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Critica de clásica / Auditorio Nacional

Crítica de clásica: Scarlatti o donde empezó todo

Il Mitridate Eupatore de Alessandro Scarlatti. Paul-Antoine Bénos-Djian, Marie Lys, Ann Hallenberg, Sonja Runje, Anna Devin y Josep-Ramon Olivé. Vespres d’Arnadí. Dirección musical: Daniel Espasa. Ciclo “Universo Barroco” del CNDM. Sala Sinfónica. 19 de octubre

Vespres d’Arnadí
Vespres d’ArnadíLa Razón

Aprovechando el tercer centenario de la muerte de Alessandro Scarlatti algunas de sus músicas están volviendo a subirse a los escenarios, reafirmando lo que ya se lleva defendiendo mucho tiempo: que su figura ejerce como punto de fuga donde converge la ópera seria y, en consecuencia, el lugar del que brotan algunas de las decisiones que más felices nos han hecho como espectadores, desde el aria da capo hasta la dramatización de los argumentos. El casi medio centenar de óperas de Händel y algunos de sus oratorios tempranos no habrían alcanzado ese nivel de perfección y belleza si no fuera por la influencia del compositor de Palermo. Probablemente su mejor ópera sea precisamente esta Mitridate que incorpora algunas de las ideas de su reforma a pesar de estrenarse en pleno “territorio enemigo”, en los teatros venecianos de principios del XVIII. Casi cuarenta arias cortas, con recitativos dramáticos —alguno accompagnato—, intervenciones obligadas de los instrumentos, variedad de afectos, disfraces, usurpaciones, mitologías reconocibles y un despliegue orquestal de notable entidad. La historia es la de Electra pero actualizada a otros personajes históricos, el de Mitrídates VI Eupator, rey del Ponto entre el siglo II y I antes de Cristo, un formidable enemigo de Roma. Con este disfraz encubierto el mito, que para los compositores barrocos representaba la quintaesencia de los conflictos humanos, actualizaba su lugar en el mundo.

El Centro Nacional de Difusión Musical unía varias líneas de su dibujo de puntos con este concierto: el ciclo transversal #Scarlatti.300, el vigésimo aniversario de la creación de su grupo residente de esta temporada (Vespres d’Arnadí) y una de las citas operísticas de su ciclo principal, el Universo Barroco. El resultado fue magnífico a todos los niveles. El el reparto vocal el protagonista, Mitridate, estaba encarnado por el contratenor Paul-Antoine Bénos-Djian, de emisión natural y cuidado vibrato. Su personaje bascula entre la rabia y la emoción del reencuentro, consiguiendo toda la gama de afectos intermedios sin aparente dificultad. Su “Patrii numi, amici dèi” de principio del segundo acto resultó emocionante. Marie Lys se encargó del personaje más complejo de la ópera, Laodice, capaz de hacer evolucionar su personalidad en escena durante el transcurso de la trama, algo poco común. Lys ya fascinó con Vivaldi hace unos años en este mismo ciclo y viene de conseguir un éxito más que notable como la Cleopatra handeliana. Aquí construyó con sensibilidad el personaje más torturado posible, con un fraseo cuidado que supo lucir en la mejor aria de toda la ópera, “Cara tomba del mio diletto”. Ann Hallenberg resolvió con soltura e ironía las dificultades de su personaje, el menos creíble de todos, la madre olvidadiza de sus lealtades. Su amago de canción de cuna a la supuesta cabeza de su hijo asesinado en el último acto es probablemente la escena más sádica, irónica y divertida de todo el barroco tardío italiano. Y dos siglos antes que la Salomé de Strauss. El resto del reparto funcionó con idénticos mimbres e implicación actoral.

Con todo, lo mejor de la velada fue la música, el manantial inagotable de bellezas que regala Scarlatti con arias que se acercan a todos los precipicios de la sociedad barroca y, sobra decirlo, de la actual: amor, desamor, egoísmo, ambición, deseo... Vespres d’Arnadí, en fantástico estado de forma, renunciaron al protagonismo en favor del drama, con intervenciones medidas e intensidad continua. Parece increíble que Mitridate, una ópera de tres horas enfundada en códigos extraordinariamente rígidos, sea capaz de emocionar hoy como no lo consiguió en su día. Será cuestión de oportunidad.