interpretaría y por qué?
–«Andrea Chénier», en el papel de Gérard, me encantaría. También «Hernani» de Verdi. Y repetir. Hay óperas que solo he cantado una o dos veces y no es lo mismo que hacer 40 funciones de un rol, te dan un bagaje. Por ejemplo, el de Ford lo he hecho unas 25 veces, ya lo entiendes de otra forma.
–Y sigue aprendiendo.
–Siempre quiero seguir. Es lo que interesa con esta edad, a parte de disfrutar y pasarlo bien. Y en eso estoy.

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