
Crítica
El triunfo de lo infrecuente

Dos orquestas españolas han presentado en días consecutivos sendos programas que se salían de lo tradicional y trillado. En ambas también solistas de relieve.
Orquesta Sinfónica de Madrid
Obras de Berlioz, Fauré, Frnak y Canteloube. M. Bayo, soprano. Orquesta Nacional. Obras de Dvorak, Zimmermann, Schubert y Strauss. M.Blanco, trompeta. M. Goerne, barítono. Director: J. Pons. Auditorio Nacional. Madrid, 9 y 10 - V - 2013.
Dos orquestas españolas han presentado en días consecutivos sendos programas que se salían de lo tradicional y trillado. En ambas también solistas de relieve. La Sinfónica de Madrid se centró en el repertorio francés, con una primera parte dedicada a «El carnaval romano» de Berlioz, el «Pelleas y Melisande» de Fauré y «El cazador maldito» de Frank, partituras que permitieron comprobar el buen momento que atraviesa la agrupación, dirigida esta vez por Titus Engel. En la segunda, María Bayo desgranó quince de los «Cantos de Auvernia» de Canteloube. Canciones preciosas, de perfumes delicados que embriagan excesivamente de seguido. La soprano navarra bordó especialmente las dos más bellas de la selección: «Baïlèr» y «Brezairola», quedando la voz demasiado incrustada en la orquesta en aquellas más rítmicas. Se lucieron los numerosos instrumentistas con breves solos de oboe, clarinete, chelo o violín.
También hubo una cantante de relieve en la Orquesta Nacional, con Matthias Goerne interpretando once lieder orquestados de Schubert y Strauss, todos ellos muy conocidos. La voz de barítono alemán tiene hoy menos metal y mayor engolamiento. Lo mejor llegó con las piezas más dramáticas, como «Ruhe meine Seele», mientras que se encontró forzado y recurriendo con frecuencia al falsete en las páginas con dosis de coloratura. Tuvo que hacer frente a una de las tardes más tísicas que quien escribe recuerda, con una señora en primera fila del anfiteatro –entradas reservadas al INAEM– que movía toda la fila de butacas al toser. Tanta tos entre lieder y lieder hace casi inviable la concentración para quien actúa y para quien quiere escuchar.
El triunfador de la velada fue el joven trompetista Manuel Blanco, en plantilla de la ONE, con una actuación de gran nivel, en técnica y expresividad, en el concierto «Nobody knows the trouble I see» de Zimmermann, compositor de mucho mayor interés del que parece ofrecer a los programadores españoles. Composición que une el jazz con la música serial en una obra brillantísima de gran poder comunicativo, algo raro en lo contemporáneo, que le supuso a Blanco un triunfo como para ofrecer dos propinas ante una de las mayores ovaciones de la temporada de la Nacional.
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