Selvático animal
Marlena: «Ahora hay más artistas que se atreven a expresar su sexualidad en canciones»
El dúo madrileño, uno de los fenómenos musicales del momento, arranca el mes que viene la gira española «Pies sin plomo tour»
Marlena –Carolina Moyano (guitarra y teclados) y Ana Legazpi (voz)– han alcanzado el éxito tras un lustro de vida y con solo dos discos de estudio. Declararon que su nombre obedece en parte al empoderamiento de la mujer y en las entrevistas suelen hablar del feminismo y de la reivindicación que hay que hacer de él, algo que se detecta también en sus canciones. Son un dúo femenino, ¿es necesario precisar «y feminista» o se da por sentado? «Creo que la palabra “feminista” tiene muchísima controversia –dice Ana– y no entiendo por qué, puesto que al final es la igualdad entre hombres y mujeres. A mí, como mujer, me encanta decir que soy feminista, creo que a las dos nos encanta defender ese adjetivo. Y, sobre todo, hacerlo de una manera muy natural: en forma de canciones, de letras, pisando fuerte en un escenario o a través de entrevistas». Interviene Carolina: «Sí. Pero, como dice Ana, entendiendo el término “feminista” como igualdad entre hombres y mujeres, que es algo que nosotras no es que reivindiquemos, sino que tratamos de la forma más natural: cantándole a mujeres y subiéndonos al escenario como dos mujeres, y rodeadas de un equipo de mujeres y de hombres maravillosos».
«A las dos nos encanta defender el adjetivo “feminista”»
El fenómeno de Marlena recuerda al que vivió Ella Baila Sola entre finales de los 90 y primeros 2000. ¿Ha influido ese dúo femenino en ellas? «Lo de Ella Baila Sola fue algo para admirar –afirma Carolina–, porque aquellos eran tiempos mucho más complicados para las mujeres. Pero no nos han influido en cuanto a letras o a música. Nos fijamos más en artistas, masculinos o femeninos, del panorama nacional de ahora, aunque también nos gusta escuchar mucha música internacional». Ana asiente y ahonda en el pasado: «A nivel musical, en la infancia buscaba referentes femeninos que escribiesen a mujeres porque en esa época estaba muy confundida y necesitaba una ayuda, un tirar para delante, y no lo había. Y a través de mis padres me llegaron Mecano y Amaral. Y luego Miley Cyrus, que me gustó muchísimo. Como Pink».
Ana y carolina se dieron a conocer en un festival muy mediático, el Benidorm Fest, pertenecen a una oficina de representación muy poderosa y ahora inician una gira que incluye nueve conciertos, Vibra Mahou, patrocinados por una conocidísima marca de cerveza. ¿Cómo se consigue mantener la independencia cuando se juega en la primera división? «Creo que la independencia se mantiene de la forma en la que hemos trabajado desde el minuto uno –contesta Carolina con convicción–, es decir, conservando nuestra esencia y no dejándonos influenciar ni manipular, pero sí aconsejar por un buen equipo. Y, efectivamente, hemos trabajado y trabajamos con equipos muy potentes. Y una gira patrocinada por una gran marca es una maravillosa plataforma para publicitar los conciertos y atraer a más gente, aparte de que se agradece siempre que las marcas participen y promuevan la música en directo. Pero la independencia la mantenemos proponiendo constantemente las cosas que queremos sacar y también las que no queremos publicar», y añade Ana: «Y también llevando un poquito la contraria, que no todo sea sota, caballo y rey».
Espejo para otras
Marlena abordan en sus letras el lesbianismo y ondean esa bandera con absoluto orgullo. Ahí están, entre otras, «Quédate a dormir» («Deja que mi cama huela a ti, / quitándonos las vendas de los ojos, / parando el tiempo tú encima de mí. / Nena, solo quédate a dormir») y «Amor de verano» («Nos miramos tan dulce, /comemos despacio, / hablan por la espalda, / me importa un carajo»). Sin embargo, no han olvidado lo mucho que les costó aceptar su sexualidad: «La época del colegio es algo que recuerdo muchísimo –relata Ana–, por todo lo que me costó saber quién era, el orientar mi personalidad y mi sexualidad en un colegio tan tradicional y tan... castizo, por así decirlo, muy barrio de Salamanca. Pero el apoyo de los profesores fue espectacular». ¿Cree que la sociedad ha cambiado mucho respecto al momento que ella señala, el de su adolescencia? «Muchísimo –responde rotunda–. Es verdad que el bullying sigue estando ahí y que con las redes sociales es aún peor que antes. Pero ahora, en lo referente al sexo, el foco está muchísimo más abierto y hay más artistas que se atreven a expresar su sexualidad en canciones, en letras, y más niños y padres que se atreven a... Joder, a mí se me han acercado padres y me han dicho: “Gracias a vosotras mi hija ha podido contarnos esto”, y yo me he puesto a llorar con ellos. Ahora se ve de otra manera. En mi casa, cuando lo anuncié, hubo miedo. Fue un comportamiento muy típico de película, de conversación, de reunión, de “cónclave”, como decía mi padre. Y era el miedo de: “Madre mía, no he estado ahí para apoyarte, no he estado contigo en estos años. Has sacado todo el colegio con buenas notas y lo has estado pasando mal sin que yo me enterase…”. Esa es la sensación que tenían mis padres, además del temor de si lo iba a pasar mal en un futuro. En la adolescencia –prosigue–, distraía completamente ese sentimiento. De hecho, yo era la primera homófoba. Pero, claro, ahora echo la vista atrás y digo: es que llevo desde los tres años jugando con Action Man y fijándome en la socorrista en vez de en el socorrista… Entonces dices, ostras, es que llevo así desde la cuna. Solo que cuando te dabas cuenta te decías “qué miedo, ni de coña”, y ahora te sientes plenamente realizada en ese sentido».
