Formidable base orquestal
Crítica de clásica / Temporada de Ibermúsica. Obras de Beethoven, Mozart y Bruckner. Orquestas Philharmonia de Londres. Director: Herbert Blomstedt. Auditorio Nacional, Madrid. 27 y 28-IV-2016.
Hay que cantar en primer término las excelencias de la Orquesta, cuya cuerda sigue siendo irisada, de reflejos penumbrosos y de impecable ajuste. Las maderas están provistas del adecuado terciopelo. Los metales son fúlgidos, vigorosos y están perfectamente ensamblados y empastados. Las trompetas pueden ser tan agresivas como dulces y el timbalero maneja las baquetas –a veces muy finas y percutientes– con una autoridad revestida de solemnidad.
El primer movimiento de la «Sinfonía Pastoral» fue impecablemente dibujado a la acuarela, ligero de andadura, sin alzar la voz, con naturalidad. Adecuado balanceo en el Andante, con episódicos puntos muertos. Nos gustó la acentuación del compás ternario de las danzas campesinas del Allegretto, aunque no tanto la manera en la que fue diseñada la «Tempestad», sin las graduaciones dinámicas exigidas. Blomstedt, que anda por los 88 años, se muestra ágil, nervioso, despierto. No emplea batuta y deja correr la música con gesto más bien monocorde. Hizo todas las repeticiones.
La «Séptima» del compositor de Bonn fue iniciada con excelente tino, bien planificada y cantada, con una coda magnífica. Media voz, claroscuros y detalles muy bellos en el Allegretto, veloz y contundente el Presto, llevado como un Allegro, y en exceso martilleante el Allegro con brío, llevado como un Presto, un defecto habitual.
- Rítmico comienzo
La «Sinfonía 39» de Mozart nos inundó de luz. Los problemas rítmicos del comienzo quedaron muy bien resueltos. La madera cantó como los ángeles en el Andante y en el Trío del Scherzo. Brioso y bien modelado el Finale.
Sensacional el inicio de la «Cuarta» de Bruckner, desde la nada, con una memorable frase de la trompa solista. Los timbres refulgieron, aun cuando los «tutti» no acabaran de quedar claros en muchas ocasiones por falta de pulso y cuidado en los pasajes polifónicos. Poderosa e imponente coda.
A notable nivel el Andante, medido hasta el límite, misterioso y templado, aunque el director diste de ser un poeta humanista. Excelsas violas. Muy transparente Trío tras el furibundo Scherzo y resplandeciente el Finale, en el que hubo frases magníficas al lado de unos pasajes algo borrosos. Poco contraste entre los diversos temas. La impresionante coda fue edificada con escaso vuelo.