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Chailly, esplendor en «La Boheme»

Temporada del Palau de les Arts. A. Machado, G. James, M. Olivieri... Escola Coral Veus Juntes den Quartz de Poblet, Escolanía de la Mare de Déu dels Desamparats, Cor de la Generalitat Valenciana y Orquesta de la Comunitat Valenciana. D. Livermore, direc. de escena. R.Chailly, direc. musical. Nueva producción del Teatro con la Ópera de Filadelfia. Palau de les Arts. Valencia.
La Razón

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Había gran expectación por «La Boheme» que presentaba el Palau en coproducción con la Ópera de Filadelfia por la presencia en el foso de Chailly, uno de los mejores directores hoy con el morbo de que podía haber sido el sustituto de Maazel en la titularidad del centro, lo que torpedeó la Prensa local. No se anduvo con chiquitas y planteó una versión sinfónica de la partitura muy rápida de tempos, con poco espacio para la respiración de unos cantantes a quienes casi lo único que los diferenciaba del resto de instrumentos de la orquesta es que tenían que actuar y emocionar, pero lograron combinar todo ello. Con un maestro así es un placer escuchar a la Orquesta de la Comunitat Valenciana. Fue una lectura llena de nervio, pero también conservó la delicadeza necesaria en los momentos que lo precisan. Por favor, no dejen que esta agrupación se eche a perder con los recortes.
La producción combinó su visión tradicional con las modernas tecnologías para resolver los decorados con proyecciones. Éstas van ligadas a los cuadros que va pintando Schaunard. Lo que aparece sobre su caballete es lo que sugieren los telones cinematográficos, en su mayoría un homenaje a la pintura francesa del XIX con alguna concesión a Van Gogh y al fondo del Museo de Filadelfia . Todo funcionó adecuadamente salvo un incidente técnico al final del tercer acto. El ahorro de costes es notorio pero no perjudica, y tampoco el uso de vestuario reciclado por el teatro. Aquiles Machado, que ha adelgazado hasta quedar como lo que los registas quieren hoy, se halla en uno de los mejores momentos de una carrera que ha pasado por altibajos. La voz brilla, el timbre es gratísimo, frasea y se le entiende cada palabra, apenas se percibe el vibrato perjudicial de antaño por las alturas. No hay muchos tenores así y resulta incomprensible que no brille internacionalmente con la misma luz que otros con menos watios y que en España no le escuchemos más. La profesionalidad de Helga Schmidt se hace patente en los repartos: no pudiendo pagar a divos, los logra dignísimos sin famosos. A Galicia James le falta peso vocal para interpretar una Mimí como las de Freni o Cotrubas y queda poco contratada con la figura de Musetta, pero llega al público. Carmen Romeu triunfa como la casquivana y el teatro se marca otro tanto, dado que es artista local. Bien Massismo Cavalletti y el resto del reparto, admirables seguidores del concepto impuesto por Chailly. Reconforta salir de una representación escuchando al público: «Me ha hecho llorar», «Ha sido preciosa», cuando en otras lo que se oye son imprecaciones a las madres de los registas o directores artísticos.

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