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Chucho Valdés: «Cuando toco al piano, se sienten los tambores cubanos»

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Es un maestro indiscutible del jazz en el mundo. Sin el apellido de «latino» ni ningún otro, Chucho Valdés empezó su carrera con Irakere, un proyecto que le abrió el camino y del que se cumplen 40 años. Los celebra en los Veranos de la Villa, en Madrid, en una noche única.
–Será especial.
–Sí, es un tributo a Irakere, de las canciones clásicas y nuevas hechas para este espectáculo.
–Fueron sus comienzos,
–Desde luego, y con Irakere logramos trascender internacionalmente. Dicen que fue la banda cubana más importante de la segunda mitad del siglo XX.
–Ahí empezó a formar la mezcla de su lenguaje musical.
–Exacto, desarrollé los conceptos que aprendí durante mi carrera a través de una fórmula que unía la música afroamericana y también europea, y con algo de flamenco, de clásica... sin olvidar la lengua yoruba procedente de África. Fusionar los elementos de la música cubana con todo lo demás lo imaginé de estudiante, pero resultó un proceso de trabajo llevarlo a una banda.
–Pero el punto de partida era el jazz.
–Efectivamente, Irakere parte de una obra que se llama «La misa negra», que es una ceremonia africana con tambores y lengua yoruba y elementos de jazz y que sienta las bases del jazz afrocubano.
–Y usted tenía un aprendizaje clásico.
–Claro, yo aprendí de los barrocos e impresionistas y es una mezcla, pero no un collage, sino un estilo definido con todos los elementos que suma a partir de muchas cosas.
–¿Cómo se puede hacer una suma así?
–Pienso que para llegar a la forma de jazz que hago, primero hace falta una formación que estudie música antigua y respire música actual. Y luego hay otros elementos que son únicos y que cada uno debe aportar de su cultura a la creación que lleva a cabo. En mi caso, la religión cubana fue algo que de chico yo vi en mi barrio y que decidí introducir. Eran elementos que tenía incorporados dentro de mí. Cuando tocaba el piano me salía todo esto. Tocaba una armonía americana, pero por algún lado salía el «tumbao» cubano. O hacía un blues con elementos clásicos porque estaba en mi ADN. Y eso fue lo que a continuación llevamos a un concepto y un formato de banda.
–Hay quien dice que cuando toca el piano, en cada pulsación, hace una percusión.
–Claro, yo siento la rítmica, independientemente de que el piano es un instrumento armónico y melódico, cuando toco, siento la rítmica que escuché y la percusión que estudié. Trato de llevar los ritmos y polirritmias a mi propio estillo. Por eso, dentro de mis solos se sienten los tambores y la rítmica afrocubana.
–Cuando escucho su música también se siente el buen humor. ¿Por qué?
–Porque para mí hacer música es alegría. Mi trabajo es para lo que he vivido desde que tenía tres años y empecé a tocar. Me alegra saber que eso se transmite y se percibe, porque el amor que siento por la música sólo consigo expresarlo haciéndola.
–Hay otros artistas que son nostálgicos o que transmiten otro estado de ánimo. ¿Diría que a usted le define la alegría?
–Siempre. El sentido del humor creo que lo tengo muy desarrollado. En todo lo que hago hay ese espíritu. Como decimos nosotros cuando estamos a gusto, «aquí hay cubanera». Eso quiere decir que estamos a gusto.
–¿Sigue teniendo curiosidad por aprender otras músicas?
–Me informo de todo. Escucho todo lo que pasa en el mundo y tomo elementos de ello.
–¿Por ejemplo?
–Vamos a hacer un proyecto en octubre con Lang Lang, el concertista chino. ¿Y sabes qué vamos a tocar?
–¿Qué?
–Un danzón sinfónico. Es algo distinto. Ponerme a tocar a Bach está muy bien, pero eso ya se ha tocado. Ahora quiero hacer cosas nuevas y esto va a ser increíble. ¡Imagínate a Lang Lang tocando un danzón! (risas). Lo haremos a dos pianos.
–¿Sabrá él cómo es un danzón?
–Le daré su parte escrita. Ya están preparadas. Se llama «Tres lindas cubanas» y es precioso. Lo haremos el 9 de octubre en La Habana, en la Plaza de la Catedral.
–¿Va mucho a Cuba? ¿Cómo se la encuentra?
–Voy algo menos porque resido en Málaga, pero unas tres veces al año.
–Parece que ha avanzado.
–Estoy un poco en la distancia y hay quien me dice que sí...
–¿Es optimista?
-Chico, al paso que van las cosas, parece que todo va a mejorar mucho, pero eso hay que verlo.
–¿Diría que hay un sonido Chucho que el aficionado al jazz reconoce?
–Eso está clarísimo. Se sabe por el sonido y por el estilo. Tengo un sello como pianista y como compositor. E Irakere es el sello de Chucho Valdés.
–Es decir, que lo que vamos a ver en Madrid el lunes es su versión más pura.
-Lo que vamos a ver es lo mejor de Chucho Valdés. Seguro.

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