«En la adolescencia yo era la primera homófoba. Pero echo la vista atrás y me digo: llevo desde los tres años jugando con Action Man y fijándome en la socorrista en vez de en el socorrista», dice Ana
Carolina, que se ha casado este año con su pareja, María Gómez-Lechón, también necesitó tiempo para asumir su naturaleza: «Cuando conocí a Ana normalicé muchas cosas que la burbuja en la que vivía quizá no aceptaba o no quería aceptar. Siempre diré que gracias a Ana se me abrió un mundo: el poder tener una conversación con mis padres, ver que no había ningún problema, afortunadamente, por parte de mi familia y que la traba o el obstáculo me lo estaba poniendo yo. Creo que es fundamental superar primero el miedo propio y aprender a normalizarlo. Y cada vez es más fácil normalizarlo gracias a las redes, que por otro lado son tan perjudiciales para otras cosas». Y respecto a la reivindicación de su sexualidad en sus canciones: «El tratarlo de una forma natural creo que es una reivindicación en sí misma –razona Ana–. El que desde el principio hayamos cantado a mujeres. Pero hay canciones con género, sin género, para todos los públicos, edades y tipos de personas, y creo que eso se ve en nuestros conciertos, que no solo hay una bandera. Es bonito hablar de un tipo de sexualidad y llegar a mucha gente. Y ser respetadas por ello», concluye.
«La independencia se mantiene conservando nuestra esencia y no dejándonos influenciar ni manipular», afirma Carolina
Amar os hará libres
Javier Menéndez Flores
Hay besos que detienen el tiempo y cancelan todas las heridas, y esos son los que hay que pasarse la vida buscando. Ana y Carolina no dejan de ir tras ellos y, además, los invocan bien alto. Y con ese bucle logran que muchachas que amanecen y se acuestan con un nudo cruel en la garganta, echen a volar con el brío de esos pájaros heridos que son rescatados y revividos y devueltos al cielo con el depósito otra vez lleno. Los hay que deshojan vanamente margaritas y se mortifican de domingo a domingo con un «y si sí y si no», y luego están aquellos otros a los que no hay muro, por temible que sea, capaz de frenarlos. Sin riesgo, recordadlo, no hay felicidad posible, por más que el precio a pagar sea el de un millón de lágrimas alfombrando el camino.
Los colegios Nuestra Señora del Pilar y Virgen de Mirasierra no diferían gran cosa, y en ellos crecían dos niñas que siempre hacían los deberes y a las que gobernaba idéntica turbación. Hablo de los días con sus noches eternas en los que la cabeza jamás se tomaba un respiro y el deseo y la ansiedad se batían en duelo en un combate sin fin. Pero el Retiro y la Dehesa de la Villa eran islas en las que ignorar las tormentas y sacudirse los demonios. Y en esos dominios de nadie y enteramente vuestros, los escenarios se dibujaban en la imaginación como voces venidas del futuro. Y aunque las sábanas se te pegaran a la piel, Ana, como cola de contacto y los buses se te escapasen siempre por un maldito medio minuto, en casa de la abuela Pura siempre había un plato caliente y sabroso y unos ojos claros y cómplices. Y en el coche de papá, de camino al colegio, la radio era una fábrica de emociones y el motor que propulsaba las fantasías de una niña a la que los más íntimos llamaban Carol.
En la carta de Marlena se pueden encontrar amores de verano, niñatas, últimos bailes, muñequitas de cristal, gitanas, gritos a pleno pulmón y cosas que se veían venir. Y si queréis bailar u os sentís inexplicablemente tristes, solo tenéis que darle al play y ahí hallaréis ese jarabe capaz de curar casi todos los males del corazón y la piel. Venga, vamos a vibrar con esa cerveza que asciende como una ola por el cielo de la boca y pone a tono la sangre. La noche es joven, nena, y yo me he dejado el reloj en casa y no quiero oír una sola palabra del sol, ese aguafiestas.
Ana no sabe por qué le entran esas ganas incontenibles de levantar el vuelo y darse un banquete de humanidad cada vez que suena «Midnight city», de los M83, pero lo cierto es que actúa en su organismo como una máquina del tiempo que tan solo conduce a universos de placer o al corazón del Movistar Arena, donde miles de gargantas corean su nombre capicúa y breve mientras ella se deja querer y se separa unos segundos del suelo. Y cuando a Carol se le mete en las orejas el «Instant crush», de Daft Punk, comprende que no podría estar en una oficina distinta a la de la música, donde reír y llorar no está mal visto y nadie quiere teletrabajar.
Qué lejos han quedado los túneles y los precipicios, la fiebre de madrugada y el delirio de morderse las uñas sin dejar de pensar si eso que quema ahí dentro está bien o es un trampolín al infierno. Amar, amar, amar. No hay otro modo de acercarse a los dioses.