Japón

Con la 'Dama de Hierro' Takaichi en el poder, ¿será el detonante para una emperatriz en el Trono del Crisantemo?

La princesa Aiko, a sus 23 años, no podrá acceder al trono pese a ser la heredera directa de Naruhito y la emperatriz Masako

TOKYO (Japan), 23/10/2025.- Japan's Emperor Naruhito (C-R), Empress Masako (C), and their daughter Princess Aiko attend a ceremony at the Tokyo Metropolitan Memorial Hall in Yokoamicho Park, in Tokyo, Japan, 23 October 2025. Japan's imperial family commemorated the victims of the 1923 Great Kanto Earthquake and the World War II air raids on Tokyo, wrapping up a year of remembrance for the war's 80th anniversary. (Terremoto/sismo, Japón, Tokio) EFE/EPA/DAVID MAREUIL / POOL
Japan's imperial family honors victims of quake and air raidsDAVID MAREUIL / POOLAgencia EFE

Japón, atrapado en el yugo de una tradición ancestral que choca con las demandas de la modernidad, acaba de presenciar un terremoto político: Sanae Takaichi, la primera mujer en ostentar el cargo de primera ministra, irrumpió en escena pudiendo dinamitar la crisis sucesoria de la Casa Imperial. Elegida el 21 de octubre por el Partido Liberal Democrático (PLD) tras la dimisión abrupta de Shigeru Ishiba, esta halcona conservadora de 64 años –apodada la "Dama de Hierro" en homenaje a su idolatrada Margaret Thatcher– personifica el nacionalismo más intransigente.

Revisionista de la historia bélica, guardiana feroz de la soberanía frente al expansionismo chino y con un currículum excéntrico que incluye baterías en bandas de heavy metal y pluma afilada en periodismo económico. Pero su ascenso plantea el interrogante de si activará la reforma que abra las puertas del Trono del Crisantemo a la princesa Aiko, hija única del emperador Naruhito.

La Ley de la Casa Imperial de 1947, un corsé impuesto por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial, dicta una primogenitura masculina implacable, condenando a las mujeres a la irrelevancia sucesoria. Así, Aiko, de 23 años, queda marginada pese a ser la heredera directa de Naruhito y la emperatriz Masako. Esta princesa, paradigma de discreción y entrega, ha conquistado a los japoneses: desde su mayoría de edad en diciembre de 2021, ha brillado en ritos imperiales, peregrinajes a santuarios y un emotivo periplo por la arrasada prefectura de Ishikawa tras el seísmo de enero.

Crisis de sucesión en la familia imperial

Formada en la elitista Universidad Gakushuin, colabora con la Cruz Roja y aboga por la salvaguarda cultural. Sin embargo, el patriarcado legal la confina a un rol ornamental, mientras el príncipe Hisahito, de 18 años –vástago del príncipe heredero Akishino–, se erige como el único varón en la cadena tras su padre y el emperador. Hisahito accedió a la adultez en septiembre, el primero desde 1985, pero la ausencia de más herederos masculinos acelera el declive: las princesas se despojan de su rango al contraer matrimonio con plebeyos, como le ocurrió a Mako Komuro en 2021 o a Sayako Kuroda en 2005.

Esta "crisis de sucesión" es un polvorín. El alumbramiento de Aiko en 2001 encendió las alarmas. En 2006, Junichiro Koizumi juró reformas para entronizar emperatrices, pero el nacimiento de Hisahito las sepultó. Shinzō Abe las desechó en 2007. Con la ascensión de Naruhito en 2019, el clamor resurgió: en 2024, Fukushiro Nukaga, presidente de la Cámara Baja, forjó alianzas bipartidistas, y pesos pesados como Taro Aso (PLD) y Yoshihiko Noda (Partido Constitucional Democrático) barajaron concesiones, como preservar títulos para princesas casadas. Las negociaciones se hundieron en junio de 2025, aunque Ishiba confesó en octubre de 2024 que "estabilizar el número de miembros de la familia imperial es particularmente urgente".

El pueblo exige ruptura con una encuesta de Jiji Press muestra que el 65% respalda reformas, y el 90% bendice una emperatriz, catapultado por el carisma de Aiko. En un archipiélago envejecido y lastrado por abismos de género –apenas el 10% de diputados son mujeres–, legitimar herederas femeninas supondría un salto hacia la equidad, blindando una institución de 1.500 años que cohesiona la nación. Takaichi, a pesar de su ortodoxia, podría resucitar el debate: su victoria perfora techos de cristal y, en plena escalada con Pekín, robustecer la monarquía sería un golpe maestro estratégico.

Aun así, los bastiones resisten: los puristas temen contaminar la "esencia" masculina, y el PLD, resquebrajado, antepone la economía y la defensa. Si Takaichi mueve ficha, Aiko podría encarnar la emperatriz del siglo XXI, uniendo herencia y vanguardia. De no hacerlo, la Casa Imperial avanza inexorable hacia el abismo de la desaparición.