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Iggy Pop: «con una copa de vino tengo ahora bastante»

El cantante presenta en Cannes el documental de Jim Jarmusch sobre The Stogges, «la mejor banda de rock de la historia» para el cineasta
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El cantante presenta en Cannes el documental de Jim Jarmusch sobre The Stogges, «la mejor banda de rock de la historia» para el cineasta
Dice Iggy Pop que, en la mayoría de conciertos que aparecen en «Gimme Danger», «iba colocado de ácido». Ahora las drogas son prueba superada, «con una copa de vino tengo bastante». Eso sí, no parecen haberle afectado en absoluto: en el documental, «más bien una carta de amor», que Jim Jarmusch ha dedicado a The Stooges, el grupo de punk-rock que lideró Iggy Pop desde 1967 a 1973, explica anécdotas y cuentos chinos como si hubieran ocurrido ayer. Está fresco como una rosa, tanto que estaría dispuesto a pisar la alfombra roja, a sus 69 primaveras, a pecho descubierto. Lo único que le falla es el oído. «Las preguntas, en voz alta, que estoy medio sordo», avisa.
Jim Jarmusch, que considera a The Stooges como «la mejor banda de rock de la historia», hace un minucioso recorrido por la historia del grupo de la mano de su locuaz líder y de los satélites que orbitaron a su alrededor y que aún pueden contarlo. El cineasta de Ohio, que este año hace doblete en Cannes (aunque «Gimme Danger» está fuera de concurso), utiliza imágenes de archivo, vídeos, animaciones, fragmentos de anuncios, programas de televisión y películas, para ilustrar, en formato «collage», la bomba atómica que supuso la música de The Stooges en el contexto de la revolución (contra)cultural de finales de los sesenta, principios de los setenta. «Yo no guardo nada», explicó el cantante: «Aporté una foto de mis padres y una larga lista de contactos que podían tener material para la película». Aprovechó para declararse, como Jarmusch, tecnófobo: «La tecnología nos hace menos humanos».
Por «Gimme Danger» desfilan estrellas invitadas como Nico o David Bowie, se jalean míticos himnos generacionales como «No Fun» o «I Wanna Be Your Dog», pero, sobre todo, se exprime el carisma de Iggy Pop, que no parece tomarse en serio ni a su propia sombra. La vitalidad del cantante se contagia al conjunto, a pesar de que el resultado es en exceso dependiente de las convenciones retóricas del documental musical, y pierde la oportunidad de profundizar en el análisis del valor sociocultural de la música del periodo, pendiente como está de satisfacer a los fans del grupo, con Jarmusch a la cabeza.
w Sobre padres e hijos
Unas horas antes de que Iggy Pop se soltara la melena en Cannes, el rumano Cristian Mungiu se hizo la raya a un lado para sentar cátedra con «Bacaulereat», o «Graduación» en castellano. A vueltas con la culpa que los Dardenne pusieron sobre la mesa de negociaciones europea en «La fille inconnue», y con la misma furia silenciosa con que Cristi Puiu diseccionaba la convulsa sociedad rumana, Mungiu utiliza a su protagonista, el doctor Romeo Aldea, médico de expediente intachable, para indagar en las dobleces de la honestidad y las paradojas morales de la condición humana.
«Quería hacer una película sobre la relación de los padres, los hijos y la verdad». Semejante programa, ambicioso como pocos, se traduce en una premisa simple en su planteamiento y laberíntica en su desarrollo. Obsesionado con mandar a su hija a estudiar a Gran Bretaña, a la que intentan violar el día antes de los exámenes de graduación, el doctor Aldea desata un encadenado de actos corruptos –que implica a la policía, al sistema educativo y sanitario, y a un político– para que eso ocurra contra viento y marea.
Como ocurría en «4 meses, 3 semanas y 2 días», que ganó la Palma de Oro en 2007, Mungiu dirige con mano firme su fábula moral, en la que un hombre justo pone en marcha la maquinaria de la injusticia para una buena causa. La visión panorámica de la película es espectacular, en la medida en que traza un mapa detalladísimo de un país aún atado y bien atado por su pasado comunista. «En Rumanía hay una suerte de ansiedad social y de depresión generalizada, porque aún hay muchas cosas por resolver», declaró en rueda de prensa. «Puede ser que hayamos progresado mucho si analizamos la situación del país desde un punto de visto histórico, pero no podemos esperar cincuenta años más para comprobar si vamos en la buena dirección o no. Para nosotros será demasiado tarde. Veremos qué pasa con nuestros hijos». El rigor con que se despliega el relato –que también examina los problemas matrimoniales de este médico en apuros como otro síntoma de esta Rumanía confusa y desubicada–, con explícitas reminiscencias al «Caché» de Haneke, capacita a Mungiu para dar un diagnóstico severo de la enfermedad que tortura a buena parte de Europa. Es contagiosa, y no hay médico que pueda curarla.

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