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MÚSICA
Jorge Bedoya, un piano y 10.000 espectadores
Cada vez más gente acude al teatro a ver a este pianista de 36 años, nacido en Oviedo. Su público no para de crecer y hablamos con él para descubrir el secreto de su éxito

Un concierto de piano no es un espectáculo que cuente con un reclamo masivo de público como otros de corte más comercial. Los espectadores que acuden, lo hacen buscando algo muy determinado y cuentan con un gusto musical más especializado.
Es difícil que un pianista que no sea de gran renombre llene, un mes tras otro, sin excepción, todaslas butacas de un teatro durante un año. Pero Jorge Bedoya lo ha hecho y seguirá haciéndolo en los próximos meses.
Este pianista de 36 años, nacido en Oviedo, ha logrado meter a 10.000 espectadores en el Teatro Príncipe Pío de Madrid en la última temporada, tocando cada mes en este espacio. ¿Por qué cada vez más gente acude a verle frente a las teclas de su piano? Con él lo intentamos averiguar en esta entrevista que ha concedido a LA RAZÓN.
¿Cuándo te fijaste por primera vez en un piano? ¿A qué edad se te despertó la curiosidad por el piano y cuándo decidiste que querías ser pianista?
El primer interés que tuve, antes del piano, fue por la música. Cualquier canción o banda sonora que yo escuchaba de pequeño, me motivaba muchísimo y me hacía sentir cosas maravillosas por dentro. Me entraban muchas ganas de ser capaz de poder reproducir eso que yo estaba escuchando.
Mi abuela paterna tenía un piano en su casa. Desde muy pequeño me sentaba en el piano e intentaba reproducir música de la manera más ordenada que podía, dado que no tenía muchos conocimientos. Mi padre, a su vez, tocaba el piano de oído, como temas de los Beatles, por ejemplo. Incluso compuso un tema que yo actualmente toco en mi espectáculo "Las manos”. Todo eso despertó en mí pasión por la música y el piano cuando yo apenas tenía cinco o seis años. Me quedaba sentado en el piano de mi abuela hasta que mi familia se dio cuenta de que parecía que eso era lo mío. La parte académica empezó a partir de los trece o catorce años. Es decir, estuve casi nueve años tocando el piano de oído y después empecé la carrera.

Has logrado meter en el teatro a muchísimos espectadores.¿Cuál crees que es tu secreto? ¿Con qué se encuentra el público que va a verte?
En mis conciertos, hago monólogos entre tema y tema. La gente que va por primera vez a verme piensa que va a ver a un concierto de piano al uso, y con eso me refiero a un concierto en el que el pianista no habla y no hace bromas. Creo que esa parte es muy importante en mis conciertos: conectar con el público y transmitir a mi manera, que es lo que intento, la música que yo compongo, haciéndole, además, partícipe con la palabra. Creo que eso ha hecho que el público se enganche a mis conciertos y que crezca, porque, en dos años y medio que llevo tocando en Madrid, en el Teatro Príncipe Pío, han entrado 21.000 personas ya. Eso es una barbaridad para mí.
Es verdad que tú le quitas un poco ese halo de seriedad a la figura del pianista con un personaje que te has creado tú mismo.
Ese humor ayuda a enganchar al público. Luego, hay algo más que yo he tenido muy presente, que es darle la importancia al piano. A veces he tenido la sensación de que se ha convertido en un instrumento que solo sirve para acompañar a un cantante, que también está muy bien. Pero yo amo el piano por encima de cualquier instrumento. Al piano, que es un instrumento polifónico con la capacidad de poder reducir una orquesta entera, quería darle la importancia que se merece, darle su sitio, el protagonismo, haciendo un concierto entero sólo de piano. Mira el caso de Ara Malikian, la importancia que le ha dado al violín y cómo se ha salido de ese mundo clásico y más elitista que envuelve a estos instrumentos mal llamados clásicos. Muchos también suelen asociar el piano a la música clásica. Mi música no es clásica, pero hay personas que por el mero hecho de escucharla en un piano, la consideran clásica.

