Filarmónica de Berlín: los entresijos
El espectáculo del lunes de la Filarmónica de Berlín fue de los que hacen época. Hace un par de semanas una persona muy relacionada con la orquesta me confesaba que era complicado adivinar el nombre del sucesor de Rattle por la mucha división entre los músicos viejos y jóvenes y porque la orquesta es tan difícil que incluso había directores que rechazaron su titularidad. En 1989 Abbado viajaba de Moscú a Tokio. Al bajarse del avión había un montón de periodistas que le preguntaron «¿Es cierto que usted ha descabalgado a Ozawa?». Su nombramiento se había producido mientras volaba y, según un célebre cantante que le acompañaba, pareció o fingió sorprenderse al aterrizar. Lo que Abbado no sabía era que antes que a él se lo ofrecieron a Kleiber y Mehta, quienes no aceptaron. Cuando hubo que elegir sucesor a Abbado, un músico importante de la orquesta felicitó a Barenboim y le dijo que por fin había llegado su hora. El maestro se agarró una buena al enterarse de que no era él sino Rattle. ¿Qué había sucedido? Los jóvenes partidarios de nuevos conceptos habían ganado a los tradicionalistas.
En todos los concursos que se precian –Nobel, Príncipes de Asturias, Premios Campoamor, etc.– se tantea a los tres o cuatro candidatos con mayores posibilidades sobre su disponibilidad y disposición y esa llamada a veces confunde a los propios consultados. Así debió suceder el lunes cuando a Andris Nelsons le sonó el teléfono. Durante un par de horas circuló su nombre e incluso Lang Lang lo anunció. Lo cierto es que en la iglesia de Dahlem donde se reunieron los más de 120 electores durante 12 horas, tras dejar en consigna sus móviles, jurar desconectarse del exterior y decretar el secreto de sumario, hubo facciones claras. Una parte importante quería a Thielemann, pero otra de casi igual peso no estaba dispuesta a tener como jefe al director de frecuentes declaraciones polémicas. En medio otras alternativas: Dudamel, Chailly, Nézet-Séguin, Jansons y Barenboim. Pero los cuatro primeros acaban de renovar respectivamente en Los Ángeles, Milán, Filadelfia y Munich y Barenboim difícilmente renunciaría a la Staatsoper, la Staatskapelle Berlin, Divan, etc. Así surgió el nombre de Andris Nelsons, libre de Boston en 2019, e incluso su antigua orquesta de Birmingham lo difundió en Twitter. Al final, sin embargo, el espíritu santo iluminó a los celebrantes: Rattle no había sido un acierto completo y no se podía tener como titular a alguien que simplemente suponía un acuerdo de compromiso y no una ilusión. Y entonces empezaron a surgir otras alternativas muy distintas: un titular de transición (Mehta, Jansons), dos titulares (Thielemann, Dudamel), titulares por proyectos... Curioso que haya tenido que frustrarse un conclave para que ahora llegue un año de meditación, pero la vida es renovarse o morir y Berlín necesita un «aggiornamento».