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Manolo García: «Yo no tengo edad, sólo tengo sueños»

larazon

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Manolo García es «de un pueblo que se llama Barcelona». Lo dice él, a quien le importan poco los brillos neoyorquinos. Es artista y de los grandes y por eso ha valorado trabajar en un importante estudio de la ciudad de los rascacielos, con músicos veteranos –colaboradores habituales de Bruce Springsteen, David Bowie, Lenny Kravitz o incluso el mismísimo John Lennon–, que de él sólo sabían que se llamaba Manolo. El resultado ha sido un álbum generoso en guitarras eléctricas, que se ha hecho visible en un vídeo urbano grabado en los distritos de Brooklin y Manhattan. Según el propio Manolo, ex Último de la fila hace ya tanto, «es lo más rockero que he hecho desde Los rápidos». El título «Todo es ahora» es una frase contundente de este poeta de ciudad que, en realidad, suele pensarse las cosas, al menos tres segundos, antes de ponerlas en marcha. «Bueno, es que hay que tomarse el tiempo necesario para hacerlas lo mejor posible, pero es ahora cuando hay que hacerlas». Lo que está claro es que Manolo las hace a fuerza de una pasión que no tiene la necesidad de compartir. «En realidad, comparto en equipo la realización del disco, pero componer creo que es una cuestión de necesidad, de un impulso interior de crear. Y si tienes la capacidad para hacer textos, músicas, arreglos... no necesitas a nadie. Además, cuanto más hagas tú, más propia es tu obra y más responsable eres. Así, si la cosa no funciona, te puedes dar de cabezazos contra la pared, pero no podrás culpar a nadie».
Hablamos de creación, de emoción, de cómo cuando se pinta, se escribe o se compone se precisa llorar con la propia obra, y de cómo el ser humano ha necesitado plasmar sus emociones desde las cuevas del Altamira. Entonces se me ocurre preguntarle si en esa soledad de la creación nunca se ha quedado sin argumentos y ha tenido que pedir ayuda: «Si necesitara ayuda la pediría. No soy nada orgulloso en ese sentido, ni me creo autosuficiente como para servirme a mí mismo solo; pero sí que es cierto que, en las canciones, no necesito a nadie. He trabajado en equipo muchos años, con El último de la fila y con Los rápidos y ahora llevo ya unos cuantos, como 14 o 15, en los que estoy muy cómodo trabajando solo». Cuando se hace en equipo se comparten las responsabilidades, los éxitos, los fracasos; pero también, y no debe ser fácil en la creación, hay que contrastar los criterios: «Siempre, siempre. Pero también siempre he formado equipo con gente a la que respetaba y a la que admiraba. Nunca he trabajado con alguien de quien tuviese dudas profesionales o musicales en este caso. Esto es como las parejas. Yo no entiendo mucho –porque soy muy pequeño– de esto del amor, pero creo que una de las cosas importantes es admirar a la otra persona».
La ambigüedad de Bowie
Volvemos a «Todo es ahora» y hablamos de Bowie. El último disco del británico le llegó tan al tuétano a Manolo García, que de tanto escucharlo mientras pintaba, una noche soñó que lo veía por la calle y que de su boca salían mariposas. Al despertarse escribió la canción «Esta noche he soñado con David Bowie» –incluida en su último trabajo– y se le ocurrió que sería fantástico tocar con los mismos músicos que lo hicieron con el cantante londinense en ese disco. Le pregunto qué comparte con él, además de la fascinación, y me dice: «Pues tengo la pasión por la música y el gusto por la ambigüedad, no sexual sino personal. Y ahora también esos músicos suyos –de los que nunca pretendí que tocaran conmigo como con Bowie sino lo que les estimulara las maquetas que les llevé–, y que han aportado una sonoridad más contundente, más guitarrera y que pone más electricidad en mi disco». Comentamos las mezclas de «Todo es ahora», de las que se ocuparon Michael Brauer (Coldplay, Paul McCartney) y Andrew Shpes (Red Hot Chili Peppers, Adele, Beyoncé), pero por Skype, y me da por reírme un poco del «alma analógica» de la que presume Manolo y de ese cierto reparo a las nuevas tecnologías. «Bueno, si no puedes con tu enemigo, alíate con él ¿no? Skype funciona, como todas las cosas, si te fías de quien está al otro lado y sabes lo que quieres hacer». De quien no se fía y en eso no resulta excepcional es de los políticos. En algún sitio he leído que ha dicho que «he echado mano de mi modesta filosofía de bolsillo y no puedo sustraerme a la tentación de hablar y de opinar». Le digo que, más que opinar, ha cogido el látigo de la palabra y ha azotado con él a los políticos en la canción «Subo escalas». Me mira con cara de inocente y le recuerdo que les ha llamado «mentes de páramo gélido». «Es que es lo que pienso de ellos». Le pregunto si hay a alguno en concreto al que le iría mejor esa calificación y no duda: «Hay unos cuantos políticos que se llevarían ese insulto, incruento, pero insulto... Todos esos que no han sabido gestionar, que han dicho “vótame, porque lo voy a hacer bien” y después lo han hecho fatal. Y que, luego a veces creen que, con un perdón, con disculpas... Y no. Hay que ser responsable de los actos, hay que dar la cara con honorabilidad». Me ve el gesto al mencionar esa palabra y añade: «Bueno, la he dicho aposta, porque es como lo del Excelentísimo Ayuntamiento. Me parece bien, pero hay que merecerlo, hay que ser ‘‘excelentísimo’’, ¿no? Y si no es así, pues hay que admitirlo y asumir las consecuencias». Le digo a Manolo que así las cosas, menos mal que siempre nos quedará ese otro tema recurrente en «Todo es ahora», mucho más agradable, que es el amor. Y el responde: «Siempre. El amor en todas direcciones, en las canciones y en la vida».