¿Cómo definirías tú el estilo de la música que compones?
Creo que fue Michael Nyman quien acuñó este término, que sería música minimalista, una música un poco más cinematográfica, que armónicamente no es muy compleja, pero es la música que a mí me gusta y es la que a mí me nace. Es una música que crea imágenes a través de la melodía. Mi música también tiene una parte muy aflamencada, con carácter español. A veces zapateo mientras toco.
Dices que no es muy compleja, pero tú ya te encargas de mostrar que si quieres, puedes tocar otras piezas más complejas, por ejemplo de Beethoven, de Mozart, etc.
A mí no me genera ningún mal decir que mi música no cuenta con una armonía compleja. Es la música que a mí me gusta. Los Beatles, armónicamente, tampoco eran complejos y mirad las maravillas que hicieron. Pero también me gusta, un poco en tono de broma, demostrar que puedo tocar a grandes clásicos. Lo que pasa es que cuando terminé el conservatorio, desde siempre, tuve claro que yo no tengo talento o capacidad de transmitir las obras que no son mías. Hay músicos que son capaces de transmitir obras que no son suyas y hacerlas suyas. Eso me parece de los mayores talentos que hay. Yo solo tengo la capacidad de transmitir mi propia música.
A ti te encanta también mostrar la velocidad sobre las teclas. Es otro de tus sellos. ¿Uno toca como es?
¡Sí!, yo sí. De repente tengo picos de locura y también es verdad que mi música es muy percutida. Si cerráramos la tapa del piano y yo tocara sobre ella, parecerían tambores. Es verdad que yo muevo las manos de tal manera que parece que estoy percutiendo un tambor. Eso se convierte también en melodía porque estoy golpeando la tecla.
Decías antes que zapateas mientras tocas; que el flamenco está muy presente. A veces tienes momentos en los que parece que te disparas en el escenario. Da la sensación de que necesitas divertirte sobre el escenario.
Totalmente. Es una explosión real. Me invade como una energía que tengo que expulsar por las manos, con los brazos, con los pies. Creo que no hay nadie que se divierta más en un concierto mío, que yo. Luego hay mucha parte de improvisación. Cuando te sientes muy a gusto, muy cómodo, y el público está contigo es inevitable venirse arriba y empezar a jugar. Yo a veces siento que estoy como en mi casa cuando estoy en un concierto delante de mil personas. Siento que estoy en mi casa jugando, incluso hasta componiendo. A veces me ha pasado. A veces, en conciertos, he compuesto cosas y luego he venido corriendo a casa para repetirlas, para no olvidarme. Cuando compongo, muy pocas veces me he sentado y he dicho: “Bueno, voy a componer un tema”. No me sale, no sé, salvo que tenga que componer algo específico, como por ejemplo para un espectáculo de teatro. Cuando yo compongo, normalmente suele ser siempre en un ataque de improvisación que me da a cualquier hora del día. He aprendido a grabarme porque luego se me olvida. Luego ya le voy dando forma.
Hablando de espectáculos teatrales. Ese es otro terreno que pisas con el piano, que no tiene nada que ver con tus conciertos en solitario. Háblame de eso.
Otra de mis facetas artísticas es el trabajo como actor. Hice la carrera en la RESAD hace 10 años y comencé a trabajar en la compañía Noviembre, de Eduardo Vasco. Trabajaba tanto como pianista como de actor.
Con el paso del tiempo he trabajado con más compañías. Participé en "Luces de Bohemia", dirigida por Alfredo Sanzol. También he trabajado con Magüi Mira en la función "Los nocturnos", donde tuve la oportunidad de hacer a Fréderic Chopin, que para mí fue uno de los mejores personajes que he hecho en mi corta vida como actor. En la actualidad formo parte de dos espectáculo. Uno es "Vano Fantasma de niebla y luz", de la compañía La Otra Arcadia, donde se hace un precioso homenaje a Bécquer en el que yo he compuesto la música. Fui candidato a los premios Max por la música. Además, participo también en el espectáculo "Monstruos. El prodigio de los dioses", de la compañía Prodigio Teatro. En ambos espectáculos he tenido la oportunidad de componer la música, que es tocada en directo con el piano. Además, en ambos trabajos también desarrollo mi faceta como actor.

Para ti, ¿qué significa tocar el piano? ¿Qué significa ese momento en el que tú te sientas, cierras los ojos y apoyas los dedos en las teclas?
El piano es una ruleta de emociones. Con él puedo expresar mis emociones, ya no al público, sino a mí mismo. Con el piano tengo el poder de que la mente descanse y eso es un tesoro.
Yo te he visto tocar hasta escayolado. Entiendo que será uno de tus mayores miedos. Si algún día pasa algo y no puedes tocar más.
Cuando me rompí la mano, lo pasé muy mal. Antes de ese accidente, que fue el pasado noviembre, yo nunca me había planteado que podía hacerme daño en las manos. Eso no cabía en mi cabeza. Cuando me rompí la mano fui consciente de lo que supone para mí. Cuando me vi escayolado, sin saber si eso se iba a curar, si iba a tener una repercusión, me preocupé mucho, porque sentía que si eso pasaba se acababa mi vida. Mi vida es el piano a nivel laboral y vital.
¿Cuánto tiempo puedes pasar sin tocar un piano?
Tres, cuatro días, es aceptable, pero no más. Cuando viajo lejos y me voy diez o veinte días, busco un hotel con piano o busco un bar que tenga piano. A partir del cuarto o quinto día, yo necesito tocar el piano.
Eres un yonqui del piano.
Un yonqui total y absoluto. Sentir el peso de la tecla bajando, cuando ya llevas cinco, seis, siete días sin tocar, es una sensación indescriptible.
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