Crítica

El Real y el Liceo (II)

La Razón
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Siento auténtico amor por ambos teatros. Comencé mi andadura musical en el madrileño con unas «Vísperas de la Beata Vergine» y en el barcelonés descubrí la ópera de la mano de Juan Antonio Pamias. Eran los primeros años setenta y acudía todas las tardes a los ensayos del Liceo: Caballé, Domingo, Tucker, McNeil, Brusón, Zeani, Carreras, Aragall, Bumbry, Verret, ... ¡imposible la lista! Aquel abogado se jugaba su dinero cada temporada. El teatro no vivía entonces de las subvenciones y los políticos ni pinchaban ni cortaban. Pamias era el Liceo en el más amplio sentido de la palabra. A Pamias le sucedió una etapa inestable, llena de sombras y algunas luces, hasta que el teatro pasó a ser dirigido desde la política. Por aquel entonces la Zarzuela vivía en Madrid con los Amigos de la Ópera y el Ministerio de Cultura. Mortier decía que en Madrid no había habido ópera antes de él, pero el nombre internacional del teatro se debe también a Cambreleg, García Navarro, Emilio Sagi, Antonio Moral e incluso también, más en la oscuridad, a José Luis Tamayo y Daniel Bianco, incluso a Gutiérrez de Luna. El Real existió antes de Mortier aunque, como el Liceo, se gestionase políticamente. Pero esto es sólo historia, lo importante hoy es que ambos se gestionan más razonablemente.

El Real tiene un problema prácticamente insoluble, como es su reducido aforo, lo que se traduce en precios más elevados de lo que corresponde a su actual programación en comparación con otros teatros europeos y, por tanto, a una segmentación social en su público. El Liceo, con un aforo muy superior, tiene el problema inverso. Cómo llenarlo de un público que le ha dado la espalda por no sentirse atraído por lo que le ofrecían y también porque dejó perder la solidaridad que la ciudadanía mostró cuando su incendio en 1994. Ambos, uno con un 30% y otro con un 50% de subvención pública, tienen la obligación de responder ante la sociedad de ese dinero que les entregamos difundiendo la ópera incluso fuera de sus propios espacios. El Real ha proyectado algunos espectáculos en la Plaza de Oriente así como en contadas retransmisiones por TVE. El Liceo ha puesto en marcha el ambicioso programa de «Ópera a la fresca», con retransmisiones al aire libre en más de 120 municipios, en lo que es una clara apuesta por el público al que elige como destinatario. Ambos teatros están capitaneados por dos personas de gran influencia en la sociedad civil, como son Gregorio Marañón y Salvador Alemany, y ambos van a tener que competir por la distribución de las cantidades destinadas a patrocinios de las grandes empresas del país. Uno y otro teatro aún van a sufrir y veremos si logran mantener la reputación de la que uno gozó un día y de la que otro ha empezado a disfrutar más recientemente. ¡Suerte!