Helena de Constantinopla y la búsqueda de la Santa Cruz
La emperatriz, decisiva en la historia del cristianismo, se adentró en un mundo desconocido para hallar la cruz en la que fue crucificado Jesucristo y convertirla en un símbolo histórico
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Todos los mitos necesitan su héroe. Muchas veces, se trata de una mujer. En el caso de Helena de Constantinopla, esta emperatriz se convirtió en leyenda gracias a la extraordinaria búsqueda de la «Vera Cruz», en la que fue crucificado Jesucristo. Lo que la hizo representar un papel decisivo en la reestructuración religiosa del Imperio Romano, cimentando su legado como una figura central en la historia del cristianismo. Nacida como Flavia Julia Helena alrededor de los años 248/250 d.C. en Drepanum, una pequeña localidad en la provincia de Bitinia, creció en tiempos turbulentos. De origen muy humilde, a los veinte años se casó con Constancio Cloro, un joven militar. Fruto de esa unión nació el futuro emperador Constantino en el año 272 d.C. en Dacia. La inestabilidad política y la constante lucha por el poder definieron esta anarquía militar, con más de cincuenta usurpadores ascendiendo y cayendo del mismo en un corto período. Por ello, la vida de Helena cambió cuando se creó la tetrarquía romana, un sistema de gobierno que dividió el vasto imperio entre cuatro gobernantes con máxima autoridad para intenta luchar contra todas las usurpaciones. Su marido fue nombrado César, con el derecho a ser Augusto o emperador. Sin embargo, para alcanzar este ascenso, en 289 d.C., el emperador Maximiano impuso una condición a Constancio: debía casarse con su hija Teodora, formando así una alianza familiar. Esta decisión hizo que Constancio Cloro la repudiara.
El destino de Helena tomó un nuevo rumbo cuando su hijo Constantino fue proclamado emperador en el año 306 d.C. por las tropas de su padre tras la muerte de éste en Britania. Famoso es el relato de la visión de Constantino antes de la batalla del Puente Milvio en Roma en 312 d. C., en la que vio un crismón cristiano y ordenó llevarlo en el estandarte imperial. La victoria resultante acarreó el ascenso de Constantino como emperador y la oficialización del cristianismo en el Imperio Romano. Fue Constantino quien, según Eusebio de Cesarea, influyó en la conversión de su madre al cristianismo. Helena regresó a la corte imperial, y su influencia creció significativamente. Entre 326 y 328 d.C., Helena emprendió un viaje a Tierra Santa con un objetivo: encontrar las reliquias de la tradición cristiana. En Jerusalén, acompañada por el obispo Macario I, Helena ordenó demoler un templo dedicado a Venus en el monte Calvario. Las excavaciones revelaron tres cruces. Según la leyenda, mandó llamar a una moribunda. Cuando la mujer tocó la primera y la segunda cruz, no ocurrió nada. Sin embargo, al tocar la tercera, se recuperó milagrosamente, confirmando que esa era la «Vera Cruz». Curiosamente, la historia de su descubrimiento no es mencionada por Eusebio, sino registrada por primera vez por San Ambrosio un siglo después. En el lugar del descubrimiento Constantino ordenó la construcción de la Iglesia del Santo Sepulcro. También se construyeron iglesias en otros sitios detectados por Helena.
Patrona de la arqueología
Pero la leyenda de Helena no termina con la cruz de Cristo. Se dice que también encontró los clavos de la crucifixión. Uno de ellos fue colocado en el casco de Constantino y otro en la brida de su caballo, protegiendo así a su hijo en batalla. Además, se cree que Helena adquirió la Túnica Sagrada y la envió a Tréveris. Por estos hechos, es la patrona de la arqueología y de los nuevos descubrimientos. Estos hallazgos hacen entrever que fue capaz de vislumbrar el potencial que significaba la inserción de esta religión y de sus símbolos dentro del sistema imperial.
Helena murió acompañada por su hijo alrededor del año 330 d.C. poco después de su regreso a Roma desde Palestina. Fue enterrada en una basílica junto a la Vía Labicana en Roma. Su influencia perduró y sería canonizada como santa tanto por la Iglesia Católica como por la Ortodoxa. Su festividad se celebra hoy, 21 de mayo, por los cristianos orientales de rito bizantino. Definitivamente, su historia resuena como una epopeya clásica. Su búsqueda de la «Vera Cruz» y otras reliquias nos recuerda al «monomito» de Joseph Campbell, en el que esta heroína se adentra en un mundo desconocido debido a una llamada y, después de acontecimientos extraños, acababa obteniendo un gran regalo. Gracias a su periplo, Helena de Constantinopla es una figura esencial en esta integración política de la religión que marcaría el devenir en los siglos posteriores.